Me gusta este hilo, posteemos historias al unísono (por el ruidito del teclado y eso).
En el barrio donde yo vivía había lío con los canis. Éramos mi hamijo y yo contra todo el barrio (sí, como en King Creole). Un día oí a mi hamijo gritar mi nombre, así que ya supe que había tema y salí de casa con la pala corta para pelota de cuero (es un bicho de madera maciza de dos palmos y medio de largo por dos dedos de grosor, que os cuenten BarriKada o Arisgo lo quees eso), y veo a mi compi rodeado por tres canis, uno enarbolando un ladrillo, otro un litro de cerveza y el tercero la pitón de la moto. Justo cuando yo me acercaba el del ladrillo disparó contra mi colega, y éste tuvo la suficiente sangre fría para agacharse en el último momento y que justo le pasara por encima. Para ese entonces yo ya había visto la jugada y estaba detrás del de la pitón, y con la inercia de llegar en carrera en ligera cuesta abajo, así que le solté con la pala a la cabeza, con las dos manos, a reventarle el tarro. Tuve la gran suerte de que le dí detrás de la oreja y por detrás, más bien en el esternocleidomastoideo en vez de atinarle en el cráneo (se lo habría reventado como un melón). El cani se tambaleó, balbuceó un "mehanjodido" y se desplomó sobre su puto culo. Pensé en, ya a placer, reventarle la cabeza, o desfigurarle el rostro, pero en el último momento opté por reventarle una rodilla (le metí de canto en el exterior de la rodilla, como Ed Gein metía a las gallinas), para que no me siga, y perseguir a los otros peloceniceros, a los que ya persegía mi colega. A esos no los cogimos, y cuando volvimos el pobre cabrón ya no estaba allí (yo pensaba que lo había matado y pooped a little).
Los siguientes días fueron de angustiosa espera a una llamda de la policía, y salir a la calle con mil ojos, esperando represalias.
Lo cierto es que nunca volví a ver al tipo, y desde luego sus amigos (camellitos de medio pelo e hijos de puta vieja de esas que patrullan en chándal los bares de morralla y venden hachís en barritas) jamás volvieron a molestarme.
Durante un tiempo me perché con la posibilidad de un derrame cerebral interno y muerte al cabo de unos días. Jamás (y vivía en la calle de al lado) volvía ver al cani, y poco a poco el sentimiento de haber matado a un hombre se fue diluyendo en mi corazón.
Ahora he madurado y evito los líos antes de que pasen, y canalizo mi odio contra vosotros, que por lo menos no os vais desmayar por un palazo de esos.