Juvenal
Clásico
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- 23 Ago 2004
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Niquelaos. Si me conocieran (que va a ser que no), verían que me sienta como anillo (ecuestre) al dedo.
Pero de los tres no se cuál elegir, de un tiempo a esta parte estoy más obtuso y cerril que de costumbre, me cuesta discurrir y no veo las cosas claras. Un mar de dudas. ¿Cuál me aconsejan?
Hacía tiempo que no abría un hilo tan idiota, firme candidato al candado.
Es lo que tiene pasarse los días preguntándose y preguntando, sin hallar respuestas.
Y lo peor es siempre la incertidumbre. Mucho peor que una mala contestación es quedarse in albis a oscuras. No tener guía ni saber dónde pisar. Esperar una señal para iniciar la carrera y sólo hallar silencio.
CLARIDAD
Suele suceder en algunos momentos que los hilos inanes de las parcas nos envuelven de tal manera que ofuscan nuestra mente, aturden nuestros sentidos y, lo que es más importante, asfixian nuestros pulmones y secan nuestras gargantas hasta el punto de que cualquier intento de abrir la boca y aspirar febriles bocanadas se convierte en un esfuerzo digno de titanes, cuya raza no suele abundar en esta Edad de Hierro nuestra.
Suelen las tejedoras hacer bien su trabajo, ya que de futiles hebras logran fortísimos dogales que laceran la conciencia y causan el ahogo, terrible asfixia que atenaza, que muerde el cuello y mata las palabras antes que nazcan. Y tú allí, inmóvil en una prisión apenas visible, mas no por sutiles dejan de ser barrotes.
El oxígeno no llega al cerebro, y los sentidos se embotan y el alma se abotarga: graves alucinaciones se deslizan silenciosas entre el griterío; lo real y lo ficticio se mezclan en un malsano brebaje.
Hablamos cuando debemos callar, y callamos cuando debemos hablar. Tan sólo anhelamos la claridad -el poder de discernir el grano de la paja, lo principal de lo accesorio, la esencia de la apariencia-, y únicamente conseguimos mirar el mundo con ojos de basilisco y hablarle con voz de banshee.
En este lado del espejo la claridad es un bien apreciado: evita actuar al revés, el sentirse más perdido que un bastardo en el Día del Padre.
Más tarde o más temprano, la claridad siempre se alcanza, te liberas de las férreas ligaduras... porque algún día las parcas dejan de hilar.
Pero de los tres no se cuál elegir, de un tiempo a esta parte estoy más obtuso y cerril que de costumbre, me cuesta discurrir y no veo las cosas claras. Un mar de dudas. ¿Cuál me aconsejan?
Hacía tiempo que no abría un hilo tan idiota, firme candidato al candado.
Es lo que tiene pasarse los días preguntándose y preguntando, sin hallar respuestas.
Y lo peor es siempre la incertidumbre. Mucho peor que una mala contestación es quedarse in albis a oscuras. No tener guía ni saber dónde pisar. Esperar una señal para iniciar la carrera y sólo hallar silencio.
CLARIDAD
Neil Gaiman rebuznó:¿Qué seria del infierno sin el sueño? Pues todos tenéis la esperanza de volver algún día a la Ciudad de Plata, allí de donde fuistéis desterrados
Suele suceder en algunos momentos que los hilos inanes de las parcas nos envuelven de tal manera que ofuscan nuestra mente, aturden nuestros sentidos y, lo que es más importante, asfixian nuestros pulmones y secan nuestras gargantas hasta el punto de que cualquier intento de abrir la boca y aspirar febriles bocanadas se convierte en un esfuerzo digno de titanes, cuya raza no suele abundar en esta Edad de Hierro nuestra.
Suelen las tejedoras hacer bien su trabajo, ya que de futiles hebras logran fortísimos dogales que laceran la conciencia y causan el ahogo, terrible asfixia que atenaza, que muerde el cuello y mata las palabras antes que nazcan. Y tú allí, inmóvil en una prisión apenas visible, mas no por sutiles dejan de ser barrotes.
El oxígeno no llega al cerebro, y los sentidos se embotan y el alma se abotarga: graves alucinaciones se deslizan silenciosas entre el griterío; lo real y lo ficticio se mezclan en un malsano brebaje.
Hablamos cuando debemos callar, y callamos cuando debemos hablar. Tan sólo anhelamos la claridad -el poder de discernir el grano de la paja, lo principal de lo accesorio, la esencia de la apariencia-, y únicamente conseguimos mirar el mundo con ojos de basilisco y hablarle con voz de banshee.
En este lado del espejo la claridad es un bien apreciado: evita actuar al revés, el sentirse más perdido que un bastardo en el Día del Padre.
Más tarde o más temprano, la claridad siempre se alcanza, te liberas de las férreas ligaduras... porque algún día las parcas dejan de hilar.


