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BLAS DE LEZO,UN HEROE SEMIDESCONOCIDO.

Blas de Lezo y Olavarrieta nace en Pasajes (Guipúzcoa, España) el 3 de febrero de 1689. Pertenece a una familia de la nobleza con ilustres marinos entre sus antepasados y en un pueblo prácticamente dedicado en exclusiva a la mar. Por ello no debe extrañar que con apenas doce años, en 1701, se enrole como guardiamarina al servicio del conde de Toulouse, Alejandro de Borbón hijo de Luis XIV. Se integra en la armada francesa porque la española era apenas inexistente, la situación era calamitosa y lamentable, fiel reflejo del descalabro económico y la decadencia de los Austrias. Tres años más tarde estallará la Guerra de Sucesión en España, al no dejar Carlos II descendencia alguna, enfrentando a Felipe de Anjou por parte francesa y al archiduque Carlos de Austria apoyado por Inglaterra, ya que esta última temía el poderío que alcanzarían los borbones en el continente. Fue frente a Vélez-Málaga, el 24 de agosto de 1704, cuando se produce la batalla naval más importante del conflicto. En dicho combate se enfrentaron 96 naves de guerra francoespañolas (51 navíos de línea) y 68 navíos de línea angloholandeses, con 1500 y 2700 bajas respectivamente. Blas de Lezo participó en aquella batalla batiéndose de manera ejemplar hasta que una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda, teniéndosela que amputar por debajo de la rodilla. Debido al valor demostrado en aquel trance y en el propio combate, es ascendido en 1704 a Alférez de Bajel de Alto Bordo por Luis XIV y se le ofrece ser asistente de cámara de la corte de Felipe V. Evidentemente necesitó una larga recuperación y rechazó estar en la corte, pues ambicionaba conocer la artes marineras y convertirse en un gran comandante. En 1705 vuelve a bordo y aprovisiona la asediada Peñíscola. Después de esto hostiga el comercio de Génova teniéndose que enfrentar al británico Resolution (70)*, que se rinde ante el marino vasco. Continúa patrullando el Mediterráneo apresando numerosos barcos ingleses realizando valientes maniobras con un arrojo impropio, tanto es así que se le premia permitiendo llevar sus presas a Pasajes, su pueblo natal. Pero enseguida es requerido por sus superiores y en 1706 se le ordena abastecer a los sitiadores de Barcelona al mando de una pequeña flotilla Sirviéndose de su aguda inteligencia realiza su cometido brillantemente, escapa una y otra vez del cerco que establecen los ingleses para evitar el aprovisionamiento. Para ello deja flotando y ardiendo paja húmeda con el fin crear un densa nube de humo que los protegiera, pero además carga “sus cañones con unos casquetes de armazón delgada con material incendiario dentro, que, al ser disparados prendía fuego a los buques británicos” 1. Los británicos se ven impotentes ante tal despliegue de ingenio. Posteriormente se le destaca a la fortaleza de Santa Catalina de Tolón donde toma contacto con la defensa desde tierra firme en combate contra los saboyanos. En está acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le aloja en su ojo izquierdo, perdiendo para siempre la vista del mismo. Formado como marino en la armada francesa, ingresó en 1701 como guardiamarina y en 1704 combatió en la Guerra de Sucesión española como tripulante de la escuadra francesa que se enfrentó a las fuerzas combinadas de Inglaterra y Países Bajos en la batalla librada frente a Vélez Málaga. Allí perdió Lezo la pierna izquierda. Ascendido a alférez de navío, asistió al socorro de Peñíscola y de Palermo en Sicilia; estos y otros méritos le valieron un nuevo ascenso a teniente de navío. Tomó parte en la defensa del Castillo de Santa Catalina en Tolón, donde perdió el ojo izquierdo. Ostentó el mando de diversos convoyes que llevaban socorros a Felipe V, burlando la vigilancia inglesa sobre la costa catalana. En 1711 sirvió en la Armada a las órdenes de Andrés Pez. En 1713 ascendió a capitán de navío y en 1714 perdió el brazo derecho en el segundo sitio de Barcelona. En esa época, y al mando de una fragata, apresó once navíos británicos, entre ellos el emblemático Stanhope, buque muy bien armado y pertrechado. Tras una breve convalecencia es destinado al puerto de Rochefort donde es ascendido a Teniente de Guardacostas en 1707. Allí realizará otra gran gesta rindiendo en 1710 una decena de barcos enemigos, el menor de 20 piezas, y sometiendo en un impresionante combate al Stanhope (70) comandado por John Combs que le triplicaba en fuerzas. Se mantuvo un cañoneo mutuo hasta que las maniobras de Lezo dejaron al barco enemigo a distancia de abordaje, momento en el que ordenó lanzaran los garfios para llevarlo a cabo: “Cuando los ingleses vieron aquello entraron en pánico” 2. Al abordaje los españoles casi siempre superaban a sus rivales por tanto está versión no debió diferir demasiado con la realidad pues sino no se explica que saliera victorioso cuando la tripulación de Lezo era notablemente menor que la de Combs. Sea como fuere Blas de Lezo se cubre de gloria en tan fenomenal enfrentamiento, en el que incluso es herido, y es ascendido a Capitán de Fragata.

En 1712 pasa a servir a la incipiente Armada española en la flota de Andrés del Pez ya que no tenía sentido seguir en la francesa al distanciarse los monarcas español y francés. Este afamado almirante quedo maravillado ante la valía de Lezo y emitió varios escritos que le valieron su ascenso a Capitán de Navío un año mas tarde. Posteriormente participa en el asedio a Barcelona al mando del Campanella (70), en el que el 11 de septiembre de 1714 se acerca con demasiado ímpetu a sus defensas y recibe un balazo de mosquete en el antebrazo derecho, quedando la extremidad sin apenas movilidad hasta el fin de sus días. De esta manera con sólo 25 años tenemos al joven Blas de Lezo tuerto, manco y cojo.

En 1715 al mando de Nuestra Señora de Begoña (54) y ya repuesto de sus heridas se dirige en una extensa flota a reconquistar Mallorca, que se rinde sin un solo fogonazo.

Terminada la Guerra de Sucesión, se le confió el buque insignia Lanfranco. Un año después parte hacia La Habana escoltando una flota de galeones en el Lanfranco (60), barco que será retirado de servicio debido a su calamitoso estado a su regreso a Cadiz.

Allí se queda hasta 1720 cuando se le asigna un nuevo navío bautizado también como Lanfranco (62) pero además conocido como León Franco y Nuestra señora del Pilar y se le integra dentro de una escuadra hispano francesa al mando de Bartolomé de Urdizu con el cometido de limpiar de corsarios y piratas los llamados Mares del Sur o lo que es lo mismo las costas de Perú. La escuadra estaba compuesta por parte española de cuatro buques de guerra, una fragata y por parte francesa por dos navíos de línea franceses. Sus primeras operaciones fueron contra los dos barcos, el Success (70) y el Speed Well (70) del corsario inglés John Clipperton, que logró evitarles y tras hacer algunas capturas huyó a Asia donde fue capturado y ejecutado. y con él el mando de la escuadra y el generalato del Mar del Sur el 16 de febrero de 1723. En este cometido limpió de piratas y corsarios ingleses y neerlandeses las costas del Pacífico, llegando a apresar doce barcos. Contrajo matrimonio en el Perú en 1725.

En 1730 regresó a España y fue ascendido a jefe de la escuadra naval del Mediterráneo; con este cargo marchó a la República de Genova para reclamar el pago de los dos millones de pesos pertenecientes a España que se hallaban retenidos en el Banco de San Jorge, lo que consiguió, además de un homenaje a la bandera española, bajo la amenaza de bombardear la ciudad.

En 1732, a bordo del Santiago, mandó una expedición a Orán con 54 buques y 30.000 hombres y rindió la ciudad, si bien cunado se marchó, Bay Hassan logró reunir tropas y sitiarla; Lezo retornó en su socorro con seis navíos y 5.000 hombres y logró ahuyentar al pirata argelino, tras reñida lucha. No contento con esto, persiguió su nave capitana de 60 cañones, que se refugió en la bahía de Mostagán, baluarte defendido por dos castillos fortificados y 4.000 moros. Ello no arredró a Lezo, que entró tras la nave argelina despreciando el fuego de los fuertes, incendiándola y causando además grave ruina a los castillos. Patrulló después durante meses aquellos mares impidiendo que los argelinos recibieran refuerzos de Estambul, hasta que una epidemia le forzó a regresar a Cádiz.

