cuellopavo
Frikazo
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Me he puesto nostálgico pensando que lo del puto coronavirus va a ser la puntilla de las tascas de toda la vida, y abro hilo en su memoria, para que cada cual recuerde anécdotas que le han acontecido en esos antros de mala muerte.
Las tabernas de las aldeas de por aquí eran un poco de todo, bar y tienda de ultramarinos, con la cocina de la casa comunicando. Servían hombres con monos manchados de pintura, nada de la mierda de postureo del mandil negro o blanco nuclear que se estila ahora. Se respiraba vida pura, nada de paripé.
Solían ser matrimonios, las mujeres atendían en la tienda, los hombres el bar. Un clásico que aún me emociona. Cuando deje de trabajar y me jubile igual monto algo así para rescatar los valores que están a punto de morir.
Además las tabernas de aldea eran templos del saber, y eso que sus clientes a lo mejor ni sabían poner su nombre en un papel. Puede que no hablasen de teorías cuánticas, pero hablaban de cuando podar, de cuando plantar, de un montón de cosas de las que eran sabios.
Foro > taberna > universidad. Los mayores gilipollas que me eché a la cara todos tenían carreras.
Pasemos a las mierda-anécdotas. Mi primera cerveza me la tomé en la taberna de Paspejo (Paz Pego), cerrada ya. Fiestas de Oleiros. Tocaban Arosa Express en el campo de fútbol, una maravilla, cada cuatro canciones tocaban aquello de.… con Arosa Expréss, el jolgorio estáaaaaá .
Ya en Santiago, en “A taberna do ensanche” íbamos mucho a ver el Madrid de Mourinho mis amigos y yo; y había un par de hermanos cincuentones que venían mucho por allí, muy madridistas, estaba guay ver el fútbol con ellos, uno era manco. Bueno, tenía una mano inútil más bien, una deformación congénita. El camarero y el hermano se metían mucho con el manco, le tocaban los cojones de la hostia, unas faltadas del carallo.
Pues una vez, en una semis de Champions, con nervios a flor de piel, un estudiante que se dejaba caer por ahí hizo una broma con el "manco". El hermano bimanual soltó un suspiro/gruñido, echó un trago fuerte y rápido, se levantó y le soltó un bofetón al universitario. Un bofetón de cojones, el chaval no era pequeño pero aquella hostia tenía algo de rotundo, algo del Madrid de Mou, algo de Pepe, de Coentrao y de Khedira. Un bofetón que dejó el bar en silencio. Y ese chaval que estudiaba mates o física o algo así, ese día aprendió para todo el cuatrimestre. Ese día entendió que al manco no lo insulta quien quiere, sino quien puede. En cálculo integral no te plantean esos problemas.
A Taberna do Ensanche, un buen garito para ver el fútbol y comer unas tapas. Los camareros, cojonudos. Buff, un fiestas uno de esos camarero... Next level. Su tabique debe de estar peor que los que sostienen Fabrik. Eso sí, de los bares más acogedores que hubo en Santiago. Ese tío cuidaba de los que le pegábamos duro al alpiste como a sus hijos. Tapas infinitas. Cerró hace unos años. Una lástima, había madridismo allí.
Luego también íbamos a uno que llamaban el Omaha. Tenían una camarera guapísima. El dueño era un poco fantasma y nos contaba que se la follaba, lo cual era bastante dudoso. Odalys se llamaba la chica, preciosa (bueno, con ese nombre igual sí la follaba, previo o post pago) Y siempre atenta a renovarnos las birras cada pérdida de balón de Diarrá, le dábamos mucho trabajo pero siempre fuimos muy respetuosos con las camareras. Como debe de ser: catatónicos pero "por favor", "gracias" y propina siempre.
En fin, que se pronuncie el siguiente -si es que alguien logró pasar del título de este puto tocho-
Dejo vídeo para aliviar el olor a pollaviejismo
Las tabernas de las aldeas de por aquí eran un poco de todo, bar y tienda de ultramarinos, con la cocina de la casa comunicando. Servían hombres con monos manchados de pintura, nada de la mierda de postureo del mandil negro o blanco nuclear que se estila ahora. Se respiraba vida pura, nada de paripé.
Solían ser matrimonios, las mujeres atendían en la tienda, los hombres el bar. Un clásico que aún me emociona. Cuando deje de trabajar y me jubile igual monto algo así para rescatar los valores que están a punto de morir.
Además las tabernas de aldea eran templos del saber, y eso que sus clientes a lo mejor ni sabían poner su nombre en un papel. Puede que no hablasen de teorías cuánticas, pero hablaban de cuando podar, de cuando plantar, de un montón de cosas de las que eran sabios.
Foro > taberna > universidad. Los mayores gilipollas que me eché a la cara todos tenían carreras.
Pasemos a las mierda-anécdotas. Mi primera cerveza me la tomé en la taberna de Paspejo (Paz Pego), cerrada ya. Fiestas de Oleiros. Tocaban Arosa Express en el campo de fútbol, una maravilla, cada cuatro canciones tocaban aquello de.… con Arosa Expréss, el jolgorio estáaaaaá .
Ya en Santiago, en “A taberna do ensanche” íbamos mucho a ver el Madrid de Mourinho mis amigos y yo; y había un par de hermanos cincuentones que venían mucho por allí, muy madridistas, estaba guay ver el fútbol con ellos, uno era manco. Bueno, tenía una mano inútil más bien, una deformación congénita. El camarero y el hermano se metían mucho con el manco, le tocaban los cojones de la hostia, unas faltadas del carallo.
Pues una vez, en una semis de Champions, con nervios a flor de piel, un estudiante que se dejaba caer por ahí hizo una broma con el "manco". El hermano bimanual soltó un suspiro/gruñido, echó un trago fuerte y rápido, se levantó y le soltó un bofetón al universitario. Un bofetón de cojones, el chaval no era pequeño pero aquella hostia tenía algo de rotundo, algo del Madrid de Mou, algo de Pepe, de Coentrao y de Khedira. Un bofetón que dejó el bar en silencio. Y ese chaval que estudiaba mates o física o algo así, ese día aprendió para todo el cuatrimestre. Ese día entendió que al manco no lo insulta quien quiere, sino quien puede. En cálculo integral no te plantean esos problemas.
A Taberna do Ensanche, un buen garito para ver el fútbol y comer unas tapas. Los camareros, cojonudos. Buff, un fiestas uno de esos camarero... Next level. Su tabique debe de estar peor que los que sostienen Fabrik. Eso sí, de los bares más acogedores que hubo en Santiago. Ese tío cuidaba de los que le pegábamos duro al alpiste como a sus hijos. Tapas infinitas. Cerró hace unos años. Una lástima, había madridismo allí.
Luego también íbamos a uno que llamaban el Omaha. Tenían una camarera guapísima. El dueño era un poco fantasma y nos contaba que se la follaba, lo cual era bastante dudoso. Odalys se llamaba la chica, preciosa (bueno, con ese nombre igual sí la follaba, previo o post pago) Y siempre atenta a renovarnos las birras cada pérdida de balón de Diarrá, le dábamos mucho trabajo pero siempre fuimos muy respetuosos con las camareras. Como debe de ser: catatónicos pero "por favor", "gracias" y propina siempre.
En fin, que se pronuncie el siguiente -si es que alguien logró pasar del título de este puto tocho-
Dejo vídeo para aliviar el olor a pollaviejismo
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