Herodes rebuznó:
Los pesetas son hez líquida, no me he topado con ninguno al que perdonaría la vida.
Yo pensaba lo mismo hasta hace poco.
Nos subimos en un taxi tres personas, el que escribe estas líneas y dos señoritas. Una de ellas, al hilo de una conversación que estábamos teniendo, le preguntó al taxista, un señor que rondaría la edad de mi padre, su opinión sobre las sudamericanas:
-Uffff, esas.... madre mía- dudaba, no sabía si pronunciarse, pero miró por el retrovisor y vio caras expectantes de sangre- ¡ESAS SON TODAS UNAS PUTAS! No se libra ni una...
La conversación fue como extraída de un hilo de odio interracial, pero con gracia, el honorable señor se despachó como si estuviese hablando con dos colegas en una taberna en lugar de con dos jóvenes madrileñas, intentando que cada una de sus intervenciones fuese más bruta que la anterior.
Esa misma noche volvimos a subir a un taxi y, mira por dónde, era el mismo. Al hilo de otro tema de conversación, se le preguntó esa vez por su opinión sobre las rumanas. Me bajé del taxi limpiándome las lágrimas del descojone.
Lástima que para un taxista con LOL que hay, encima fuese también el único honrado y no nos diese ni un puto rodeo.
Lástima que no fuese también él el taxista que nos alejó de ese garito del que nos echaron después.