En 1734 el rey le promovió a teniente general de la Armada. Regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias, plaza que tuvo que defender, de un sitio (1741) al que la sometió el ataque del almirante inglés Edward Vernon. La excusa de los ingleses para iniciar un conflicto con España fue por el apresamiento y la amputación de una oreja al corsario al servicio inglés Jenkins a manos de españoles al defenderse estos de los ataques que el corsario realizaba a los barcos cargados con oro que iban hacia la península. De ahí que el conflicto se llamara "La guerra de la oreja de Jenkins".

La flota inglesa, una de la más grandes que ha surcado los mares (2000 cañones dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte y 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros macheteros de Jamaica, más 4.000 reclutas de Virginia bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro libertador George Washington), superaba en más de 60 navíos a la Gran Armada de Felipe II. Para hacerse idea del mérito estratégico de la victoria, baste decir que las defensas de Cartagena no pasaban de 3.000 hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del interior, más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos navíos de guerra de los que disponía la ciudad: el Galicia que era la nave Capitana, el San Felipe, el San Carlos, el África el Dragón y el Conquistador. Blas de Lezo, sin embargo, contaba con la experiencia de 22 batallas.
Fue una gran victoria con una enorme desproporción entre los dos bandos.

Tan colosal derrota de los ingleses aseguró el dominio español de los mares durante medio siglo más hasta que lo perdió en Trafalgar, cosa que la historia inglesa no reconoce.

Pero el héroe resultó herido de muerte, falleciendo en dicha ciudad. No se conoce el lugar donde sus restos recibieron sepultura.

Su memoria es honrada por la Armada Española, que ha bautizado varios barcos con su nombre desde entonces, siendo el último una fragata de la clase F-100, la F-103 - "Blas de Lezo". Sin embargo, aunque las proezas de Blas de Lezo estén a la altura de los más grandes heroes de la historia, es un personaje prácticamente olvidado al que habría que recordar.
 
BLAS DE LEZO,UN HEROE SEMIDESCONOCIDO.

Blas de Lezo y Olavarrieta nace en Pasajes (Guipúzcoa, España) el 3 de febrero de 1689. Pertenece a una familia de la nobleza con ilustres marinos entre sus antepasados y en un pueblo prácticamente dedicado en exclusiva a la mar. Por ello no debe extrañar que con apenas doce años, en 1701, se enrole como guardiamarina al servicio del conde de Toulouse, Alejandro de Borbón hijo de Luis XIV. Se integra en la armada francesa porque la española era apenas inexistente, la situación era calamitosa y lamentable, fiel reflejo del descalabro económico y la decadencia de los Austrias. Tres años más tarde estallará la Guerra de Sucesión en España, al no dejar Carlos II descendencia alguna, enfrentando a Felipe de Anjou por parte francesa y al archiduque Carlos de Austria apoyado por Inglaterra, ya que esta última temía el poderío que alcanzarían los borbones en el continente. Fue frente a Vélez-Málaga, el 24 de agosto de 1704, cuando se produce la batalla naval más importante del conflicto. En dicho combate se enfrentaron 96 naves de guerra francoespañolas (51 navíos de línea) y 68 navíos de línea angloholandeses, con 1500 y 2700 bajas respectivamente. Blas de Lezo participó en aquella batalla batiéndose de manera ejemplar hasta que una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda, teniéndosela que amputar por debajo de la rodilla. Debido al valor demostrado en aquel trance y en el propio combate, es ascendido en 1704 a Alférez de Bajel de Alto Bordo por Luis XIV y se le ofrece ser asistente de cámara de la corte de Felipe V. Evidentemente necesitó una larga recuperación y rechazó estar en la corte, pues ambicionaba conocer la artes marineras y convertirse en un gran comandante. En 1705 vuelve a bordo y aprovisiona la asediada Peñíscola. Después de esto hostiga el comercio de Génova teniéndose que enfrentar al británico Resolution (70)*, que se rinde ante el marino vasco. Continúa patrullando el Mediterráneo apresando numerosos barcos ingleses realizando valientes maniobras con un arrojo impropio, tanto es así que se le premia permitiendo llevar sus presas a Pasajes, su pueblo natal. Pero enseguida es requerido por sus superiores y en 1706 se le ordena abastecer a los sitiadores de Barcelona al mando de una pequeña flotilla Sirviéndose de su aguda inteligencia realiza su cometido brillantemente, escapa una y otra vez del cerco que establecen los ingleses para evitar el aprovisionamiento. Para ello deja flotando y ardiendo paja húmeda con el fin crear un densa nube de humo que los protegiera, pero además carga “sus cañones con unos casquetes de armazón delgada con material incendiario dentro, que, al ser disparados prendía fuego a los buques británicos” 1. Los británicos se ven impotentes ante tal despliegue de ingenio. Posteriormente se le destaca a la fortaleza de Santa Catalina de Tolón donde toma contacto con la defensa desde tierra firme en combate contra los saboyanos. En está acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le aloja en su ojo izquierdo, perdiendo para siempre la vista del mismo. Formado como marino en la armada francesa, ingresó en 1701 como guardiamarina y en 1704 combatió en la Guerra de Sucesión española como tripulante de la escuadra francesa que se enfrentó a las fuerzas combinadas de Inglaterra y Países Bajos en la batalla librada frente a Vélez Málaga. Allí perdió Lezo la pierna izquierda. Ascendido a alférez de navío, asistió al socorro de Peñíscola y de Palermo en Sicilia; estos y otros méritos le valieron un nuevo ascenso a teniente de navío. Tomó parte en la defensa del Castillo de Santa Catalina en Tolón, donde perdió el ojo izquierdo. Ostentó el mando de diversos convoyes que llevaban socorros a Felipe V, burlando la vigilancia inglesa sobre la costa catalana. En 1711 sirvió en la Armada a las órdenes de Andrés Pez. En 1713 ascendió a capitán de navío y en 1714 perdió el brazo derecho en el segundo sitio de Barcelona. En esa época, y al mando de una fragata, apresó once navíos británicos, entre ellos el emblemático Stanhope, buque muy bien armado y pertrechado. Tras una breve convalecencia es destinado al puerto de Rochefort donde es ascendido a Teniente de Guardacostas en 1707. Allí realizará otra gran gesta rindiendo en 1710 una decena de barcos enemigos, el menor de 20 piezas, y sometiendo en un impresionante combate al Stanhope (70) comandado por John Combs que le triplicaba en fuerzas. Se mantuvo un cañoneo mutuo hasta que las maniobras de Lezo dejaron al barco enemigo a distancia de abordaje, momento en el que ordenó lanzaran los garfios para llevarlo a cabo: “Cuando los ingleses vieron aquello entraron en pánico” 2. Al abordaje los españoles casi siempre superaban a sus rivales por tanto está versión no debió diferir demasiado con la realidad pues sino no se explica que saliera victorioso cuando la tripulación de Lezo era notablemente menor que la de Combs. Sea como fuere Blas de Lezo se cubre de gloria en tan fenomenal enfrentamiento, en el que incluso es herido, y es ascendido a Capitán de Fragata.

En 1712 pasa a servir a la incipiente Armada española en la flota de Andrés del Pez ya que no tenía sentido seguir en la francesa al distanciarse los monarcas español y francés. Este afamado almirante quedo maravillado ante la valía de Lezo y emitió varios escritos que le valieron su ascenso a Capitán de Navío un año mas tarde. Posteriormente participa en el asedio a Barcelona al mando del Campanella (70), en el que el 11 de septiembre de 1714 se acerca con demasiado ímpetu a sus defensas y recibe un balazo de mosquete en el antebrazo derecho, quedando la extremidad sin apenas movilidad hasta el fin de sus días. De esta manera con sólo 25 años tenemos al joven Blas de Lezo tuerto, manco y cojo.

En 1715 al mando de Nuestra Señora de Begoña (54) y ya repuesto de sus heridas se dirige en una extensa flota a reconquistar Mallorca, que se rinde sin un solo fogonazo.

Terminada la Guerra de Sucesión, se le confió el buque insignia Lanfranco. Un año después parte hacia La Habana escoltando una flota de galeones en el Lanfranco (60), barco que será retirado de servicio debido a su calamitoso estado a su regreso a Cadiz.

Allí se queda hasta 1720 cuando se le asigna un nuevo navío bautizado también como Lanfranco (62) pero además conocido como León Franco y Nuestra señora del Pilar y se le integra dentro de una escuadra hispano francesa al mando de Bartolomé de Urdizu con el cometido de limpiar de corsarios y piratas los llamados Mares del Sur o lo que es lo mismo las costas de Perú. La escuadra estaba compuesta por parte española de cuatro buques de guerra, una fragata y por parte francesa por dos navíos de línea franceses. Sus primeras operaciones fueron contra los dos barcos, el Success (70) y el Speed Well (70) del corsario inglés John Clipperton, que logró evitarles y tras hacer algunas capturas huyó a Asia donde fue capturado y ejecutado. y con él el mando de la escuadra y el generalato del Mar del Sur el 16 de febrero de 1723. En este cometido limpió de piratas y corsarios ingleses y neerlandeses las costas del Pacífico, llegando a apresar doce barcos. Contrajo matrimonio en el Perú en 1725.

