Tenía yo 12 tiernos añitos. Iba a un colegio marista de Barcelona. El director del centro (Angel Benedé Aldunate, incluyo el nombre por si alguien quiere verificar la veracidad de mi relato), al que ayudaba en tareas administrativas fuera del horario lectivo (Ordenar fichas y estas cosas puesto que los ordenadores no existían todavía), se puso extremadamente cariñoso un cálido mediodía de junio (1972).
Empezó a hacerme preguntas sobre mi vida sexual (Con 12 años apenas sabía de qué cojones me hablaba), me fue atrayendo sibilinamente hacia sí y...no recuerdo cómo ocurrió exactamente, pues ese instante lo tengo un tanto borroso en mis recuerdos, deslizó sus dedos bajo mis pantalones cortos y empezó a acariciar mi pene preadolescente.
A pesar de mis, en ese momento, alterados sentidos, cogí al vuelo la grapadora que tenía sobre la mesa y se la estampé en la zona molar izquierda que es la que me quedaba más a mano.
Sangrando como el cerdo hijoputa que era, se levantó con ánimo de adjetivarme adecuadamente.
Por suerte, en ese momento, el subdirector (De cuyo nombre me acuerdo pero no citaré) entró en el despacho, y todo quedó, a pesar de mis explicaciones, en una agresión injustificada a un superior.
Me expulsaron tres semanas del centro.
Al día siguiente, debido al revuelo que se armó, varios compañeros les contaron a sus padres que el muy hijo de puta les había tocado el nabo en su despacho.
A las dos semanas desapareció.
Por supuesto yo volví al colegio al día siguiente.
Nadie se disculpó (Ni conmigo ni con los compañeros manometidos). Todavía hoy, 37 años después, no sé lo que fue del hijo de puta de Angel Benedé, aunque espero que la enfermedad más horrible que he podido imaginar en mis peores pesadillas, se lo llevara entre los peores sufrimientos que se puedan concebir. No creáis que soy vengativo. Sólo justo.
Un saludo.