Mago_Gonedo
Forero del todo a cien
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- 21 Ene 2011
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Ellas se pasaban los días humillándote.
Mientras en el instituto el gorileo y el mal gusto eran atributos de macho alfa, dado que el todavía no desarrollado raciocinio femenino (ya de por sí corto en su naturaleza), no les permitía vislumbrar que las condiciones de éxito de un hombre traspasaban esa línea. Mientras, tú leías libros y te cultivabas. A lo mejor lograbas besar a una de esas tías que se fijaban en ti, o lograbas mojar la polla por primera vez… aquellos años de estudio en el instituto. Aquellos años de las primeras salidas, volviendote a casa a cascártela con lágrimas en los ojos. Los años del instituto, donde tú eras un cero a la izquierda. Donde los machos alfa eran los que gorileaban pegandose puñetazos en el pecho, y te escarniaban para glorificar su carencia de autoestima:
Entonces ellas, la mayoría, las chicas cool, se iban de paseo con esos indigentes intelectuales. Con alfas de todo a cien, que hoy por hoy son unos tristes y unos desgraciados.
Entonces pasan los años para ti y para esos machos alfa. Cinco, siete, diez, hasta doce incluso… y ves su desarrollo durante esos años. Y los ves ahora. Lo que queda de ellos, me refiero: una versión mediocre de lo que eran. Napoleones drogados de arsénico en sus Santas Elenas. Decadentes. Muertos vivientes.
Y te paras a pensar a saber si esa molestia o incomodidad embarazosa que se despliega cuando te topas con ellos es, lástima o, asco disfrazado. O quizá una mezcla de ambas.
Acabas mandándolos a tomar por culo con la mirada y ellos, derrotados, te entienden desde la complicidad del silencio con una sonrisa. Ahora ellos son los perdedores...
...
.....
........
¡Claro! Ellos no me preocupan realmente. De hecho a veces disfruto dejándoles en ridículo. Las que me preocupan son ellas:
Se pasaron años humillándote. Se pasaron años jugando contigo cuando eras un pagafantas recién salido de la cáscara, y aun no habías aprendido a volar porque no te habían crecido las plumas de la lucidez, de la experiencia, para echar a volar con tu propio control. Eras su esclavo. Uno de sus amigos-mascota (como alguien llamó por aquí). Y se aprovecharon de tu indulgencia en esos años de instituto.
Llega la universidad, con ello el fruto de años de libros, de viajes, de experiencias en otros lugares y nuevas habilidades. Te formas, te haces experto en artes marciales. Te formas como mago, y te va bien la vida de artista ambulante. Compones música. Incluso escribes que, aunque sea mediocre o una mierda, escribes por lo menos. Y aprendes lenguas y sobre todo: tienes éxito con ellas.
Y aparecen esos endógenos cuerpos residuales de lo que eran. Y te preguntas si deberías perdonarlas. Pero, incluso con harén de putas en tu control, dudas de que siguen, algunas, estando bastante buenas para un polvo. Sabes que las muy zorras te tienen estima, y sabes que es una estima verdadera. De que se han dado cuenta de que vales y que de verdad te necesitan. Entonces te asalta la duda, y con ella se ilumina lo evidente: No son más que mecanismos de selección en pos de agarrar lo eficiente, lo sustentable, lo que produce recursos para una posible progenie.
Y te las acabas trinchando. Acabas haciéndoles pagar a las muy perras. Pero les haces pagar en aquello que tu pediste en su día, y no te dieron. Y a veces las mandas a tomar por culo después del polvo. Y otras te callas, por la educación y el cariño que te brindan.
Pero yo me siento muy sucio... sin dignidad.
Mientras en el instituto el gorileo y el mal gusto eran atributos de macho alfa, dado que el todavía no desarrollado raciocinio femenino (ya de por sí corto en su naturaleza), no les permitía vislumbrar que las condiciones de éxito de un hombre traspasaban esa línea. Mientras, tú leías libros y te cultivabas. A lo mejor lograbas besar a una de esas tías que se fijaban en ti, o lograbas mojar la polla por primera vez… aquellos años de estudio en el instituto. Aquellos años de las primeras salidas, volviendote a casa a cascártela con lágrimas en los ojos. Los años del instituto, donde tú eras un cero a la izquierda. Donde los machos alfa eran los que gorileaban pegandose puñetazos en el pecho, y te escarniaban para glorificar su carencia de autoestima:

Entonces ellas, la mayoría, las chicas cool, se iban de paseo con esos indigentes intelectuales. Con alfas de todo a cien, que hoy por hoy son unos tristes y unos desgraciados.
Entonces pasan los años para ti y para esos machos alfa. Cinco, siete, diez, hasta doce incluso… y ves su desarrollo durante esos años. Y los ves ahora. Lo que queda de ellos, me refiero: una versión mediocre de lo que eran. Napoleones drogados de arsénico en sus Santas Elenas. Decadentes. Muertos vivientes.
Y te paras a pensar a saber si esa molestia o incomodidad embarazosa que se despliega cuando te topas con ellos es, lástima o, asco disfrazado. O quizá una mezcla de ambas.
Acabas mandándolos a tomar por culo con la mirada y ellos, derrotados, te entienden desde la complicidad del silencio con una sonrisa. Ahora ellos son los perdedores...

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¡Claro! Ellos no me preocupan realmente. De hecho a veces disfruto dejándoles en ridículo. Las que me preocupan son ellas:
Se pasaron años humillándote. Se pasaron años jugando contigo cuando eras un pagafantas recién salido de la cáscara, y aun no habías aprendido a volar porque no te habían crecido las plumas de la lucidez, de la experiencia, para echar a volar con tu propio control. Eras su esclavo. Uno de sus amigos-mascota (como alguien llamó por aquí). Y se aprovecharon de tu indulgencia en esos años de instituto.
Llega la universidad, con ello el fruto de años de libros, de viajes, de experiencias en otros lugares y nuevas habilidades. Te formas, te haces experto en artes marciales. Te formas como mago, y te va bien la vida de artista ambulante. Compones música. Incluso escribes que, aunque sea mediocre o una mierda, escribes por lo menos. Y aprendes lenguas y sobre todo: tienes éxito con ellas.
Y aparecen esos endógenos cuerpos residuales de lo que eran. Y te preguntas si deberías perdonarlas. Pero, incluso con harén de putas en tu control, dudas de que siguen, algunas, estando bastante buenas para un polvo. Sabes que las muy zorras te tienen estima, y sabes que es una estima verdadera. De que se han dado cuenta de que vales y que de verdad te necesitan. Entonces te asalta la duda, y con ella se ilumina lo evidente: No son más que mecanismos de selección en pos de agarrar lo eficiente, lo sustentable, lo que produce recursos para una posible progenie.
Y te las acabas trinchando. Acabas haciéndoles pagar a las muy perras. Pero les haces pagar en aquello que tu pediste en su día, y no te dieron. Y a veces las mandas a tomar por culo después del polvo. Y otras te callas, por la educación y el cariño que te brindan.
Pero yo me siento muy sucio... sin dignidad.