En 1730 regresó a España y fue ascendido a jefe de la escuadra naval del Mediterráneo; con este cargo marchó a la República de Genova para reclamar el pago de los dos millones de pesos pertenecientes a España que se hallaban retenidos en el Banco de San Jorge, lo que consiguió, además de un homenaje a la bandera española, bajo la amenaza de bombardear la ciudad.

En 1732, a bordo del Santiago, mandó una expedición a Orán con 54 buques y 30.000 hombres y rindió la ciudad, si bien cunado se marchó, Bay Hassan logró reunir tropas y sitiarla; Lezo retornó en su socorro con seis navíos y 5.000 hombres y logró ahuyentar al pirata argelino, tras reñida lucha. No contento con esto, persiguió su nave capitana de 60 cañones, que se refugió en la bahía de Mostagán, baluarte defendido por dos castillos fortificados y 4.000 moros. Ello no arredró a Lezo, que entró tras la nave argelina despreciando el fuego de los fuertes, incendiándola y causando además grave ruina a los castillos. Patrulló después durante meses aquellos mares impidiendo que los argelinos recibieran refuerzos de Estambul, hasta que una epidemia le forzó a regresar a Cádiz.

En 1734 el rey le promovió a teniente general de la Armada. Regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias, plaza que tuvo que defender, de un sitio (1741) al que la sometió el ataque del almirante inglés Edward Vernon. La excusa de los ingleses para iniciar un conflicto con España fue por el apresamiento y la amputación de una oreja al corsario al servicio inglés Jenkins a manos de españoles al defenderse estos de los ataques que el corsario realizaba a los barcos cargados con oro que iban hacia la península. De ahí que el conflicto se llamara "La guerra de la oreja de Jenkins".

La flota inglesa, una de la más grandes que ha surcado los mares (2000 cañones dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte y 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros macheteros de Jamaica, más 4.000 reclutas de Virginia bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro libertador George Washington), superaba en más de 60 navíos a la Gran Armada de Felipe II. Para hacerse idea del mérito estratégico de la victoria, baste decir que las defensas de Cartagena no pasaban de 3.000 hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del interior, más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos navíos de guerra de los que disponía la ciudad: el Galicia que era la nave Capitana, el San Felipe, el San Carlos, el África el Dragón y el Conquistador. Blas de Lezo, sin embargo, contaba con la experiencia de 22 batallas.
Fue una gran victoria con una enorme desproporción entre los dos bandos.

Tan colosal derrota de los ingleses aseguró el dominio español de los mares durante medio siglo más hasta que lo perdió en Trafalgar, cosa que la historia inglesa no reconoce.

Pero el héroe resultó herido de muerte, falleciendo en dicha ciudad. No se conoce el lugar donde sus restos recibieron sepultura.

Su memoria es honrada por la Armada Española, que ha bautizado varios barcos con su nombre desde entonces, siendo el último una fragata de la clase F-100, la F-103 - "Blas de Lezo". Sin embargo, aunque las proezas de Blas de Lezo estén a la altura de los más grandes heroes de la historia, es un personaje prácticamente olvidado al que habría que recordar.
 
En "la carta esférica" se cuenta la historia de unas hermosas monedas...Acuñaciones inglesas para celebrar la "victoria" en Cartagena de Indias contra Blas de Lezo...Victoria que jamás se produjo.

"Id y decid a vuestro rey que emplee su escuadra para cargar carbón, que ya será mucho, pués jamás tomará esta ciudad".
 
Taito rebuznó:
BLAS DE LEZO,UN HEROE SEMIDESCONOCIDO.

Blas de Lezo y Olavarrieta nace en Pasajes (Guipúzcoa, España) el 3 de febrero de 1689. Pertenece a una familia de la nobleza con ilustres marinos entre sus antepasados y en un pueblo prácticamente dedicado en exclusiva a la mar. Por ello no debe extrañar que con apenas doce años, en 1701, se enrole como guardiamarina al servicio del conde de Toulouse, Alejandro de Borbón hijo de Luis XIV. Se integra en la armada francesa porque la española era apenas inexistente, la situación era calamitosa y lamentable, fiel reflejo del descalabro económico y la decadencia de los Austrias. Tres años más tarde estallará la Guerra de Sucesión en España, al no dejar Carlos II descendencia alguna, enfrentando a Felipe de Anjou por parte francesa y al archiduque Carlos de Austria apoyado por Inglaterra, ya que esta última temía el poderío que alcanzarían los borbones en el continente. Fue frente a Vélez-Málaga, el 24 de agosto de 1704, cuando se produce la batalla naval más importante del conflicto. En dicho combate se enfrentaron 96 naves de guerra francoespañolas (51 navíos de línea) y 68 navíos de línea angloholandeses, con 1500 y 2700 bajas respectivamente. Blas de Lezo participó en aquella batalla batiéndose de manera ejemplar hasta que una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda, teniéndosela que amputar por debajo de la rodilla. Debido al valor demostrado en aquel trance y en el propio combate, es ascendido en 1704 a Alférez de Bajel de Alto Bordo por Luis XIV y se le ofrece ser asistente de cámara de la corte de Felipe V. Evidentemente necesitó una larga recuperación y rechazó estar en la corte, pues ambicionaba conocer la artes marineras y convertirse en un gran comandante. En 1705 vuelve a bordo y aprovisiona la asediada Peñíscola. Después de esto hostiga el comercio de Génova teniéndose que enfrentar al británico Resolution (70)*, que se rinde ante el marino vasco. Continúa patrullando el Mediterráneo apresando numerosos barcos ingleses realizando valientes maniobras con un arrojo impropio, tanto es así que se le premia permitiendo llevar sus presas a Pasajes, su pueblo natal. Pero enseguida es requerido por sus superiores y en 1706 se le ordena abastecer a los sitiadores de Barcelona al mando de una pequeña flotilla Sirviéndose de su aguda inteligencia realiza su cometido brillantemente, escapa una y otra vez del cerco que establecen los ingleses para evitar el aprovisionamiento. Para ello deja flotando y ardiendo paja húmeda con el fin crear un densa nube de humo que los protegiera, pero además carga “sus cañones con unos casquetes de armazón delgada con material incendiario dentro, que, al ser disparados prendía fuego a los buques británicos” 1. Los británicos se ven impotentes ante tal despliegue de ingenio. Posteriormente se le destaca a la fortaleza de Santa Catalina de Tolón donde toma contacto con la defensa desde tierra firme en combate contra los saboyanos. En está acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le aloja en su ojo izquierdo, perdiendo para siempre la vista del mismo. Formado como marino en la armada francesa, ingresó en 1701 como guardiamarina y en 1704 combatió en la Guerra de Sucesión española como tripulante de la escuadra francesa que se enfrentó a las fuerzas combinadas de Inglaterra y Países Bajos en la batalla librada frente a Vélez Málaga. Allí perdió Lezo la pierna izquierda. Ascendido a alférez de navío, asistió al socorro de Peñíscola y de Palermo en Sicilia; estos y otros méritos le valieron un nuevo ascenso a teniente de navío. Tomó parte en la defensa del Castillo de Santa Catalina en Tolón, donde perdió el ojo izquierdo. Ostentó el mando de diversos convoyes que llevaban socorros a Felipe V, burlando la vigilancia inglesa sobre la costa catalana. En 1711 sirvió en la Armada a las órdenes de Andrés Pez. En 1713 ascendió a capitán de navío y en 1714 perdió el brazo derecho en el segundo sitio de Barcelona. En esa época, y al mando de una fragata, apresó once navíos británicos, entre ellos el emblemático Stanhope, buque muy bien armado y pertrechado. Tras una breve convalecencia es destinado al puerto de Rochefort donde es ascendido a Teniente de Guardacostas en 1707. Allí realizará otra gran gesta rindiendo en 1710 una decena de barcos enemigos, el menor de 20 piezas, y sometiendo en un impresionante combate al Stanhope (70) comandado por John Combs que le triplicaba en fuerzas. Se mantuvo un cañoneo mutuo hasta que las maniobras de Lezo dejaron al barco enemigo a distancia de abordaje, momento en el que ordenó lanzaran los garfios para llevarlo a cabo: “Cuando los ingleses vieron aquello entraron en pánico” 2. Al abordaje los españoles casi siempre superaban a sus rivales por tanto está versión no debió diferir demasiado con la realidad pues sino no se explica que saliera victorioso cuando la tripulación de Lezo era notablemente menor que la de Combs. Sea como fuere Blas de Lezo se cubre de gloria en tan fenomenal enfrentamiento, en el que incluso es herido, y es ascendido a Capitán de Fragata.

