Otra de mis experiencias frikis tuvo lugar allá por el 2004. Es otra de esas chicas que me hubiera gustado visitar de nuevo, pero desapareció.
Sucedió un día de primavera, de esos incómodos en los que hace sol y un viento racheado y frío en los que a veces sudas y a veces tiritas. Yo estaba harto de trabajar, de tal forma que al volver a la oficina me decidí: cogí la lista de números de El País que había seleccionado y llamé a uno. Era una chica que se anunciaba como 'Negra madura. Masajes'. Llamé y nos citamos para una hora más tarde. Sin mas, me levanté y me fui. Nadie me dijo nada ni yo avisé porque tampoco es cosa de marcharte y decir "que me voy antes a echar un polvo a ver si me relajo".
Recibía en la calle Jorge Juan. Fue el día en que me enteré de que la calle Jorge Juan de Madrid no termina junto al Palacio de los Deportes, sino que sigue al otro lado de Doctor Esquerdo. Claro, que de eso me enteré tras dar varias vueltas buscando el cincuenta y tantos y de preguntar en un kiosco lo que, con el ambiente climatológico que digo, no me animó precisamente.
Al fin lo encuentro a tiempo, llamo a la puerta y subo. La chica en cuestión me abre y me recibe con dos besos. Luego nos separamos un rato porque yo no paraba de estornudar. Parece estar sola y pasamos a una habitación junto a la puerta. Era negra, claro, y madura. A ojo la calculé encima de los cuarenta, llevaba una bata de seda, un peinado alto, sujetador y tanga. No era gorda. Más bien 'jamona' aunque tenía algo de barriga y los pechos, pues se quitó el sujetador al entrar en la habitación cuando estaba de espaldas, eran firmes y con unos pezones largos y finos, la boca grande y las manos también. Charlamos. Del tiempo y del tráfico y luego me pregunta qué podemos hacer. Yo le digo que qué hace ella y me dice que absolutamente de todo (de hecho, por el cuarto veo algunos artilugios de sado). Yo le digo que me gusta lo raro y morboso pero que no me gusta el dolor. Acordamos sesenta euros por una hora y ella sale a recoger los trastos y yo me desnudo.
Empezamos por un masaje con cremas, largo y morboso, en el que me acaricia y lubrica bastante el culo. Yo la dejo hacer y al hacerme ponerme de frente empieza por el pecho y al llegar a la polla se la mete en la boca y me la empieza a chupar muy morbosamente hasta el punto en que me cuesta mucho trabajo contenerme. Ella me miraba, se la metía y se la sacaba, la lamía con toda la lengua por fuera y la echaba saliva. Me muestra un consolador y como no digo nada me empieza a acariciar el culo con él mientras me sigue chupando y, tras un rato, lo descarta y me mete el dedo, con preservativo, manejándolo de arriba abajo. Joder, yo tenía la polla como de cemento y ella seguía y seguía hasta que en un momento empieza a jadear y yo diría que hasta a rugir. Me saca el dedo y se pone en posición de 69, con su coño grande y depilado y su culazo a un centímetro de mi cara. Quería que me corriera pero ahí pinchó, que si yo pago una hora mucho tiene que pasar para que me corra antes de cincuenta minutos. Entre su desaforado ataque y mi control mental pasaron como veinte minutos en los que, la verdad sea dicha, lo pasé muy bien.
Decide tomar aliento. Baja de nuevo hasta la polla y la chupa más suavemente. Luego la acaricia y -hasta entonces no había dicho nada- y me dice "tremendo pedazo de polla, mi amor". Y le digo "sí, eso me dicen. Pero más tremenda eres tú, chica". "Pero no te corres". "Es que me gusta esperar". "A ver con esto". Me coloca el condón y se me sube encima y se la mete. Igual tenía cincuenta años, pero qué madera de mover las caderas y qué guarrerías decía. Juro que me estaba dando casi una taquicardia de controlarme para no soltar un chorro y ella cada vez más, que si quería leche, que si qué buena polla, que si qué cachonda ponía a la negra... Me he saltado que también me la había chupado conmigo de pie y ella de rodillas y que yo también me despachaba a gusto hablando.
Total, que en un momento, con ella parada para tomar aliento, llaman a la puerta del cuarto. Me sorprendí un poco y me puse un tanto en guardia pero ella me dice "espera un segundo, mi amor", y sale. Vuelve al cabo de un minuto y no me dice otra cosa que con ella hay una chica, en realidad un transexual, que nos ha oído y que quiere mirar, si no me importa. Yo me quedo un tanto sorprendido pero el caso es que pienso que tanto serán dos contra uno fuera del cuarto que dentro si voy a tener problemas, y alli al menos tendría control visual. Le digo "bueno, por mí sí, pero no puedo contratarle" y me dice "no te preocupes. Es que esto le gusta" y añade "le llega la polla por la rodilla".
El trans entra y saluda. No era el mejor ni el peor que he visto, pero sí la tenía grande. Ella se la toca un poco y vuelve conmigo. El se sienta en una silla y empieza a tocarse.
Le digo que se ponga a cuatro patas y me dedico a mordisquearla y lamerla el culo. Le acerco la verga al ano y la acaricio por fuera, claro y me dice "mi amor, prefiero que hoy no hagamos griego. Cuando una polla me llena la boca no me entra bien en el culo. Otro día nos preparamos mejor". Bueno, que seguimos chupando y lamiendo hasta que ella se tumbay yo se la meto. Me agarra las nalgas con sus manazas y empieza a mover las caderas como una batidora. Al rato la saco y me quito el condón. No me dio tiempo ni a preguntar y el chorro le cayó sobre la barriga y el ombligo. Me dice "mira, mi amor". Y veo que el trans también se corre. Luego, saluda y se va.
Después, me ducho y nos vamos, porque la chica -María me dijo- había acabado su jornada y le quedaba una tirada hasta Pinto. Me decía que había echado barriga al dejar de fumar pero que sus clientes más fijos le habían dicho que dejarían de ir si también se la quitaba. Yo, entre que no tengo ni mucho dinero ni mucho tiempo, dejé pasar demasiado tiempo y ahora le he perdido la pista.