Tal y como hablábamos en el hilo de 28 semanas después, si hay algo que odio cuando voy al cine es cuando un hijo puta al lado se pone a trapiñar patatas fritas y demás basura extra-crujiente. Joder, no sé con qué cojones hacen esas patatas, seguramente con nitroglicerina o Tytadine de ese.
Ves a la gente, sobre todo a crios aprendices de jefe Wigum, yendo al cine con bolsas del Continente llenas de Bocabits, Bollycaos, cocacolas etc etc
Lo odio. Sobre todo cuando vas a ver películas de miedorl, escuchar los crunchy-crunchy crujidos de Doritos o Lays destruye el ambiente. Pasas del miedo a las ganas de aplastar cráneos.
Esto sin contar con los gilipollas que se ponen a contarse cosas o a reirse. A esos los mataría a todos, pero el traje de presidiario me sienta mal.
De todas formas, no siempre he pensado así. Cuando tenía menos años (un punto medio entre "cuando era joven" y "ahora") me gustaba ir al cine en sábado a las sesiones de tarde, sólo para ver las gamberradas que hacen los grupos de chiquillos. Me sentaba detrás de ellos, para asegurarme de que no me iba a convertir en blanco, y así si la peli me aburría siempre podía contar con ellos hasta la siguiente escena de acción.
Supongo que me gustaba verlos porque me recordaba a cuando yo mismo era pequeño e hijoputa en los cines. Lo normal era que tirásemos el típico chicle a medio masticar, cuando aún le queda suficiente azucar como para pegarse inhumanamente al pelo de alguien. Salvando los Sugus, que por ser duros y puntiagudos pueden causar alguna molestia, el resto de la comida no hace mucho daño al impactar. Por eso cuando era pequeño, mis amigos y yo tirábamos botellines de agua. Total, si te van a echar, que te echen por algo gordo. Sacarse los mocos y pegarlos en el pelo del de enfrente también era divertido. Era como jugar al Tozudo, pero en vez de una mula con alforjas,se trataba de un adulto con los cojones hinchados. Ambos cocean. Más de uno salió del cine con aspecto de Kleenex usado.
De todas formas, tengo que reconocer que los episodios más esperpénticos no los he protagonizado yo.
Durante "La amenaza fantasma", me partí el culo con cinco chavalillos sentados a mi derecha, un par de filas más adelante. Los identifiqué como lol-machines, y no fallé. Uno de ellos debía ser el típico pringadillo, y se tuvo que sentar sólo en la fila de delante porque en la otra sólo cabían cuatro. Y los pequeños cabroncetes insolidarios se pasaron toda la peli llenando al chico de mierda. Venían borrachos de calimocho, y el espectáculo era genial: servían chupitos en el tapón de la botella de Coca Cola, y se los echaban al pobre amiguete por el pelo. Éste, como estaba medio cocido, apenas sí se enteraba de cómo su pelo iba recibiendo migas de patatas fritas, restos de cacahuetes con su sal, bebidas etc etc. El descojone fue demencial.
Pero la mejor de todas fue viendo "Estado de sitio". Dos tipos estuvieron toda la peli haciendo cosas muy raras. Se echaban a reir, se decían cosas sin sentido, a veces parecían cabreados... yo creo que estaban jartos de LSD o algo así. Se levantaban y se rebuscaban los bolsillos, se movían, de todo. El punto culminante, que mereció la expulsión y un gran LoL por mi parte, fue cuando uno de ellos se levantó de golpe y bajo corriendo hasta la pantalla del cine. Se subió al escenario y comenzó a gritar mientras agitaba los brazos, como intentando llamar la atención del tio del proyector. WEEEOOOO HOLAAAAA aún me rio sólo de pensarlo.
En fin, hablemos de gamberradas y gamberros en las salas de cine.
Ves a la gente, sobre todo a crios aprendices de jefe Wigum, yendo al cine con bolsas del Continente llenas de Bocabits, Bollycaos, cocacolas etc etc
Lo odio. Sobre todo cuando vas a ver películas de miedorl, escuchar los crunchy-crunchy crujidos de Doritos o Lays destruye el ambiente. Pasas del miedo a las ganas de aplastar cráneos.
Esto sin contar con los gilipollas que se ponen a contarse cosas o a reirse. A esos los mataría a todos, pero el traje de presidiario me sienta mal.
De todas formas, no siempre he pensado así. Cuando tenía menos años (un punto medio entre "cuando era joven" y "ahora") me gustaba ir al cine en sábado a las sesiones de tarde, sólo para ver las gamberradas que hacen los grupos de chiquillos. Me sentaba detrás de ellos, para asegurarme de que no me iba a convertir en blanco, y así si la peli me aburría siempre podía contar con ellos hasta la siguiente escena de acción.
Supongo que me gustaba verlos porque me recordaba a cuando yo mismo era pequeño e hijoputa en los cines. Lo normal era que tirásemos el típico chicle a medio masticar, cuando aún le queda suficiente azucar como para pegarse inhumanamente al pelo de alguien. Salvando los Sugus, que por ser duros y puntiagudos pueden causar alguna molestia, el resto de la comida no hace mucho daño al impactar. Por eso cuando era pequeño, mis amigos y yo tirábamos botellines de agua. Total, si te van a echar, que te echen por algo gordo. Sacarse los mocos y pegarlos en el pelo del de enfrente también era divertido. Era como jugar al Tozudo, pero en vez de una mula con alforjas,se trataba de un adulto con los cojones hinchados. Ambos cocean. Más de uno salió del cine con aspecto de Kleenex usado.
De todas formas, tengo que reconocer que los episodios más esperpénticos no los he protagonizado yo.
Durante "La amenaza fantasma", me partí el culo con cinco chavalillos sentados a mi derecha, un par de filas más adelante. Los identifiqué como lol-machines, y no fallé. Uno de ellos debía ser el típico pringadillo, y se tuvo que sentar sólo en la fila de delante porque en la otra sólo cabían cuatro. Y los pequeños cabroncetes insolidarios se pasaron toda la peli llenando al chico de mierda. Venían borrachos de calimocho, y el espectáculo era genial: servían chupitos en el tapón de la botella de Coca Cola, y se los echaban al pobre amiguete por el pelo. Éste, como estaba medio cocido, apenas sí se enteraba de cómo su pelo iba recibiendo migas de patatas fritas, restos de cacahuetes con su sal, bebidas etc etc. El descojone fue demencial.
Pero la mejor de todas fue viendo "Estado de sitio". Dos tipos estuvieron toda la peli haciendo cosas muy raras. Se echaban a reir, se decían cosas sin sentido, a veces parecían cabreados... yo creo que estaban jartos de LSD o algo así. Se levantaban y se rebuscaban los bolsillos, se movían, de todo. El punto culminante, que mereció la expulsión y un gran LoL por mi parte, fue cuando uno de ellos se levantó de golpe y bajo corriendo hasta la pantalla del cine. Se subió al escenario y comenzó a gritar mientras agitaba los brazos, como intentando llamar la atención del tio del proyector. WEEEOOOO HOLAAAAA aún me rio sólo de pensarlo.
En fin, hablemos de gamberradas y gamberros en las salas de cine.