En 1712 pasa a servir a la incipiente Armada española en la flota de Andrés del Pez ya que no tenía sentido seguir en la francesa al distanciarse los monarcas español y francés. Este afamado almirante quedo maravillado ante la valía de Lezo y emitió varios escritos que le valieron su ascenso a Capitán de Navío un año mas tarde. Posteriormente participa en el asedio a Barcelona al mando del Campanella (70), en el que el 11 de septiembre de 1714 se acerca con demasiado ímpetu a sus defensas y recibe un balazo de mosquete en el antebrazo derecho, quedando la extremidad sin apenas movilidad hasta el fin de sus días. De esta manera con sólo 25 años tenemos al joven Blas de Lezo tuerto, manco y cojo.

En 1715 al mando de Nuestra Señora de Begoña (54) y ya repuesto de sus heridas se dirige en una extensa flota a reconquistar Mallorca, que se rinde sin un solo fogonazo.

Terminada la Guerra de Sucesión, se le confió el buque insignia Lanfranco. Un año después parte hacia La Habana escoltando una flota de galeones en el Lanfranco (60), barco que será retirado de servicio debido a su calamitoso estado a su regreso a Cadiz.

Allí se queda hasta 1720 cuando se le asigna un nuevo navío bautizado también como Lanfranco (62) pero además conocido como León Franco y Nuestra señora del Pilar y se le integra dentro de una escuadra hispano francesa al mando de Bartolomé de Urdizu con el cometido de limpiar de corsarios y piratas los llamados Mares del Sur o lo que es lo mismo las costas de Perú. La escuadra estaba compuesta por parte española de cuatro buques de guerra, una fragata y por parte francesa por dos navíos de línea franceses. Sus primeras operaciones fueron contra los dos barcos, el Success (70) y el Speed Well (70) del corsario inglés John Clipperton, que logró evitarles y tras hacer algunas capturas huyó a Asia donde fue capturado y ejecutado. y con él el mando de la escuadra y el generalato del Mar del Sur el 16 de febrero de 1723. En este cometido limpió de piratas y corsarios ingleses y neerlandeses las costas del Pacífico, llegando a apresar doce barcos. Contrajo matrimonio en el Perú en 1725.

En 1730 regresó a España y fue ascendido a jefe de la escuadra naval del Mediterráneo; con este cargo marchó a la República de Genova para reclamar el pago de los dos millones de pesos pertenecientes a España que se hallaban retenidos en el Banco de San Jorge, lo que consiguió, además de un homenaje a la bandera española, bajo la amenaza de bombardear la ciudad.

En 1732, a bordo del Santiago, mandó una expedición a Orán con 54 buques y 30.000 hombres y rindió la ciudad, si bien cunado se marchó, Bay Hassan logró reunir tropas y sitiarla; Lezo retornó en su socorro con seis navíos y 5.000 hombres y logró ahuyentar al pirata argelino, tras reñida lucha. No contento con esto, persiguió su nave capitana de 60 cañones, que se refugió en la bahía de Mostagán, baluarte defendido por dos castillos fortificados y 4.000 moros. Ello no arredró a Lezo, que entró tras la nave argelina despreciando el fuego de los fuertes, incendiándola y causando además grave ruina a los castillos. Patrulló después durante meses aquellos mares impidiendo que los argelinos recibieran refuerzos de Estambul, hasta que una epidemia le forzó a regresar a Cádiz.

En 1734 el rey le promovió a teniente general de la Armada. Regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias, plaza que tuvo que defender, de un sitio (1741) al que la sometió el ataque del almirante inglés Edward Vernon. La excusa de los ingleses para iniciar un conflicto con España fue por el apresamiento y la amputación de una oreja al corsario al servicio inglés Jenkins a manos de españoles al defenderse estos de los ataques que el corsario realizaba a los barcos cargados con oro que iban hacia la península. De ahí que el conflicto se llamara "La guerra de la oreja de Jenkins".

La flota inglesa, una de la más grandes que ha surcado los mares (2000 cañones dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte y 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros macheteros de Jamaica, más 4.000 reclutas de Virginia bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro libertador George Washington), superaba en más de 60 navíos a la Gran Armada de Felipe II. Para hacerse idea del mérito estratégico de la victoria, baste decir que las defensas de Cartagena no pasaban de 3.000 hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del interior, más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos navíos de guerra de los que disponía la ciudad: el Galicia que era la nave Capitana, el San Felipe, el San Carlos, el África el Dragón y el Conquistador. Blas de Lezo, sin embargo, contaba con la experiencia de 22 batallas.
Fue una gran victoria con una enorme desproporción entre los dos bandos.

Tan colosal derrota de los ingleses aseguró el dominio español de los mares durante medio siglo más hasta que lo perdió en Trafalgar, cosa que la historia inglesa no reconoce.

Pero el héroe resultó herido de muerte, falleciendo en dicha ciudad. No se conoce el lugar donde sus restos recibieron sepultura.

Su memoria es honrada por la Armada Española, que ha bautizado varios barcos con su nombre desde entonces, siendo el último una fragata de la clase F-100, la F-103 - "Blas de Lezo". Sin embargo, aunque las proezas de Blas de Lezo estén a la altura de los más grandes heroes de la historia, es un personaje prácticamente olvidado al que habría que recordar.

Buen articulo, curiosamente de un buen amigo mio. El que quiera leerlo entero puede pasarse por aqui:

https://www.elgrancapitan.org/porta...ask=view&id=184&Itemid=2&limit=1&limitstart=1
 
A mi me fascinó siempre la biografia de Jean Genet,excelente dramaturgo francés que pasó su adolescencia en el mundo de la delincuencia y la prostitución.

Jean Genet

Jean Genet, novelista, dramaturgo y poeta francés, nacido en París (Francia), 9 de diciembre de 1910, murió también en París el 15 de abril de 1986. Está enterrado en el antiguo cementerio español de Larache, Marruecos, en una bonita y austera tumba frente al océano Atlántico.


Biografía

De padre desconocido, su madre lo entregó a la asistencia pública que lo mantuvo hasta los ocho años. De los ocho a los diez vivió con unos campesinos de Morvan a los que hizo víctimas de sus primeros robos. Acusado de ello, a la edad de diez años, Genet se convirtió en un auténtico ladrón, pasó su adolescencia en prisiones juveniles y acabó prostituyéndose más tarde. En 1943 fue condenado a cadena perpetua y a partir de entonces comenzó a escribir.

Sus novelas y obras teatrales están llenas de situaciones sexuales y temas que trataban de proxenetas, ladrones, homosexuales y otros marginados sociales, reflejando su propia experiencia como preso y homosexual. Jean-Paul Sartre, Jean Cocteau y Pablo Picasso encontraron su obra tan brillante que pidieron el indulto y su condena fue finalmente revocada en 1948. De 1954 a 1956 fue nuevamente condenado a varios meses de prisión por atentado contra el pudor y pornografía. El compromiso político de Genet le llevó a apoyar a los Panteras Negras y a la OLP. En su obra póstuma Un cautivo enamorado, editada por Gallimard en 1986 y traducida al castellano en Editorial Debate en 1988, Genet recoge textos elaborados durante su estancia en Jordania y Líbano al lado de los fedaiyin. Jean Genet, que se encontraba en Beirut, fue uno de los primeros europeos en entrar en el campo de refugiados palestinos de Chatila donde tan sólo horas antes los falangistas (kataeb) libaneses, apoyados por el ejército israelí, acababan de asesinar a la mayoría de sus indefensos habitantes. El resultado de esta visita es su texto 4 horas en Chatila publicado censurado en la Revue d´Etudes palestiniennes en su número de enero de 1983; hay disponible una traducción en castellano de la versión oficial en CSCA.

En 1984 la Academia Francesa le concedió el Premio Nacional de Literatura. Murió en abril de 1986, casi olvidado.


Obras

Desde 1940 a 1946, escribe sus primeras obras en las cárceles de Fresnes, de Tourelles, y de la Santé. Su primera novela, considerada su mejor obra fue Nuestra Señora de las flores (1944). En ésta describe un viaje a través del mundo del hampa parisina. En El milagro de la rosa (1946), escribe sobre su vida en prisión, donde vuelve a encontrarse con antiguos amantes de las prisiones juveniles.

