Si todavía no ha posteado alguno al que le han amputado un miembro sin anestesia, le ha violado un caballo con la tranca untada de arena y cristales rotos, me parece que gano de calle.
Experiencia 1:
Me operaron hace unos 2 años de una hernia inguinal, y mis alegrías empezaron desde el principio. El anestesista (un tipejo con fama de anormal/torpe) me puso una dosis incorrecta de epidural, y tardé 2 días en deshacerme de la sensación de hormigueo de cintura para abajo. El cirujano (otro tipejo con merecida fama de inútil) cortó donde no debía, o hizo algo mal, y a resultas me quedó un lindo pliegue de carne grasienta donde debía estar mi tersa ingle derecha. Un primor. Lo mejor para el final. En la sala de post-producción, tumbado yo sin sensibilidad de cintura para abajo, noto unas brutales ganas de mingitar cual caballo de tiro. Llamo a la enfermera, roto de dolor por no poder mear, y la simpática mujer me dice que me va a poner una sonda, para que así pueda aliviarme. A los DOS INTERMINABLES MINUTOS DE DOLOR, vuelve la enfermera con una compañera y los aperos propios del sondaje. Me la colocan, y lleno la bolsa de 500cc en menos que se tarda en decir "hijo de puta" a RoqueIII. La enfermera cambia la bolsa por una más grande (1L), y se marcha tan tranquila, mientras yo convivo con la sensación de estar meando constantemente durante la siguiente media hora, tras lo cual vuelve la señora para preguntarme si ya tengo movilidad en las piernas (el resto de pacientes de la habitación ya la habían recuperado), a lo que respondo que algo sí, pero que el hormigueo es muy desagradable. Ella me dice que me va a quitar la sonda, porque hay que desalojar la sala, y que mi operación tiene reposo en casa. Digo a duras penas que "vale", y la enfermera procede a quitarme la sonda con cuidado. Hasta ahí, bien. Noto más o menos cómo sale el tubo de mi uretra, cómo manosea mi asustado y retráctil miembro de 2cm, y cómo de pronto aparece en sus manos una jeringa de tamaño medio, sin aguja, que acerca sin miramientos a mi pilila. En ese momento, en ese preciso momento, ella perpetró el acto más doloroso, terrorífico, despreciable y asqueroso que yo haya podido imaginar jamás: METIÓ LA PUNTA DE LA JERINGA EN MI URETRA, Y CON TODA LA TRANQUILIDAD DEL MUNDO TIRÓ DEL ÉMBOLO HACIA FUERA. Fue como si mi propia alma se fuera por la jodida jeringa. La sensación más espeluznante que he padecido jamás. Lo putísimo peor.
Implicación: 10
Experiencia 2:
Me operaron de la cadera metiéndome un taladro para hacerme 3 agujeros con el fin de aliviar la presión en la cabeza del fémur. Tanto cirujano como anestesista, putos virtuosos del quirófano. Ninguna queja.
Implicación: 10