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La teta es dadora de vida, el pezón es el clavo ardiendo al que nos agarramos cuando un escalpelo afilado nos corta el cordón que aún nos ata a la madre. Cuando dejamos de ser un solo ser con ella para, desnudos y empapados en sangre y vísceras,ser lanzados a lo que ellos llaman mundo. Es a la teta, al enhiesto pezón al que nos lanzamos trémulos y asustados, como queriendo volver al mundo de sensaciones acolchadas, de sonidos apagados, al húmedo y cálido mundo uterino.
Un hombre que agarra una teta es un hombre noble, un hombre asustado y esperanzado, un hombre coherente con su yo interior. Un hombre que quiere ser niño, que quiere ser de verdad. El que se agarra a un culo es un sátiro, se agarra a la parte más vulgar, la más terrenal. El culo es nuestro contacto con la áspera enea de las sillas, con la fría y dura piedra, es mundano. Es la puerta de salida, por donde dejamos caer en una loza nuestros sueños, ilusiones, esperanzas y anhelos para despuer hacerlos desaparecer entre ruído de cañerías. El hombre que pone sus zarpas animales en un culo es eso, un animal.