Novelas

Nuestra señora de las flores (1944)
El milagro de la rosa (1946)
Pompas fúnebres (1947)
Querella de Brest (1947)
Teatro

Las criadas (1947)
Severa vigilancia (1949]])
El balcón (1956)
Los negros (1959)
Los biombos (1961)
Diario del ladrón (1949)
Textos

Un cautivo enamorado (1986)
Poesía

El condenado a muerte (1942)
Película

Un canto de amor (Un chant d'Amour) (1950)
Sobre Jean Genet

San Genet comediante y mártir, por Jean-Paul Sartre
Querella de Brest cuya versión cinematográfica fue el último largometraje de Rainer Werner Fassbinder
La película Poison de Todd Haynes (1991) también se basó en la obra de Genet
La canción Jean Genie de David Bowie está basada en él
4 horas en Chatila
 
SOICHIRO HONDA - EL PADRE DE HONDA MOTOR CO.

SOICHIRO HONDA - EMPRESARIO JAPONES

Nacido en 1906, la fascinación de Soichiro Honda por los motores empezó a muy temprana edad. A los dos o tres años –según el mismo relato-, cuando vio por primera vez una máquina de descargar arroz en la plantación de su padre. Fue tan profunda esa experiencia que él quedó absorto, observándola todas las tardes en compañía de su abuelo. Incluso ahora dice sentir el olor del combustible, el humo y el rítmico traqueteo saliendo de ella.
Herencia mecánica
Esa inclinación por los motores no era gratuita. En realidad, la heredó de su padre, un agricultor pobre, pero a quién le gusto estar siempre rodeado de artefactos que le facilitaran sus labores. La predilección por la mecánica dio lugar a que su padre creara, en su pueblo el primer taller de reparación de máquinas agrícolas y, luego, de bicicletas. Sorprendidos, los pobladores no hacían más que predecir desgracias. No sabían, por el contrario, allí se estaba creando una de las mayores fuentes de la fortuna industrial del futuro Japón.
Ya adolescente, Soichiro no sólo descubriría más secretos de la mecánica, sino también a Napoleón, hombre a quien también admiraba su padre. Una sola lectura de su biografía marco a fuego su vida. Pues el joven Honda encontró en ella sorprendentes similitudes con su vida. Porque, como él, Napoleón era bajo de estatura y había nacido en una isla. La única diferencia era que Napoleón había conquistado un continente, Soichiro se prometió entonces hacer lo mismo.
Cuidador del bebé
Mientras tanto, su vida trascurría entre máquinas y la apasionada lectura de una sola cosa: “El mundo de las ruedas”, una revista de mecánica automotriz. Fue ella la que le serviría a Honda como pista de despegue para poner a volar sus sueños. Específicamente, fue un aviso, en el requerían un aprendiz de mecánico en la compañía automotriz Hart Shokai, de Tokio. A los 15 años estaba trabajando en ella.
La experiencia no fue grata. En realidad, su tarea en la fábrica consistía en cuidar al bebé de su empleador. Saka Kibara. Soichiro se decepcionó, pero no se amilanó. Ponía al bebé a su espalda y paseaba por el taller viéndolo todo. Así amplió sus primeros y artesanales conocimientos de mecánica.
Seis años después y convertido ya en un mecánico dotado e ingenioso, Kibara le propuso encargarse de una sucursal de Hamamatsu, el taller de reparaciones de herramientas agrícolas de la empresa, en su pueblo natal. Soichiro aceptó sin dudarlo un segundo. Era un sueño.
En su nueva tarea destacó por su agudo ingenio. Aceptaba reparaciones que los otros dos talleres rechazaban por ser casi imposibles. Y no paró de crear. Fue así, a los 30 años, elaboró los aros de metal, los cuales reemplazaron a los de madera. Fue su primer gran invento. Pero inquieto como siempre, y sintiéndose capaz de triunfar independientemente, se lanzó al proyecto de reformar los pistones. Con venció a sus socios conservadores y fundó un negocio propio: Tokai Seiki, empresa industrial de producción de segmentos de pistón.
Sin los conocimientos científicos para cumplir con la tarea, Soichiro fracasó. Había quemado todas sus naves en el intento. Enfermó por la decepción, pero volvió a la carga dos meses después: se inscribió en la universidad. Sus estudios duraron poco, sólo dos años. El motivo: lo expulsaron porque Soichiro asistía sólo a las clases referidas a segmentos de pistones, a ninguna otra. Estando fuera, pero lleno de conocimientos, volvió a su empresa y elaboró los
pistones con todas las características requeridas. Tokai Seiki no sólo renació, sino logró una envidiable reputación en su ramo.
Sueño bombardeado
Su éxito, sin embargo, fue literalmente bombardeado. Era 1945 y la Segunda Guerra Mundial había empezado. Las bombas norteamericanas destruyeron todo lo construido hasta entonces. Los transportes automotores estaban destruidos. El único medio para la movilización masiva era bicicleta. Esta limitación despertó al genio que Soichiro tenía en sí mismo, entonces pensó en ponerles motor y lo hizo. Al comienzo en pequeña escala, combinando esa tarea con la de montaje de motores. Pero decidido a fabricarlas en serie, el 24 de septiembre de 1948, Soichiro creó Honda Motor Company.
Honda daba por descontado el éxito. Pero una vez más vio el fracaso: el motor, paradójicamente llamado por él, “Dream”, se convirtió en una pesadilla. Era demasiado pesado para una moto y debía ser reducirlo. El intento lo dejó desfinanciado. Otra vez quedó al borde de la bancarrota.
El éxito de la tenacidad
Siempre tenaz, Honda no se dejó abatir por el infortunio. Comprendió los límites de trabajar solo y no tener conocimientos de administración. Se rodeó entonces de los mejores asistentes y buscó la ayuda de Takeo Fujisawa, administrador de gran talento. Así Honda reelaboró su modelo y creó uno revolucionario, más rápido y silencioso al anterior. El éxito retornó casi en forma inmediata para Soichiro. Diez años más tarde todos los fabricantes del mundo se lo copiaron.
La nueva máquina logró un éxito rotundo. Se fabricaban 9000 unidades por mes, lo cual impulso para crecer e instalar fábricas en otros lugares. Con las no pocas dificultades que tiene quien no pertenecía al establishment japonés, convenció a los bancos para le otorguen un crédito. Pasó a producir 25 mil unidades mensuales.
Nace un Imperio
Con estos ingresos creó 13 mil concesionarios y cinco fábricas que llevaban su nombre. Soichiro Honda se convirtió en millonario, pero no paraba de tener sueños, quería expandirse mundialmente. “Partí de la convicción simple, si otros llegaban a construir máquinas tan rápidas no existía razón para que yo no pudiera hacer lo mismo”, dice. Para lograrlo, Honda viajó a Europa y compró todas las mejores motocicletas disponibles. Ya de regreso, las desarmó y estudió meticulosamente. A partir de ellas creó su propia moto de carrera.
La reputación de sus motos –por los triunfos conseguidos en las competencias internacionales- creció tan rápido como las filiales de Honda en el orbe. Soichiro sintió que, tras tantas penurias, su sueño de conquistar el mundo se había hecho realidad al fin. Entonces se sentía semejante a su héroe Napoleón. Pero quería más: “En ese momento había llegado el momento de lanzarme a la realización de otro sueño. Intentar la victoria en Fórmula 1. Era un poco como tentar lo imposible. Pero había tomado la decisión”. Y lo consiguió. En 1962, la Sociedad Honda anunció se lanzaría a la fabricación de automóviles. No le aguardaba una tarea fácil, el pequeño Honda debía competir con el Goliat de la industria automotriz, Estados Unidos.
Aquí, como sucedió con las motos, fue con los triunfos en las competencias que se instaló en el mercado. Luego de dificultades iniciales, Honda vio cristalizado su sueño el 24 de octubre de 1965, fecha en la cual un carro suyo logró el primer puesto de la competencia. Había vencido a máquinas como Ferrari y Lotus, con muchos más años de competencia e investigaciones.
Éxito del instinto
Fortalecido por sus éxitos, Honda decidió fabricar vehículos para el gran público en 1967. Fiel a la experiencia de las motos de consumo económico, Soichiro se propuso fabricar vehículos pequeños. Su aguzado instinto lo llevó más allá de lo esperado. Vio con la crisis del petróleo, en ese momento todavía imprevisible, fabricar autos de bajo consumo de combustible iba a darle una formidable ventaja sobre sus competidores, preocupados más por el diseño de automóviles grandes.
El shock petrolero trabajó por Honda. La crisis obligó a sus competidores a repensar y reestructurar todos sus diseños. A los norteamericanos, superar el shock les llevó 10 años. Mientras tanto, Honda inundó el mercado con autos que los consumidores le arrancaban de las manos como el Honda Civic. No contento con ello, Soichiro instaló en sus automóviles un sistema anticontaminación e inició la robotización precoz de sus fábricas. Con estos dos hechos no sólo se adelantó a sus rivales, sino dejó maravillados a todos.
Poco después de la guerra, Japón era en efecto una nación arruinada, el salario mínimo era de mil dólares al año. No obstante, gracias a individuos como Soichiro Honda ocurrió lo que se ha llamado el “milagro japonés”.
Murió en Tokio en 1991, tras haber conseguido crear de la nada una de las empresas más conocidas, valoradas y rentables de la industria de la automoción.

