Terminé hace poco La Estación de la Calle Perdido, de China Mieville, el primero de los tres que tiene ambientado en el mundo de Bas Lag y el que le lanzó a la fama. Si hace un año me hubieran dicho que me leería tres de sus libros y que todos me gustarían en mayor o menor medida hubiera respondido que eso iba contra lo que yo suponía de mis gustos y opiniones en cuanto a lo que suele tratar Mieville, la llamada weird fiction y la fantasía urbana. Supongo que ayudó mucho haber empezado con La ciudad y la ciudad, probablemente el menos estrambótico de sus libros incluso con su extraño trasfondo, y también ayudó que los tres libros se desarrollen en ciudades ficticias y con personalidad propia con lo que no tenía ideas preconcebidas como cuando un autor intenta demostrar su "amor" por Londres, Nueva York, París... la que sea. Eso sí, su interés en el paisaje urbano es palpable y en todas ellas la ciudad y el conjunto de la sociedad que la habita y sus edificios, la sangre que la recorre y los huesos que le dan consistencia, son mucho más importantes que la trama, lo que en mi opinión lastra sus finales.
La Estación de la Calle Perdido es exactamente lo que esperaba hace años cuando leí los primeros comentarios a su obra, un despelote imaginativo apabullante por momentos que de tanto intentar apartarse de la fantasía clásica se convierte en un ejemplo de manual del collage de la weird fiction: hay magias de todo tipo, steampunk, razas sacadas de diversas mitologías y otras con psicologías difícilmente comprensibles, inteligencias artificiales, movimientos de lucha social y huelgas contra la explotación del gobierno (ahí se nota el interés de Mieville en la política), horrores sobrenaturales, difusos límites entre ciencia, alquimía y charlatanería, experimentos biológicos, etc. Y a pesar de tocar tantos palos el conjunto se sostiene y acaba teniendo sentido, aunque para ello probablemente tengas que aguantar un inicio que echará para atrás a mucha gente.
Para seguir mi costumbre de alternar fantasía con ciencia ficción ayer empecé Un abismo en el cielo, de Vernor Vinge. Lo que llevo me recuerda a Alastair Reynolds.