En realidad algo así fue.
Mis padres tenían una pensión, un hospedaje,donde había gente de paso, y gente que trabajaba en nuestra ciudad de lunes a viernes y que el fin de semana volvían a sus pueblos,chicos jóvenes y no tan jóvenes, y yo con cierto acceso a su intimidad. Yo era la encargada de limpiar las mesillas, quitar el polvo y vaciar los ceniceros, realizaba mi trabajo púlcramente pero mi curiosidad, me llevaba a fijarme en todo lo que podía, cuanto fumaba cada uno, qué libros leía, o las revistas que medio se escondían debajo de otros papeles. Mi pasión por leer y mi curiosidad me llevó a escudriñar atentamente aquellas revistas queme revelaban secretos que yo no conocía y que todavía tardaría en descubrir.
Él era un negro imponente, alto, fuerte, su piel brillaba y era como el ébano. Creo que era el ser más exótico sobre el que jamás se posó mi mirada. Yo le admiraba como se admira una escultura, y no albergaba ningún deseo sexual hacia él, y él me trataba a mí lo mismo que a una cucaracha. Sencillamente me ignoraba, y yo debía de ser lo suficientemente lista para no ponerme a su alcance o me pisaría.
Su novia era la chica de piel más blanca que se pueda imaginar, con una melena larga y negra, tan negra como él. El día que les vi besándose para despedirse en el portal,quedé admirada, parecía como si yo fuese una corchea que observaba una nota blanca y una negra que sonaban a la par. Era tan grande el contraste... Entonces no pensé en por qué ella le despedía en el portal, en lugar de ser él el que la llevase a casa. Imagino que a sus padres no les haría ninguna gracia.
Un día, en que la pensión estaba tranquila, él entró, yo le observé discretamente desde debajo de la mesa del comedor, donde me había refugiado a pensar, en una tarde calurosa, y me sorprendieron los aires de misterio que traía. Su novia entró tras él. Y ambos se fueron a su habitación.
La pensión estaba en un edificio antiguo, con unos techos altísimos y unas cerraduras de las que se llevaban antes. De esas que tenían una llave enorme y que yo utilizaba para hacer pompas de jabón.
Y esta vez, todavía me sirvió para jugar más, porque apliqué el ojo a su generoso agujero y me dediqué a observar. No sé por qué lo hice, por curiosa, por querer saber,no sabía qué podía esperar... Pero miré.
Ellos se desvistieron y se metieron en la cama. Hay cuerpos que cambian mucho de estar vestidos a estar desnudos. Él era impresionante y lo que su presencia insinuaba, anchas espaldas, un cuerpo cincelado por unosgenes privilegiados y una polla que realmente para ser la primera y negra que veía no sé como no me traumatizó. Porque ahora lo sé,era un bellezón, larga y oscura.
A ella también se lo debía de parecer, porque no dejaba de agarrársela con la mano, como si fuera su punto de apoyo. Ella era una beldad, con unas amplias y rotundas caderas , con unas nalgas todavía más blancas que su cara,con unas tetas preciosas, llenas, sensibles, invitadoras que me hacían desear entrar y hundir mi cara en ellas. Y la cara de placer de él mientras se las metía en la boca así lo atestiguaba.
Yo observaba sorprendida, y sin formarme mucho juicio de lo que estaba pasando, cuando reaccioné me di cuenta que mi cuerpo había despertado antes que yo, y que mi mano había buscado tímidamente mi interior para frotar las partes que latían ante semejante espectáculo.
Allí estaba yo con mi ojo pegado a la cerradura y acariciándome con la mano, atenta a cualquier sonido para salir corriendo y evitar ser pillada in fraganti en mi sesión como voyeur novata, la verdad es que nunca me ha puesto mucho mirar, pero aquello surgió tan sin pensar que no me dio tiempo a elucubrar sobre si estaba bien o no. Lo dejé para más adelante. Pero mientras procuré estar libre a la hora de la siesta en que aquella pareja se amaba,para su placer, y el mío...