Personalmente, me encanta su historia, su valor y su determinación, pero, sobre todo... LO QUIERO!!!! por ser el creador de mi juguete preferido...


Honda Goldwing 1800

Redwing.jpg



Honda Goldwing 1500

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Para celebrar mi post 200 os dejo la biografia de uno de mis personajes históricos predilectos...uno de los hombres que podria haber cambiado la historia.

El gran ANIBAL BARCA

Infancia

En 237 adC, tras el fin de la Primera Guerra Púnica, su padre Amílcar fue enviado por el Consejo cartaginés a Iberia, acompañado por su yerno Asdrúbal el Bello. La leyenda cuenta que Amílcar no era partidario de llevarse a su hijo, de tan sólo nueve años, a la ardua empresa de la conquista de Iberia, si bien consintió finalmente en llevar a su hijo a condición de que jurara enemistad eterna hacia Roma.

El objetivo de Amílcar era someter las antiguas factorías fenicias de la costa, asegurando su lealtad a Cartago, y asentar el dominio púnico en las tierras del interior, tierras dominadas por las tribus ibéricas. Esta empresa tenía como finalidad garantizar tanto la explotación directa de las ricas minas de Sierra Morena para el pago de la indemnización de guerra, como la posesión directa de un territorio que podía suministrar a Cartago importantes recursos, tanto materiales como humanos, en vistas a una nueva confrontación con Roma.


Ascensión a general y campañas en Iberia

A la muerte de Amílcar en 228 adC, Asdrúbal el Bello quedó al mando del ejército cartaginés en Iberia y, asesinado éste en 221 adC, el ejército eligió a Aníbal como estratega. Sin embargo, como sucediera con Asdrúbal, en Cartago el nombramiento fue mal recibido entre los aristócratas, denominados "Los Viejos", defensores del nombramiento de Hannón, ya que consideraban que era peligroso convertir el mando del ejército en un cargo hereditario y más cuando lo ostentaban miembros de una familia demócrata, como era el caso de los Barca. A pesar de ello, el Consejo púnico confirmó el nombramiento hecho por la tropa.

Vistas las dificultades finalmente superadas de su nombramiento, Aníbal decidió lanzarse a realizar conquistas que demostraran su pericia en el mando y saciaran la sed de oro de los avariciosos aristócratas que tanto habían desconfiando de la oportunidad de su mando. Recorrió el interior de la península ibérica durante dos años alcanzando con su campaña renombre militar, la confianza de sus soldados y tesoros inmensos para Cartago, llegando de esta manera a una situación en la que sí podría enfrentarse a los romanos. Para evitar una inminente confrontación entre Roma y Cartago, Asdrúbal, yerno de Amílcar Barca y general de los ejércitos cartagineses a la muerte de éste, estableció un tratado por el cual no se podía extender la influencia cartaginesa más allá del norte del río Ebro. La alianza entre Roma y Sagunto, firmada posteriormente al tratado, vulneraba este tratado debido a estar la ciudad en la órbita de influencia cartaginesa. Esa es la razón por la que Aníbal atacó Sagunto en el año 219 adC, provocando el estallido de la contienda.

La oportunidad se presentó a las puertas de Sagunto, a la sazón aliada de Roma, la misma ciudad que casi veinte años antes su padre había respetado al considerar que Cartago no se encontraba aún preparada para la guerra. Enfrascada en un pleito sobre los límites territoriales con Túrbula (la actual Teruel) atacaron a territorios pertenecientes a Cartago y Aníbal, con la autorización del Consejo cartaginés, respondió a las agresiones destruyendo por completo a la ciudad en el año 219 adC, tras un sitio que se prolongó durante ocho meses.

Aprovechando este hecho como excusa, una embajada de Roma declaró la guerra contra Cartago, una guerra que estaba planeada hacía mucho tiempo, pero que había sido postergada por el escaso apoyo popular romano. Anibal le confió la defensa de Iberia a su hermano Asdrúbal y partió en la primavera del 218 adC con 100.000 infantes, 12.000 caballos y 50 elefantes a la conquista de Roma. Su ejército estaba formado por libios (africanos) y mercenarios íberos que se habían ido uniendo al ejército cartaginés a medida que, primero su padre, luego Asdrúbal, y finalmente el propio Aníbal, conquistaran el territorio. De esta forma, Anibal pretendía desviar el golpe mortal que recaería sobre la metrópolis cartaginesa mediante un ataque desesperado directo al corazón de la República Romana.


Dirigiéndose hacia el norte, llegó a vadear el Ebro, frontera con el territorio romano, sin hallar resistencia entre los pueblos que encontró a su paso. En este punto confió a Hannón 11.000 hombres para mantener las comunicaciones entre el Ebro y los Pirineos, lugar hasta el que continuó, atravesándolo y avanzando luego hasta el Ródano. A pesar de sostener algunos combates con los galos que encontró a su paso, consiguió firmar pactos con algunos de ellos, ofreciéndoles las riquezas que encontraran más allá de las montañas.


Hacia Roma

A medida que avanzaban hacia Roma, la infantería de Anibal se redujo a la mitad, mayoritariamente por la deserción de algunas tropas novatas ibéricas que se habían unido a último momento motivadas por la fama adquirida por el estratega luego de sus victorias. Cuando Aníbal estaba preparando a sus tropas para cruzar el Ródano, un gran contingente de volcos, que habitaban en las cercanías del río se situó en la otra orilla con la intención de evitar que los cartagineses cruzaran el río. Consciente de que por la fuerza no podría cruzar el río, Aníbal envió a Hannón con un destacamento de mercenarios iberos río arriba, con el fin de que cruzasen el río sin ser vistos y sorprendieran por la retaguardía a los volcos.

Así, remontaron el río hasta un lugar donde era menos profundo y al día siguiente, estas tropas bajaron hasta el campamento enemigo, cayendo sobre él y ahuyentando a los celtas, al tiempo que Aníbal cruzaba el Ródano.

A finales de octubre Aníbal llegó al nacimiento del río Isère, al pie de los Alpes, emprendiendo sin demora la ascensión a las altas y nevadas cumbres. Desde una de ellas (quizá el monte Ginebra, el Col d’Argentière o acaso el monte Cenis) el general mostró a los suyos la llanura del Po y las campiñas romanas; nadie hasta entonces había cruzado por tales lugares con un ejército hasta que veinte siglos después Napoleón conseguiría repetir tal hazaña.

A pesar de la oposición de los nativos (galos cisalpinos) y de la dureza del descenso, logró cruzar los Alpes pisando por fin suelo romano, dando al traste con los intentos de los romanos de mantener su territorio al margen de la guerra. Pero las bajas habían sido terribles; no quedándole más que 20.000 infantes y 6.000 caballos para hacer frente a un pueblo que podía oponerle un ejército de 800.000 soldados.

Tras un pequeño descanso para reparar su exhausto ejército, se enfrentó a los taurinos (de Taurini, la actual Turín), derrotándoles y prosiguiendo su avance a lo largo del río Po obligando a los romanos a evacuar la Lombardía por la superioridad de su caballería. La mayor parte de los galos cisalpinos (celtas), que conservaban el resquemor de la reciente derrota sufrida a manos de los romanos, se incorporaron al ejército de Aníbal, sobre todo tras su victoria en la batalla del Trebia, río afluente del Po, en diciembre de (219 adC) en las cercanías de Placencia, primera batalla formal entre Aníbal y los romanos de la Segunda Guerra Púnica.

Tras la victoria y asegurada su posición, Aníbal decidió acuartelar sus tropas para invernar, pero sospechando la deserción de los galos, determinó atravesar los Apeninos buscando al sur una base de operaciones más segura. Marchó en primavera de 217 adC sobre Arezzo, tan pronto como se lo permitió la estación y siguiendo los caminos pantanosos a lo largo de los ríos Arno y Clani que se encontraban en aquella época del año casi intransitables. A causa del frío y de la falta de descanso perdió un ojo y durante un tiempo fue llevado en camilla.

