Confieso (aunque creo que no voy a decir nada que aquí no sepan) que YO SOY UN FRACASADO.
Pero no uno cualquiera, no uno al que han llamado fracasado y por eso se etiqueta como tal, no. Soy alguien que fracasa constantemente y que no sabe qué hace mal, que incluso ha recurrido a clamar al cielo por su mala suerte aunque, lamentablemente, no me lo creo ni yo, la suerte no existe, algo estoy haciendo mal y ni siquiera sé qué es.
Salgo por ahí, miro a mi alrededor y no soy el más feo del local, ni el peor vestido, ni el más tirillas. La excusa de la labia podría aplicarse a veces, reconozco que tengo mis días pero, por lo general, y más sabiendo que no hay nada que perder, procuro divertirme sin medir las palabras y parece que funciona hasta que llega el momento catacroker, un cambio de rumbo inesperado, un novio que, de existir, no se menciona hasta casi acabada la noche, etc. Pensándolo ahora, tal vez mareo demasiado la perdiz, pero sé que cuando voy más al grano pasa prácticamente lo mismo.
Supongo que si pudiera verme en tercera persona percibiría mejor el fallo, tal vez algo en el lenguaje corporal, una falta de simpatía que no despierta nada en las mujeres o que no les regalo el oído y piensan que no tengo suficiente interés. No tengo ni idea de qué es lo que hago mal, pero tiene que ser clamoroso, porque me va de puta pena.