La localidad de Tavistock, en el condado de Sussex, Inglaterra,
es el centro mundial del lavado de cerebros en masa y de
la ingeniería social. Después de haber tenido un comienzo un
tanto difícil en Wellington House, allí creció una compleja organización
que habría de dar forma al destino del planeta entero,
al tiempo que cambiaría el paradigma de la sociedad moderna.
En este revolucionario trabajo, que sin duda tendrá el efecto
de una explosión nuclear de quinientos kilotones, descubrimos
tanto la red de Tavistock como los métodos de lavado de
cerebro y guerra psicológica que se están adaptando, en este
preciso momento, con la intención de aplicarlos a proyectos de
ingeniería social a gran escala.
Se trata de la «Conspiración de Acuario», nombre que se
dan a sí mismos los lavacerebros y que hace referencia a un
estudio supersecreto llevado a cabo en 1974 en el Instituto de
Investigación de Stanford, titulado «Cambiar las imágenes del
hombre». Se puede considerar el presente libro, esencialmente,
un manual para combatir el lavado de cerebros. El lavado
de cerebros depende de la ignorancia de las víctimas. Está en
todas partes. Todos percibimos la desintegración de nuestras
naciones en el día a día, en las experiencias personales. Sin embargo,
no se trata de una coincidencia. Ni de un accidente. Lo
que estamos presenciando es la desintegración de la economía
mundial, planificada por las personas más poderosas del mun-
do. En este libro, que habla del Instituto Tavistock, se intenta
demostrar que dicha conspiración es real, revelar quién forma
parte de ella, cuáles son sus objetivos a largo plazo y cómo
podemos evitar que nos manden a todos al infierno.
Aparte de sentir indignación y rabia, usted, lector, llegará a
la conclusión de que se trata del declive moral, material, cultural
e intelectual que todos los días presenciamos en el mundo
entero; sumidos en la impotencia, no accidental. No es Dios
quien nos castiga por lo que hacemos mal en la Tierra, sino
una crisis social inducida expresamente.
Repito que esto no es una prueba. Esto es real, y lo que
está en juego es el futuro de nuestro planeta. Toda clase de degeneración
musical es un producto fabricado por orden de un
laboratorio, todo ecologista a quien no hayan lavado el cerebro
ha logrado huir de un laboratorio de ingeniería social.
Todo drogadicto es un producto secundario de una política
gubernamental de futuro, cuyo objetivo final es la destrucción
del espíritu humano y la degradación del hombre. Todos
los defensores a ultranza del yoga, de la meditación trascendental,
de la telekinesia, del radicalismo de izquierda y de
derecha, de la educación de la sensibilidad bahái y de la percepción
extrasensorial, de la conciencia cósmica, de la aberración
que supone la Nueva Era o New Age, de las chemtrails, todos
los seguidores de las experiencias cósmicas y quienes creen
en la «concienciación» forman parte de una conspiración
única, centralizada y coherente, surgida de algún proyecto
patrocinado por un gobierno y financiado por una fundación.
¡Bienvenidos! ¡Pónganse cómodos! ¡Todos los pirados
del mundo, juntos en el aquelarre más impresionante que se
ha visto jamás!
En el mundo del humo y de los espejos no hay casualidades,
coincidencias ni accidentes. Esto lo demostramos más allá
de toda duda razonable, tal como haríamos si estuviéramos
dirimiendo este caso ante un tribunal de justicia. Para nuestro
objetivo tan sólo servirá el más elevado estándar de excelencia
y de verificación. Es mucho lo que hay en juego, y tenemos
demasiadas posibilidades en contra. Lo que está en la balanza
es el futuro del planeta, la inmortalidad de la raza humana y la
supervivencia de nuestra especie. Lograremos imponernos.
Lograremos el éxito, cueste lo que cueste. No hay segundas
oportunidades, terceras opciones ni cuartas vías. Esto es así, y
con el presente trabajo, que resistirá el paso del tiempo, he
trazado una raya en la arena. ¡No pasarán! No nos rendiremos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Tavistock fue el
cuartel general de la Oficina de Guerra Psicológica del Ejército
británico, que, por medio de lo que disponía la Ejecutiva de
Operaciones Especiales, también dictaba la política que habían
de seguir las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en lo
referente a la guerra psicológica.