Atravesados los Apeninos y después de derrotar en la lago Trasimeno al cónsul Flaminio, que pereció en la batalla, avanzó hacia Roma, donde Quinto Fabio Máximo había sido nombrado dictador. En su avance derrotó a Marco Minucio Rufo y luego, en la Cannas, en agosto de 216 adC, derrotó a los cónsules Cayo Terencio Varrón y Paulo Emilio recientemente nombrados y a su poderoso ejército de 80.000 legionarios con un ejército de tan solo 30.000. Ese mismo año, tras un largo sitio conquistó Capua, la segunda ciudad más grande de Italia, convirtiéndola en su nueva base.

A pesar de sus victorias no pudo aún marchar contra Roma, que podía resistir un largo sitio gracias a sus murallas y su constante aprovisionamiento por mar. Tampoco era viable el asedio de la ciudad, porque Anibal carecía de material de asedio y hombres suficientes. De modo que envió a su hermano Magón a solicitar refuerzos a Cartago. La respuesta, por boca de Hannón el Grande, no pudo ser más desalentadora: Si Aníbal es vencedor, no los necesita; si es vencido, no es digno de ellos. Sin ayuda exterior, su posición en el sur de Italia se fue dificultando, al tiempo que su objetivo de conquistar Roma se tornó cada vez más remoto. Por otra parte, le resultaba cada vez más dificil defender a los pueblos que habían estado bajo el yugo romano y que ahora se aliaban con Anibal porque veían en él a su libertador dada la falta de efectivos. En los años siguiente ocupó las ciudades de Tarentum (actual Tarento) en 211 adC y Samnium en 210 adC, aunque también sufrió algunos reveses, como la pérdida de Capua.


Regreso a Cartago

Con la pérdida de Tarentum (actual Tarento) en 209 adC y la gradual reconquista romana, su posición en el sur de Italia estaba perdida. En 207 adC, Aníbal volvió sobre Apulia, donde quería concentrar sus fuerzas en espera de la llegada de su hermano Asdrúbal para lanzarse sobre Roma. Pero su hermano, aunque logró entrar en Italia, fue derrotado, falleciendo en el combate. Enterado, Aníbal se replegó en las montañas a esperar refuerzos; sin embargo, el resultado de la guerra, extendida ya por España y Sicilia, se fue tornando favorable a los romanos. El joven cónsul Publio Cornelio Escipión El Africano, que consiguió someter Sicilia y posteriormente Hispania , decidió trasladar la guerra a África para alejar a los cartagineses de Roma. Cartago, viéndose en peligro llamó a Aníbal que acudió, no sin antes saquear por el camino el tesoro público de muchas ciudades, dando así rienda suelta a su ira por tener que abandonar la lucha que durante 16 años había mantenido en tierra ajena sin lograr su propósito.

Una vez en Cartago, consciente del peligro que acechaba la ciudad, rehusó el enfrentamiento a pesar de las críticas del Consejo y se reunió con el general Escipión en la ciudad de Zama, 160 km al sur de Cartago, para negociar la paz, pero ante la falta de acuerdo, los generales se retiraron a sus campamentos. Poco después, en el campo de batalla cercano a la citada ciudad, el ejército cartaginés cayó derrotado por la gran superioridad de la caballería romana (202 adC). Tras la derrota, el Consejo, por iniciativa de Aníbal, envió embajadores para que aceptasen el convenio de paz ofrecido por Roma, con lo que finalizaba la Segunda Guerra Púnica.

De regreso a Cartago, Aníbal se hizo nombrar sufete, equivalente al cónsul romano, cargo desde el que mostró sus dotes de estadista llevando a cabo algunas reformas por el bien de la república, como por ejemplo, poner coto a los abusivos tributos exigidos por Roma para la firma de la paz, de forma que pudieran satisfacerse a plazos sin necesidad de imponer al pueblo impuestos adicionales extraordinarios. Siete años después de la derrota de Zama, los romanos, recelosos de la nueva prosperidad de Cartago, enviaron embajadores a la ciudad; intuyendo Aníbal que pretendían que se les entregase su persona, embarcó en secreto para refugiarse en la corte de Antíoco III, en Siria.

Captado el afecto del rey, pensó en coaligarlo con Filipo V de Macedonia y los cartagineses para invadir Italia por segunda vez. Con el propósito de informar a sus amigos del plan, envió un hombre a Cartago. Sin embargo, el plan fue descubierto y su emisario obligado a huir mientras la República renovó sus promesas de lealtad a Roma. Cornelio Nepote afirma que tres años después de su huída de Cartago, Aníbal se acercó con cinco barcos a las costas de Cirene para inducir a los cartagineses a la guerra contra Roma, pero que fracasado su proyecto, volvió a Siria. En 190 adC, Antíoco es derrotado en una batalla de la desembocadura del río Eurymedon.

Tras la derrota de Antíoco en Sipilo, Roma impuso la entrega de Aníbal como condición para la firma de la paz. Avisado por Antíoco, Aníbal huyó a Bitinia para ponerse bajo la protección de Prusias. Sin embargo, Roma consiguió descubrir el destino de su mortal enemigo, enviando una embajada de la que formó parte Flaminio, para solicitar de Prusias la entrega de Aníbal.

Temeroso de la reacción que pudiera causar en Roma una negativa, pero sin querer faltar al deber de la hospitalidad, Prusias accedió pero diciéndoles a los embajadores que procediesen ellos mismos a su captura, ya que no les sería difícil encontrar su morada. La encontraron y rodearon con soldados todas las salidas del castillo. Aníbal, enterado de que no había escapatoria, tomó un veneno que siempre llevaba en su anillo y pronunció sus últimas y célebres palabras Libremos a Roma de sus inquietudes, ya que no sabe esperar la muerte de un anciano. Ese mismo año, en Italia fallecería también Escipión.
 
Para celebrar mi post 200 os dejo la biografia de uno de mis personajes históricos predilectos...uno de los hombres que podria haber cambiado la historia.

El gran ANIBAL BARCA

Infancia

En 237 adC, tras el fin de la Primera Guerra Púnica, su padre Amílcar fue enviado por el Consejo cartaginés a Iberia, acompañado por su yerno Asdrúbal el Bello. La leyenda cuenta que Amílcar no era partidario de llevarse a su hijo, de tan sólo nueve años, a la ardua empresa de la conquista de Iberia, si bien consintió finalmente en llevar a su hijo a condición de que jurara enemistad eterna hacia Roma.

El objetivo de Amílcar era someter las antiguas factorías fenicias de la costa, asegurando su lealtad a Cartago, y asentar el dominio púnico en las tierras del interior, tierras dominadas por las tribus ibéricas. Esta empresa tenía como finalidad garantizar tanto la explotación directa de las ricas minas de Sierra Morena para el pago de la indemnización de guerra, como la posesión directa de un territorio que podía suministrar a Cartago importantes recursos, tanto materiales como humanos, en vistas a una nueva confrontación con Roma.


Ascensión a general y campañas en Iberia

A la muerte de Amílcar en 228 adC, Asdrúbal el Bello quedó al mando del ejército cartaginés en Iberia y, asesinado éste en 221 adC, el ejército eligió a Aníbal como estratega. Sin embargo, como sucediera con Asdrúbal, en Cartago el nombramiento fue mal recibido entre los aristócratas, denominados "Los Viejos", defensores del nombramiento de Hannón, ya que consideraban que era peligroso convertir el mando del ejército en un cargo hereditario y más cuando lo ostentaban miembros de una familia demócrata, como era el caso de los Barca. A pesar de ello, el Consejo púnico confirmó el nombramiento hecho por la tropa.

Vistas las dificultades finalmente superadas de su nombramiento, Aníbal decidió lanzarse a realizar conquistas que demostraran su pericia en el mando y saciaran la sed de oro de los avariciosos aristócratas que tanto habían desconfiando de la oportunidad de su mando. Recorrió el interior de la península ibérica durante dos años alcanzando con su campaña renombre militar, la confianza de sus soldados y tesoros inmensos para Cartago, llegando de esta manera a una situación en la que sí podría enfrentarse a los romanos. Para evitar una inminente confrontación entre Roma y Cartago, Asdrúbal, yerno de Amílcar Barca y general de los ejércitos cartagineses a la muerte de éste, estableció un tratado por el cual no se podía extender la influencia cartaginesa más allá del norte del río Ebro. La alianza entre Roma y Sagunto, firmada posteriormente al tratado, vulneraba este tratado debido a estar la ciudad en la órbita de influencia cartaginesa. Esa es la razón por la que Aníbal atacó Sagunto en el año 219 adC, provocando el estallido de la contienda.

