Yo estuve en un concierto de ella en Málaga, fui expresamente a verla y de paso me quedé ahí un año de vacaciones . No me sabía ninguna canción suya, pero eso me daba igual porque yo iba a verle a ella, a la musa de la copla española.
Compré tres entradas y dos de ellas se las regalé a la pareja de ancianos que tenía detrás en la cola a cambio de que me dejarán ver el concierto con ellos. Como faltaban dos días para el evento y no tenía donde dormir, los ancianos me acogieron en su casa malagueña. La verdad es que no me emocionó mucho la idea porque yo prefería dormir junto a la puerta del polideportivo donde sería el gran acto para poder disfrutar luego de una posición privilegiada en primera fila, debajo de las faldas de la Jurado, pero los abuelos pusieron cara de abuelos y me dieron pena, así que acepté la invitación.
Los dos días hasta el concierto se me pasaron volando porque los viejillos me llevaron de escursión a Mijas , un pueblo de por ahí donde aprendí a hacer sombreros de paja, ceniceros de barro y minas antipersonales.
Cuando por fin llegó el día señalado, saqué tres camisetas blancas con la cara de Rocío estampada en la pared que había comprado en un mercadillo moruno cercano a la avenida Cervantes y me puse yo las tres, una encima de otra. Los abuelos me miraban con cara angustiada, yo sabía que querían las dos camisetas que me sobraban pero preferí no dárselas porque sinó íbamos a parecer un equipo de fútbol.
Conforme nos íbamos acercando a las inmediaciones del polideportivo, el abuelo la palmó. No me paré a preguntarle por qué, seguí andando con la mirada al frente y con la abuela, que no quiso perderse el concierto de su vida por una muerte tan tonta.
Aunque no se podían entrar bebidas alcoholicas, la vieja llevaba 3 botellas de cacique dabajo de la camiseta , a pesar de que le insistí que se sacará una porque así al menos podrían pasar como dos tetas caidas. Sin embargo se empeñó en llevar los tres bultos y cuando nos cachearon en la entrada, a la pobre anciana no le dejaron pasar .
Al final, mi cara de felicidad y mi entusiasmo se vio afectado por el hecho de haber pagado dos entradas de más para al final tener que ver el concierto sola. En cualquier caso, mereció la pena , estuvo maravillosa, apoteósica, tanto, que de la emoción me quité toda la ropa que llevaba y comencé a repartir las minas antipersonales que había hecho en Mijas entre la gente del público para que las lanzaran al aire en señal de satisfacción.
Después de eso, cumplí un riguroso año de vaciones en la cárcel de Málaga, sólo amenizado por las constantes visitas de la Jurado para traerme tabaco , filipinos y cantarme un rato.
Por todo lo que le debo a esa mujer, le deseo un feliz viaje astral.