Es que es tremendo, tanto en extensión como en malrollismo. Yo no distingo los volúmenes porque lo leí en digital, pero recuerdo que estaba dividido en varios libros más o menos independientes, cada uno bastante largo. En papel cada volumen debe tener varias partes de esas. Pude terminarlo a base de hacer descansos después de cada parte y alternarlo con lecturas más ligeritas.
Algunas partes son más pesadas que otras. Todo lo que tiene que ver con legislación, sistema judicial y organización de los campos es bastante coñazo, pero entiendo que el autor se impuso la obligación moral de dejar constancia de todos sus recuerdos y todos los testimonios a los que tuvo acceso para intentar contrarrestar la censura y la propaganda soviéticas. De mitad hacia adelante la cosa se anima, cuando se dedica a narrar fugas y motines. Hay fragmentos que son como pequeñas novelas.
Tengo pensado algún día leer Un día en la vida de Iván Denísovich, pero dejaré pasar un tiempo. Si te molan los rusos encerrados prueba con Memorias de la casa muerta, de Dostoievski. En las Memorias de un revolucionario de Kropotkin hay una parte que lo encierran y organiza una fuga que es la mar de entretenida, compinchándose con los de fuera, usando a un violinista como señal, con un coche de caballos o algo así (lo leí hace mucho y no recuerdo los detalles), muy peliculero. Y para torturas y atrocidades comunistas mucho más recientes está La eliminación, un libro del camboyano Rithy Panh, famoso por sus documentales sobre el genocidio de los jemeres rojos.
Otro día si eso seguimos con la Revolución Cultural chinorri, que ahí también hay mucho que rascar.