Bienvenido al maravilloso mundo de la Enfermedad de Crohn, hijo de puta.
Vaya, veo que aquí se ha sufrido de fístulas eh, pues adivinad donde me salió a mí una: EN LA TIERRA DE NADIE, oséase, entre huevos y culo. Solo que ésta se abrió y no sólo no cicatrizaba si no que la herida se iba haciendo más y más grande, y yo lloraba desconsoladamente al ver que el bujero se acercada con paso firme e inexorable a mis nueces de California. Pero me eché Aloe Vera y mano de santa, óigan.
A mí me salió una ahí también. Un día cualquiera noté un bultito duro al lado del anus. Al mes el bultito se convirtió en un grano del tamaño de un tapón de rosca duro como una piedra. Empecé a tener fiebre y pinchazos insufribles dos días antes de que explotara el granete. Finalmente explotó y empezó a brotar pus negro y hedor a inframundo. Se acabó el dolor, pero se quedó un agujerito como el de una moneda de cinco duros. Al año decidí operarme, porque pese a que no dolía, el agujero no se iba y además supuraba.
Me tocó pasar por varias pruebas infernales. Antes de cada prueba tenía que pasar 1 o 2 días sin poder comer nada sólido. Durante esos días tenía que aplicarme purgas y enemas a tope. Lo bueno es que perdí algunos kilos sin esfuerzo físico alguno.
Las lavativas eran un espectáculo. Recuerdo que las instrucciones rezaban algo así como: "introduzca la cánula en el ano, presione el recipiente hasta vaciar su contenido, y retenga el enema hasta que sienta
fuertes deseos de defecar". Era un poco humillante introducirme líquidos por el culo, pero en el fondo bastante gracioso cuando el efecto de las purgas y los enemas me hacían cagar
chorros y litros de caca líquida a presión.
Y así transcurría el mes de pruebas pre-operatorio. Mi ano fue dilatado y profanado en innumerables ocasiones por toda clase de instrumental médico. Desde los dedos del cirujano, hasta dildos con rayos-x para radiografíar mi recto en 3D. Había días en los que llegaba a casa con el culo roto y lubricado y mis flatulencias eran incapaces de palmear y trompetear. La verdad es que, pese a que el grosor de los artilugios superaba con creces el diámetro de mi esfínter, la única parte de mi ser en la que sentí dolor fue en el orgullo.
Recuerdo con especial angustia la colonoscopia, en la cual introdujeron 2 metros de cable por mi ano para filmar mis intestinos y asegurarse de que no tenía cánceres ni otros males por ahí metidos. Para que el cable pasara y no se atrancara por los pliegues de mis intestinos tuvieron que hincharme con aire, como a un globo. La presión del aire me hacía retorcerme de dolor. En uno de los espasmos poté el biofrutas tropical que me había tomado antes de la prueba. La parte buena de la colonoscopia es que vi mi intestino en directo por televisión y mis propias mucosidades intestinales. Por la tarde me reí bastante, pues al estar lleno de aire no hacía más que tirarme los pedos más largos y escandalosos que me he tirado en toda mi vida. Hablo de pedos de 4 segundos y 80 decibelios, por lo menos.
Tras el calvario de pruebas finalmente me operé. Me abrieron un boquete en el perineo del tamaño de un tubo de cartón de papel higiénico. Sufrí un post-operatorio de pesadilla, que consistía en llenar el boquete de gasas y despegarlas al día siguiente a base de agua oxigenada (todo sin anestesia, en carne viva ahí en la entrepierna). Así dos meses, esperando a que por arte de magia la herida cicatrizara y se cerrara del todo. Finalmente el agujero se quedó exactamente igual, pero más duro por la cicatriz de la operación.
A día de hoy paso de operarme otra vez. Me arriesgo a pasar por lo mismo para quedarme exactamente igual. Además existen riesgos de que te jodan un nervio del esfínter y te dejen incontinente para toda la vida -rotor de caca crónico-. Mucho dolor y pocas probabiliadades de sanar.
He probado sin éxito algunos remedios naturistas. El del aloe vera no lo conocía. Un día de estos lo probaré a ver si hay luz.