Es un tema complicado de explicar este. El encanto de lo andrógino ha subyugado a escritores y artistas desde el principio de los tiempos. Ya Aristófanes nos hablaba de la existencia primitiva de tres sexos: masculinos, femeninos y andróginos; estos últimos era unos seres provistos de cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras y dos órganos sexuales; por supuesto, hablamos de los andróginos, quienes, provistos de una fuerza descomunal, quisieron atentar contra los dioses. Zeus los castigó partiéndolos por la mitad, y otorgándoles los sexos masculino y femenino.
El amor verdadero está en todas las clases de unión, pero el superior a todos -dice Aristófanes- es el que se da entre dos hombres.
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¿Qué me retuvo? El miedo. El otro día (resaca del Orgullo Gay) un amigo médico que trabaja en urgencias me contó de un trans que tenía alojados en el esfinter nada menos que doce tipos diferentes de semen, aliñados con gonorrea, sífilis, clamidia... En fin, la venganza de Zeus