Bien, bautizaremos a nuestro amigo como Manolito.
Manolito es uno de esos tipos que aparecían en el mundo del ajedrez de hace décadas y, gracias a su descomunal talento, era capaz de escalar hasta la élite y permanecer ahí durante toda su carrera. Pero Manolito tenía algún tipo de esquizofrenia, y mientras tomaba religiosamente su medicación pasaba por una persona absolutamente normal (dentro de lo normal que puede ser un ajedrecista que piensa en ajedrez durante el 90% del día), pero cuando llevaba días siendo una persona normal, se confiaba y dejaba de tomarla, y ahí empezaban los desastres. Huelga decir que a lo largo de su vida estuvo ingresado en centros de trastornos mentales más de una vez.
Mi primera experiencia con Manolito data de cuando tengo un año más o menos, y aunque yo evidentemente no recuerdo el lance, por lo que me contaron, mi madre me estaba dando el biberón en una mesa en la que charlaban animadamente unos cuantos ajedrecistas y de repente él se volvió hacia ella y, tras exclamar '¡a ver a qué sabe esto!", le quitó el biberón de las manos y le dio un trago. Cuando se lo recriminaron, él simplemente se echó a reír.
Anécdotas en hoteles durante estancias motivadas por torneos de ajedrez tiene muchas. Entre las que más se cuentan, la del día en que se encontró a un tipo en silla de ruedas en el pasillo y, sin conocerlo de nada ni avisar, tomó la silla desde atrás y le dio una carrera a lo largo de todo el pasillo. O la de una vez que se paseaba por las diferentes zonas del hotel vestido con una gabardina en plan agente secreto sin que nadie supiera el motivo hasta que, cuando por fin se le acercó alguien para preguntarle, se destapó de repente con el grito de "¡CHAAAN!" para descubrirse que no llevaba absolutamente nada debajo.
La última historia que conozco de él, y que además viví de primera mano, refleja perfectamente lo que dije de que cuando dejaba de tomar su medicación iba irremediablemente a peor, siendo algo que podías ver de forma progresiva día tras día. Poca gente de España conoce esta historia porque ocurrió en un país extranjero y decidimos no contar nada a nuestro regreso. Imagino que el motivo de su decadencia fue que no trajo sus pastillas de España, porque el primer día de torneo se comportaba de forma absolutamente normal; el segundo, sin embargo, todos advertimos que empezaba a hacer de las suyas cuando de repente no nos saludaba a ninguno, agachando la cabeza cada vez que nos cruzábamos con él, y como le conocíamos, intuíamos que algo iba a terminar ocurriendo; el tercer día juega una hilarante partida de tres jugadas que es algo parecido a 1.e4 e5 2.Ab5? a6 3.Axd7+?? Axd7, entonces extiende la mano con una sonrisa, felicita a su rival con "muy buena esa jugada", firma su planilla y se va; el cuarto día no fui a la sala de juego y ni sé lo que pasó ni quise preguntar, pero la noche de ese cuarto día la pasó en un calabozo.