Desde que compraron Lhardy los de Pescaderías Coruñesas, seguramente vais a comer mejor cocido en La Bola a pesar de regentarlo los gañanes de los Verdasco, o incluso en Malacatín, y más barato. Pero un local como Lhardy debería ser visitado al menos una vez en la vida.
Truño debería pasar por allí obligatoriamente y no por bon vivant sino por puto follaviejas, son conocidas las bacanales que se daba Isabel II con los Truñiques de la época, incluso se encontró ropa interior suya en el Salón Japonés cuando estuvo allí retozando con Romero Robledo. O las correrías que se daban en el mismo salón su hijo y nieto Alfonso XII y XIII con putarrangas accediendo allí por un túnel desde el Palacio Real hasta un local aledaño, siempre les dio por la jodienda a los Borbones. Cocidos puedes comer muchos, pero hacerlo mientras te miras en el espejo donde se miraba Alfonso XII mientras le comían el badajo, ya es otra cosa.
Por este primer restaurante de España, no casa de comidas como Botín, sino restaurante de mesas separadas, mantelería de hilo blanco y cubertería de plata, ha pasado toda la aristocracia de los dos últimos siglos, se han designado presidentes de la República, se ha conspirado y se han constituido y derrocado gobiernos.
Nuestro miarma carroñero hubiese sido un digno amante de la Regente Isabel II, será por gordas y viejas, debéis ir allí, invocarla por ouija y que le haga un sapo en canoa en el mismo reservado donde ella retozaba con cualquier apuesto sin estómago.