¡Mire a su alrededor! A consecuencia de un ataque frontal
a nuestro futuro, perpetrado por los más destacados sociólogos
e ingenieros conductuales de todo el mundo, se rompieron las
anclas que sujetaban la intención moral de las naciones. Nosotros,
el pueblo, hemos sucumbido a una irracional indiferencia
hacia lo moral. No se confunda, todo lo que ha habido desde la
Nueva Izquierda hasta el Watergate, Vietnam, los Papeles del
Pentágono, el sucio, asqueroso e inmoral movimiento hippie,
el movimiento contra la guerra y la contracultura de las drogas
y el rock, han sido asimismo proyectos de ingeniería social
planificados de antemano.
Repito, lo que se ataca no son solamente nuestros derechos
individuales, sino más bien la institución misma de la república
«estado-nación», partiendo del mastodóntico programa de
ingeniería social ideado por los oligarcas y llevado a la práctica
a través del Instituto de Relaciones Humanas de Tavistock y
de otra red, mucho más grande, integrada por centros de psicología
social aplicada y de ingeniería social que surgieron
después de la Segunda Guerra Mundial. Dichos grupos nos
ven y ven los principios de los estados-nación como claros
enemigos filosóficos.
Esta monstruosa maquinaria del mal está compuesta por
algunos de los centros más prestigiosos del mundo, dedicados
a la investigación y al estudio, como por ejemplo el Stanford
Research Centre de la Universidad de Stanford, la Rand Corporation,
el MIT/Sloane, el Advanced Centre of Behavioural
Sciencies de Palo Alto, el Institute of Social Research de la Universidad
de Michigan, la Wharton School of Business de la
Universidad de Pensilvania, la Harvard Business School, la London
School of Economics de Londres, los National Training Laboratories,
el Hudson Institute, el Esalen Institute, el National
Institute of Mental Health, el National Institute of Drug
Abuse, la Office of Naval Research. Hay otros, como la International
Foundation for Development Alternatives y el Executive
Conference Centre, ambos con sede en Ginebra, la primera
escuela para graduados a jornada completa de la Era de
Acuario, para ejecutivos de alto nivel de las quinientas empresas
que figuran en la revista Fortune, donde se enseña cómo
modificar la conducta. Zombis humanos en puestos de alta dirección
que nos conducirán a la Nueva Edad Media de la conciencia
trascendental. Dos son los objetivos. El primero, alcanzar
los cambios necesarios en Estados Unidos; y el segundo, el
orden mundial.
En los últimos cincuenta años, el Gobierno de Estados
Unidos, con la ayuda secreta de centros de estudios y fundaciones
que siguen la pauta de Tavistock, ha destinado decenas
de miles de millones de dólares a financiar la labor de dichos
grupos.
Todos los aspectos de la vida psicológica y mental de la
población mundial fueron definidos, registrados y archivados
en sistemas informáticos. Los grupos de sociólogos, psicólogos,
psiquiatras, antropólogos, centros de estudios y fundaciones,
que trabajan en estrecha colaboración unos con otros,
están presididos por una elite integrada por poderosos miembros
de la oligarquía, compuesta principalmente por la antigua
Nobleza Negra de Venecia. El lector podría preguntar: ¿Cuál
es el propósito de esas modificaciones de la conducta? Implantar
cambios forzados en nuestro modo de vida, sin nuestro
consentimiento y sin que sepamos siquiera lo que nos está sucediendo.
El objetivo último es extirpar por completo el sentido
de «identidad» del ser humano, arrancarle el alma y susti-
tuirla después por una seudoalma artificial, sintética. Sin
embargo, para poder cambiar la conducta de los seres humanos,
apartarla de la producción industrial y conducirla hacia
el espiritualismo, y para hacernos entrar voluntariamente en el
mundo de la era posindustrial de crecimiento cero y progreso
cero, es necesario forzar un cambio de la imagen que tiene el
ser humano de sí mismo, del concepto fundamental de lo que
somos. Así pues, hay que buscar la imagen del hombre que resulte
apropiada a esa nueva era, hay que sintetizarla y a continuación
conectarla al cerebro de la humanidad.
El gobierno totalitario no es el único parámetro del totalitarismo.
El poder ilimitado también procede de un «centro
omnipresente». En el nuevo movimiento totalitario, esta fuerza
directriz omnipresente se comunica por medio de la modificación
de la conducta y el cambio de identidad, que son los
nodos dominantes del sistema.
