Cuando me cambió la voz, el Hermano Antonio -director del coro "Voces Blancas" del colegio me invitó a dejar de formar parte del mismo.
Un trauma. Lo sufrí en silencio como las hemorroides, hasta que me dediqué a hacer proselitismo anti-coro, explicando a los otros niños que había sido yo que me había ido del coro, porque ese rollo no me molaba nada, que parecían niñas y que seguro que muchos de los que lo formaban acabarían siendo hermanos de la congregación o maricones, o las dos cosas.
Al cabo de pocos meses el coro dejó de existir porque muchos niños lo habían abandonado.
Con los años, me he dado cuenta de que esa fué mi primera manipulación voluntaria, con objetivo claro y éxito arrollador.
Desde entonces soy un hijo de puta consciente, y solo uso mis super-poderes cuando la ocasión lo requiere.
Podría contaros mi despertar sexual, y glosar las alabanzas de los pechos de una vecina que nunca toqué. No lo hago porque os aprecio.