Sobran los motivos para odiarlos. No encuentro ninguno para apreciarlos. Todavía estoy por ver que en este hilo las defensoras de los piercings den un motivo, una razón, un argumento que no sea el del mero gusto personal. Algo distinto del "a mí me gusta, respétame". Algo distinto del "los llevo porque me mola". Algo objetivo, algo razonado, algo que no esté basado en una filia particular.
No te van a dar otro motivo. Sencillamente porque no hace falta alguna, la petición es pura retórica por tu parte. Es un adorno y se lleva porque estéticamente te gusta. Como si te gustan las corbatas a rayas, lisas o con estampados. Como si los trajes mejor en azul o gris marengo. Gustos, sin más.
WARNING: brick ahead
Yo llevo un piercing. En la oreja. Arriba, en el cartílago. En su momento tenía muchas ganas, no ahí, sino el típico en la ceja. cuando ninguno de mis amigos los llevaban (algún otro hay ahora con una dilatación de lo más chula). Mis padres no querían, mis amigos no me animaban, mi novia (la de entonces, que tan en serio íbamos) me lo prohibía. Así que nada. Uno de mis amigos se puso justo el que yo quería. Y le quedaba de puta madre. Me jodió la hostia el que él "pudiera" y yo no. Por otra miríada de motivos, mandé a mi novia a freír monas. Y tres días después mi colega me llevo en plan terapéutico a donde él se lo hizo y me puse el pendiente éste, como segunda opción para no ir igual que él. En mi grupete las reacciones eran positivas, muy positivas o indiferentes, pero ninguno pensó que me afeara. Mi padre se pilló el rebote del siglo aproximadamente durante un par de días. A mi madre le dio igual. Hubo un primo mío que tardó como ocho meses en darse cuenta. Cuando lo vio mi ex torció el gesto y me hizo un comentario con retranca. Jamás me lo he querido quitar.
¿Que por qué? Porque me gusta. Porque para mí es un símbolo de que puedo hacer lo que me salga de la polla. Porque no se nota tanto si no se fijan en ti. Porque en su momento rompía la imagen de chico bueno y tímido que tenía. Porque me gusta jugar a retorcerlo. Porque era negro, y ahora azul, y son mis colores favoritos. Porque me gusta.
He salido con otras tías, he cortado con ellas, o viceversa, me he independizado, me he ido a otra ciudad, he cumplido los treinta. Y ahí está. Me he hecho scanners de cráneo, radiografías, he pasado años sin saber cómo se desenrosca, he tenido infecciones, una vez perdí la bolita y me lo tuve que cambiar por otro similar. Y ahí está. He hecho un montón de entrevistas de trabajo con él, y mi trabajo no es de presidente del Gobierno pero tampoco repongo en el Carrefour, y me han cogido en la mayoría de las que me han interesado. He ido de riguroso traje de chaqueta, y con piercing. Alguna vez me han avisado con antelación de que me lo debería quitar y no lo he hecho. Otras me lo ha dicho el entrevistador al final de la reunión. Me consta que alguna vez el comentario ha sido a mis espaldas, más los que no me consten. Alguna vez me lo he dejado en casa antes de arrastrarme a alguna nueva empresa curriculum vitae en mano. En esas ocasiones me siento mal, como si me traicionara por un estúpido qué dirán. Si me preguntan siempre digo que si en un puesto es necesario quitárselo lo haré sin problema, pero que si da igual, me lo dejo. En cierto modo, también me sirve para seleccionar yo a la empresa. Si en un sitio se fijan más en un aro de metal de un centímetro que en mis capacidades, no es la clase de trabajo en el que quiero invertir mi vida. Hasta la polla de vendedores de humo, de superficialidad, de preocuparse ante todo por las apariencias y de comerciales que no se enteraron que lo de los yuppies pasó de moda hace veinte años. Hace dos días tuve un ascenso, potencialmente muy bueno, a un puesto con mucha visibilidad. Dentro de poco supongo que haré una presentación al consejero delegado y el resto del comité de dirección. Y no le hubiera dedicado ni medio segundo a considerar el asunto si no fuera por este post. Mi piercing simplemente es parte de mí.
También por un tiempo quise un tatuaje, probablemente en la nuca, probablemente un kanji, y nunca me animé a hacérmelo. Hoy me alegro. Mis gustos han cambiado lo suficiente con los años como para saber que lo que hoy me flipa mañana me puede parecer un horror. No hay más que sacar algunas camisas de mi armario para darse cuenta. Un tatuaje es más permanente, y sé que me arrepentiría alguna vez. Como mínimo cuando la piel se arrugue y la tinta descolorida se desparrame sobre los colgajos que caigan hacia mi chepa. Además, como me dijo hace muchísimo mi mejor amigo, "estás muy gordo para llevar tatuajes". Hijoputa. (Y sólo estaba fondón, coño, y mis buenos meses de dieta llevo, más los que me quedan...
) Me hubiese gustado algún aro más, o igual dos, en la misma oreja. Me hace gracia pensar en una cortinilla de la ducha. Estéticamente me mola. Pero ya sí que pienso que sería demasiado llamativo y desentonaría demasiado para la oficina. Así que así se queda. Igual por ahora, igual treinta años, igual me canso mañana. ¿Qué más da? Hasta el día en que me mire en el espejo y diga "uf", ¿necesito razones?
Ahora por favor, otro hilo de enjundia similar para que la gente bien pueda hacer gala de su sabiduría ante los que obviamente son intelectual, estética y moralmente inferiores: ¿me rapo al tres o me dejo un poco las greñas? Explíquese lo evidentemente absurdo de cualquiera de las dos opciones en cien palabras o más. La demagogia y la condescendencia puntúan triple.
muahaha