El terror psicológico no es la esencia, sino el signo de puntuación
de lo que significa el nuevo totalitarismo. El secreto del
éxito del movimiento radica en el poder del dinero y del consumo,
porque elude hacerse responsable de los fallos del mismo.
Los prescritos fracasos del mercado de Wall Street en proteger
a las empresas se atribuyen, en cambio, a fuerzas trascendentales
de la «mano invisible», que castiga a las empresas por los
presuntos pecados cometidos contra las «leyes del mercado».
De este modo, cuando suceden catástrofes, que castigan cada
vez más a la mayor parte del mundo, se echa la culpa a las propias
víctimas de las privaciones, la miseria y la opresión que
sufren. Se trata de un método de gobierno mucho más eficaz
que el terror por la fuerza, más descarado, que expone al sistema
a otra forma de resistencia.
Tener a la mayoría en un estado continuo de ansiedad interior
funciona, porque se obliga a las personas a que estén demasiado
ocupadas en asegurarse su propia supervivencia o a
competir por ella para colaborar en la construcción de una reacción
eficaz. Esto también lleva por todas partes la firma de Tavistock.
En la década anterior, se mantuvo a la población mundial
en un permanente estado de inestabilidad a través de continuas
debacles económicas y decretos de comercio transnacional,
que vaciaron las arcas nacionales y anularon el derecho a
la autodeterminación de los países. Las poblaciones se han visto
tan abrumadas por el constante avance de la monstruosa
maquinaria, de las crisis económicas y medioambientales, que
la práctica universal de crear inseguridad ha dejado a las mayorías
sociales paralizadas por un terror de baja intensidad.
Condición necesaria para que un movimiento totalitario continúe
avanzando, porque su modus operandi consiste en tener
a sus súbditos en perpetuo desequilibrio.
En épocas anteriores, hemos visto cómo se tomaban medidas
draconianas de alcance nacional, pero nunca una agresión
semejante a los derechos de las personas y a las normas democráticas.
Cada medida nueva, en sí misma, puede parecer una
aberración; pero una serie completa de cambios que forman
parte de un continuum constituye un giro brusco hacia la esclavitud.
El poder total es un correlato supraterrestre del poder
mundial, que no es capaz de concebir límites para sí mismo.
Tenemos que superar muchos retos. Cuando se desvelan
los datos, cuando se ponen las pruebas encima de la mesa,
cuando los conspiradores han sido desenmascarados y despojados,
y sus acciones se han expuesto a la vista de todo el mundo,
aun entonces el ciudadano corriente afirma que se trata de
una conspiración y se niega a creer que pueda ser real una confabulación
tan monstruosa y aplastante..., hasta que ya es demasiado
tarde. ¡Queda usted advertido!
Nos encontramos en una encrucijada. Y del camino que
tomemos ahora dependerá que vivamos en el siglo XXI como
repúblicas de estados-nación o como un montón de esclavos
subyugados, diezmados y deshumanizados.
Querido lector, la situación es sumamente grave. Estamos
luchando contra el esfuerzo aunado de algunas de las personas
más brillantes de la historia, que conspiran contra nosotros
con el fin de controlarnos. Pero la voluntad del ser humano
es inmortal. Los tiranos mataron a cientos de millones de personas
y, sin embargo, los pueblos lucharon y acabaron consi-
guiendo la libertad. La libertad estimula el alma humana; el
miedo la paraliza. En medio de la ensordecedora cacofonía del
silencio patriótico, las voces insurgentes reclaman atención.
La inmortalidad tiene su base moral en la verdad y la incorruptibilidad.
Se merece que se le dé todo el respaldo posible.
Se merece que se luche y se muera por ella.
Por último, la historia enseña por analogía, no por identidad.
La experiencia histórica no consiste en quedarse en el
presente y volver la vista al pasado, sino en regresar al pasado
y volver después al presente con una más amplia y profunda
conciencia de las restricciones de que adolecía nuestro anterior
punto de vista.
El grabado número setenta y nueve de la serie Desastres de
la guerra, de Goya, muestra a la Libertad, una dama de cabellera
rubia, tendida de espaldas y con el busto a la vista, y a
unas figuras fantasmales moverse alrededor del cadáver, mientras
unos monjes cavan la tumba. Murió la verdad. ¿Es ésa la
alternativa? El hombre prevenido vale por dos. No compete a
Dios salvarnos, sino a nosotros mismos. Jamás encontraremos
las respuestas correctas si no somos capaces de formular las
preguntas adecuadas.