Cada vez que sale una mujer fuerte y alguien dice «vaya cuerpo de tío» me parece lo mismo que si mañana ante la entrega de premios del Nobel de física una mujer dijera «vaya pinta de friki ese que ha ganado». En internet, pues vale, por las risas y tal, tanto procede babear por un culo como bolardo de paseo marítimo como decir que no te follarías a una modelo de lencería.
La relación entre lo atractiva que nos resulta una mujer y su habilidad como competidora de fuerza es algo que sólo importa dentro de nuestras braguetas. Dicho esto, más allá de lo estético, aunque también muy relacionado, creo que las expectativas que ver este tipo de hazañas y deportistas son irreales y hacen muchísimo daño a cualquiera que quiera disfrutar de alguna disciplina competitiva. No les resto mérito, no dejan de ser admirables y dignas de aplauso, pero tampoco podemos ser ajenos a cómo nos influye. Aunque sepas que hay ayudas, aunque sepas que hay años de dedicación y que lo tuyo es únicamente por el gusto de ser mejor que ayer, se está observando que ver a otros adelantarnos por la derecha en un simple vídeo de internet nos afecta precisamente en los niveles de testosterona, que además de lo que todos pensamos sobre esta hormona, también tiene una relación directa con nuestra percepción de nuestro estatus social. Y las consecuencias no son buenas.
La frase de «bueno, pero es que se dopa» se usa normalmente por quienes son incapaces de someterse a una milésima parte de la disciplina y esfuerzo de esa persona dopada, es la excusa de los más vagos, entre los que yo me encuentro, sin lugar a dudas. Pero al mismo tiempo es la puta verdad, joder. Se está normalizando tanto y se ve tan positivo hacer algo biológicamente imposible que entre los chavales de 16 años ya hace tiempo que es más normal y está muchísimo mejor visto pillar winstrol que porros.