DubidúDownDown.
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Llegados a este punto de hermandad y madurez que ha alcanzado el foro, creo que toca compartir mi experiencia al crecer en una familia de testigos de Jehová de la alta sociedad.
Esta es una breve crónica de mi absurda vivencia como miembro de una familia de testigos de Jehová de la alta sociedad. Fue así desde que nací hasta los dulces 15 años, cuando me convertí en un hábil malabarista de la doble vida, y la verdad, fue un espectáculo estresante y a ratos lamentable.
Mis padres, fieles devotos con un toque de glamour, vivían su fe de manera bastante peculiar. Los domingos, en lugar de la predicación normal y corriente, parecía que estábamos en una pasarela de moda para élites espirituales. Ni rastro de esas vulgares celebraciones de cumpleaños o fiestas para las masas. Mientras mis amigos disfrutaban de la vida mundana, yo estaba atrapado en un mundo de reuniones, estudios bíblicos y una vida libre de diversión. Aunque con los años descubrí que mi padre, era un farlopero que se follaba hasta a una cabra de pie, cero sorpresa ya que lo de la hipocresia en ámbitos religiosos no es novedad.
Pero a los 15 años, tuve una epifanía. Descubrí que existía un mundo más allá de las paredes de nuestra burbuja religiosa. A escondidas de mis padres y el resto de subnormales que me rodeaban, empecé a explorar las tentaciones prohibidas. Fiestas salvajes, música impía, películas "sacrílegas", celebrar mi propio cumpleaños, y por supuesto, comerme alguna polla para ver a qué sabían. Fue como si hubiera despertado de un largo sueño. En este recorrido vital como agente doble, me follé a alguna de las hijas meapilas de algún líder de la congregación rompiendo familias y condenando a la destrucción a cualquiera que se cruzara conmigo. Hacer el mal por el mal
Esa doble vida duró hasta que cumplí los 19, salí del nido y forjé mi propio camino que, en resumen, fue vivir en un piso vacio con un colchón en el suelo y un fogón de camping mientras terminaba la carrera. Pero mi educación como testigo de Jehová de alta alcurnia sigue dejando su huella. La disciplina y la habilidad para mantener secretos son solo algunas de las perlas que heredé de esa vida peculiar, pero también remordimientos intermitentes por hacer cosas normales como drogarme, quebrantar la ley, follar sin estar casado y jugar al WOW
Preguntas?
Esta es una breve crónica de mi absurda vivencia como miembro de una familia de testigos de Jehová de la alta sociedad. Fue así desde que nací hasta los dulces 15 años, cuando me convertí en un hábil malabarista de la doble vida, y la verdad, fue un espectáculo estresante y a ratos lamentable.
Mis padres, fieles devotos con un toque de glamour, vivían su fe de manera bastante peculiar. Los domingos, en lugar de la predicación normal y corriente, parecía que estábamos en una pasarela de moda para élites espirituales. Ni rastro de esas vulgares celebraciones de cumpleaños o fiestas para las masas. Mientras mis amigos disfrutaban de la vida mundana, yo estaba atrapado en un mundo de reuniones, estudios bíblicos y una vida libre de diversión. Aunque con los años descubrí que mi padre, era un farlopero que se follaba hasta a una cabra de pie, cero sorpresa ya que lo de la hipocresia en ámbitos religiosos no es novedad.
Pero a los 15 años, tuve una epifanía. Descubrí que existía un mundo más allá de las paredes de nuestra burbuja religiosa. A escondidas de mis padres y el resto de subnormales que me rodeaban, empecé a explorar las tentaciones prohibidas. Fiestas salvajes, música impía, películas "sacrílegas", celebrar mi propio cumpleaños, y por supuesto, comerme alguna polla para ver a qué sabían. Fue como si hubiera despertado de un largo sueño. En este recorrido vital como agente doble, me follé a alguna de las hijas meapilas de algún líder de la congregación rompiendo familias y condenando a la destrucción a cualquiera que se cruzara conmigo. Hacer el mal por el mal
Esa doble vida duró hasta que cumplí los 19, salí del nido y forjé mi propio camino que, en resumen, fue vivir en un piso vacio con un colchón en el suelo y un fogón de camping mientras terminaba la carrera. Pero mi educación como testigo de Jehová de alta alcurnia sigue dejando su huella. La disciplina y la habilidad para mantener secretos son solo algunas de las perlas que heredé de esa vida peculiar, pero también remordimientos intermitentes por hacer cosas normales como drogarme, quebrantar la ley, follar sin estar casado y jugar al WOW
Preguntas?