Simbad-III
Forero del todo a cien
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- 14 Ene 2007
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¿Qué puede hacer uno un domingo 4 de enero a las 12 de la noche? Poca cosa. Reflexionaba sobre esta circunstancia mientras averiguaba en Internet las alternativas. No me gustan las "24 Hrs.", pero viendo las que funcionan en la noche sevillana descubrí que Masajes Lydia recibe toda la noche. Está en un sitio cómodo para llegar en Nervión y de noche se puede aparcar en la misma E. Dato. Me decidí a llamar. Me dijeron que sólo había dos chicas: Carolina y Mónica. Las vi en la Web y estaban vestidas de Papa Noel porque tenían un regalito.
Allá que me fui. Me recibió Mónica, me dijo que el regalo consistía en que si entraba 30 min. (60 leuros) con cualquiera de las dos me regalaban 10 min. más. Originalidades luminotécnicas cronometradas, cuando todos sabemos que en el paraíso no existen los relojes.
Entré con Carolina. Es una chica jovencita, muy fina, morena, enigmática, que se declara canaria. Es liviana, como que flota en el aire y casi no deja que la toques, habla muy bajito... uno se la mete suavecito, disimuladamente, con cariño, para no molestarla y ella te lo agradece con una sonrisa y unos "ay, ay" imperceptibles. Es una experiencia original, casi aséptica.
El detalle hiperrealista fue que a la salida Mónica me dio una tarjeta. La leí en la calle, era de una empresa de reformas de albañilería (!) ¿Será su marido? ¿Un polvo te da derecho a rebajas de fontanería para tu casa? No sé, no tenía la cabeza en ese momento como para resolver esa clase de misterios.
Me senté en el coche y me sentí en ayunas. Encendí la radio y Los Panchos estaban cantando un bolero: "Y te vas... te vas...". Yo me había ido pero casi de vacío. Era como haber hecho el amor con un(a) fantasma. Había sido humo, no me había dejado nada, ni el olor a mujer, sólo una tarjeta para alicatarme el baño.
Entonces decidí ir al Chaparral a buscar a mi amiga ecuatoriana que viene todos los años por Navidad. Y allí estaba. No es guapa, es más bien bajita, pelo pintado de rubio, boca chiquita, con dos tetas tuneadas (es lo malo) en un cuerpo suave como el terciopelo. ¡Cómo folla esa mujer! Se traba al cuerpo y te envuelve sin dejar de acariciarte y contonearse hasta dejarte sequito. Primero un polvo salvaje, luego otro más tierno con besos largos.
A todo esto eran más de las 4 de la madrugada, ya habían cerrado el club y por poco me quedo encerrado dentro. Mi amiga en pijama tuvo que bajar a llamar al guarda y salí en una oscuridad absoluta esa noche de niebla baja donde no se veía ni dónde había dejado el coche.
Me había quedado otra vez solo, expulsado del paraíso. En la autovía de Córdoba había poco tráfico. Las luces pasaban como meteoros. Me sentí actor de una película mala de vampiros y crímenes nocturnos en carreteras americanas. Pero satisfecho de haber agotado el aburrido domingo.
Allá que me fui. Me recibió Mónica, me dijo que el regalo consistía en que si entraba 30 min. (60 leuros) con cualquiera de las dos me regalaban 10 min. más. Originalidades luminotécnicas cronometradas, cuando todos sabemos que en el paraíso no existen los relojes.
Entré con Carolina. Es una chica jovencita, muy fina, morena, enigmática, que se declara canaria. Es liviana, como que flota en el aire y casi no deja que la toques, habla muy bajito... uno se la mete suavecito, disimuladamente, con cariño, para no molestarla y ella te lo agradece con una sonrisa y unos "ay, ay" imperceptibles. Es una experiencia original, casi aséptica.
El detalle hiperrealista fue que a la salida Mónica me dio una tarjeta. La leí en la calle, era de una empresa de reformas de albañilería (!) ¿Será su marido? ¿Un polvo te da derecho a rebajas de fontanería para tu casa? No sé, no tenía la cabeza en ese momento como para resolver esa clase de misterios.
Me senté en el coche y me sentí en ayunas. Encendí la radio y Los Panchos estaban cantando un bolero: "Y te vas... te vas...". Yo me había ido pero casi de vacío. Era como haber hecho el amor con un(a) fantasma. Había sido humo, no me había dejado nada, ni el olor a mujer, sólo una tarjeta para alicatarme el baño.
Entonces decidí ir al Chaparral a buscar a mi amiga ecuatoriana que viene todos los años por Navidad. Y allí estaba. No es guapa, es más bien bajita, pelo pintado de rubio, boca chiquita, con dos tetas tuneadas (es lo malo) en un cuerpo suave como el terciopelo. ¡Cómo folla esa mujer! Se traba al cuerpo y te envuelve sin dejar de acariciarte y contonearse hasta dejarte sequito. Primero un polvo salvaje, luego otro más tierno con besos largos.
A todo esto eran más de las 4 de la madrugada, ya habían cerrado el club y por poco me quedo encerrado dentro. Mi amiga en pijama tuvo que bajar a llamar al guarda y salí en una oscuridad absoluta esa noche de niebla baja donde no se veía ni dónde había dejado el coche.
Me había quedado otra vez solo, expulsado del paraíso. En la autovía de Córdoba había poco tráfico. Las luces pasaban como meteoros. Me sentí actor de una película mala de vampiros y crímenes nocturnos en carreteras americanas. Pero satisfecho de haber agotado el aburrido domingo.