La oportunidad se presentó a las puertas de Sagunto, a la sazón aliada de Roma, la misma ciudad que casi veinte años antes su padre había respetado al considerar que Cartago no se encontraba aún preparada para la guerra. Enfrascada en un pleito sobre los límites territoriales con Túrbula (la actual Teruel) atacaron a territorios pertenecientes a Cartago y Aníbal, con la autorización del Consejo cartaginés, respondió a las agresiones destruyendo por completo a la ciudad en el año 219 adC, tras un sitio que se prolongó durante ocho meses.

Aprovechando este hecho como excusa, una embajada de Roma declaró la guerra contra Cartago, una guerra que estaba planeada hacía mucho tiempo, pero que había sido postergada por el escaso apoyo popular romano. Anibal le confió la defensa de Iberia a su hermano Asdrúbal y partió en la primavera del 218 adC con 100.000 infantes, 12.000 caballos y 50 elefantes a la conquista de Roma. Su ejército estaba formado por libios (africanos) y mercenarios íberos que se habían ido uniendo al ejército cartaginés a medida que, primero su padre, luego Asdrúbal, y finalmente el propio Aníbal, conquistaran el territorio. De esta forma, Anibal pretendía desviar el golpe mortal que recaería sobre la metrópolis cartaginesa mediante un ataque desesperado directo al corazón de la República Romana.


Dirigiéndose hacia el norte, llegó a vadear el Ebro, frontera con el territorio romano, sin hallar resistencia entre los pueblos que encontró a su paso. En este punto confió a Hannón 11.000 hombres para mantener las comunicaciones entre el Ebro y los Pirineos, lugar hasta el que continuó, atravesándolo y avanzando luego hasta el Ródano. A pesar de sostener algunos combates con los galos que encontró a su paso, consiguió firmar pactos con algunos de ellos, ofreciéndoles las riquezas que encontraran más allá de las montañas.


Hacia Roma

A medida que avanzaban hacia Roma, la infantería de Anibal se redujo a la mitad, mayoritariamente por la deserción de algunas tropas novatas ibéricas que se habían unido a último momento motivadas por la fama adquirida por el estratega luego de sus victorias. Cuando Aníbal estaba preparando a sus tropas para cruzar el Ródano, un gran contingente de volcos, que habitaban en las cercanías del río se situó en la otra orilla con la intención de evitar que los cartagineses cruzaran el río. Consciente de que por la fuerza no podría cruzar el río, Aníbal envió a Hannón con un destacamento de mercenarios iberos río arriba, con el fin de que cruzasen el río sin ser vistos y sorprendieran por la retaguardía a los volcos.

Así, remontaron el río hasta un lugar donde era menos profundo y al día siguiente, estas tropas bajaron hasta el campamento enemigo, cayendo sobre él y ahuyentando a los celtas, al tiempo que Aníbal cruzaba el Ródano.

A finales de octubre Aníbal llegó al nacimiento del río Isère, al pie de los Alpes, emprendiendo sin demora la ascensión a las altas y nevadas cumbres. Desde una de ellas (quizá el monte Ginebra, el Col d’Argentière o acaso el monte Cenis) el general mostró a los suyos la llanura del Po y las campiñas romanas; nadie hasta entonces había cruzado por tales lugares con un ejército hasta que veinte siglos después Napoleón conseguiría repetir tal hazaña.

A pesar de la oposición de los nativos (galos cisalpinos) y de la dureza del descenso, logró cruzar los Alpes pisando por fin suelo romano, dando al traste con los intentos de los romanos de mantener su territorio al margen de la guerra. Pero las bajas habían sido terribles; no quedándole más que 20.000 infantes y 6.000 caballos para hacer frente a un pueblo que podía oponerle un ejército de 800.000 soldados.

Tras un pequeño descanso para reparar su exhausto ejército, se enfrentó a los taurinos (de Taurini, la actual Turín), derrotándoles y prosiguiendo su avance a lo largo del río Po obligando a los romanos a evacuar la Lombardía por la superioridad de su caballería. La mayor parte de los galos cisalpinos (celtas), que conservaban el resquemor de la reciente derrota sufrida a manos de los romanos, se incorporaron al ejército de Aníbal, sobre todo tras su victoria en la batalla del Trebia, río afluente del Po, en diciembre de (219 adC) en las cercanías de Placencia, primera batalla formal entre Aníbal y los romanos de la Segunda Guerra Púnica.

Tras la victoria y asegurada su posición, Aníbal decidió acuartelar sus tropas para invernar, pero sospechando la deserción de los galos, determinó atravesar los Apeninos buscando al sur una base de operaciones más segura. Marchó en primavera de 217 adC sobre Arezzo, tan pronto como se lo permitió la estación y siguiendo los caminos pantanosos a lo largo de los ríos Arno y Clani que se encontraban en aquella época del año casi intransitables. A causa del frío y de la falta de descanso perdió un ojo y durante un tiempo fue llevado en camilla.

Atravesados los Apeninos y después de derrotar en la lago Trasimeno al cónsul Flaminio, que pereció en la batalla, avanzó hacia Roma, donde Quinto Fabio Máximo había sido nombrado dictador. En su avance derrotó a Marco Minucio Rufo y luego, en la Cannas, en agosto de 216 adC, derrotó a los cónsules Cayo Terencio Varrón y Paulo Emilio recientemente nombrados y a su poderoso ejército de 80.000 legionarios con un ejército de tan solo 30.000. Ese mismo año, tras un largo sitio conquistó Capua, la segunda ciudad más grande de Italia, convirtiéndola en su nueva base.

A pesar de sus victorias no pudo aún marchar contra Roma, que podía resistir un largo sitio gracias a sus murallas y su constante aprovisionamiento por mar. Tampoco era viable el asedio de la ciudad, porque Anibal carecía de material de asedio y hombres suficientes. De modo que envió a su hermano Magón a solicitar refuerzos a Cartago. La respuesta, por boca de Hannón el Grande, no pudo ser más desalentadora: Si Aníbal es vencedor, no los necesita; si es vencido, no es digno de ellos. Sin ayuda exterior, su posición en el sur de Italia se fue dificultando, al tiempo que su objetivo de conquistar Roma se tornó cada vez más remoto. Por otra parte, le resultaba cada vez más dificil defender a los pueblos que habían estado bajo el yugo romano y que ahora se aliaban con Anibal porque veían en él a su libertador dada la falta de efectivos. En los años siguiente ocupó las ciudades de Tarentum (actual Tarento) en 211 adC y Samnium en 210 adC, aunque también sufrió algunos reveses, como la pérdida de Capua.


Regreso a Cartago

Con la pérdida de Tarentum (actual Tarento) en 209 adC y la gradual reconquista romana, su posición en el sur de Italia estaba perdida. En 207 adC, Aníbal volvió sobre Apulia, donde quería concentrar sus fuerzas en espera de la llegada de su hermano Asdrúbal para lanzarse sobre Roma. Pero su hermano, aunque logró entrar en Italia, fue derrotado, falleciendo en el combate. Enterado, Aníbal se replegó en las montañas a esperar refuerzos; sin embargo, el resultado de la guerra, extendida ya por España y Sicilia, se fue tornando favorable a los romanos. El joven cónsul Publio Cornelio Escipión El Africano, que consiguió someter Sicilia y posteriormente Hispania , decidió trasladar la guerra a África para alejar a los cartagineses de Roma. Cartago, viéndose en peligro llamó a Aníbal que acudió, no sin antes saquear por el camino el tesoro público de muchas ciudades, dando así rienda suelta a su ira por tener que abandonar la lucha que durante 16 años había mantenido en tierra ajena sin lograr su propósito.

Una vez en Cartago, consciente del peligro que acechaba la ciudad, rehusó el enfrentamiento a pesar de las críticas del Consejo y se reunió con el general Escipión en la ciudad de Zama, 160 km al sur de Cartago, para negociar la paz, pero ante la falta de acuerdo, los generales se retiraron a sus campamentos. Poco después, en el campo de batalla cercano a la citada ciudad, el ejército cartaginés cayó derrotado por la gran superioridad de la caballería romana (202 adC). Tras la derrota, el Consejo, por iniciativa de Aníbal, envió embajadores para que aceptasen el convenio de paz ofrecido por Roma, con lo que finalizaba la Segunda Guerra Púnica.

De regreso a Cartago, Aníbal se hizo nombrar sufete, equivalente al cónsul romano, cargo desde el que mostró sus dotes de estadista llevando a cabo algunas reformas por el bien de la república, como por ejemplo, poner coto a los abusivos tributos exigidos por Roma para la firma de la paz, de forma que pudieran satisfacerse a plazos sin necesidad de imponer al pueblo impuestos adicionales extraordinarios. Siete años después de la derrota de Zama, los romanos, recelosos de la nueva prosperidad de Cartago, enviaron embajadores a la ciudad; intuyendo Aníbal que pretendían que se les entregase su persona, embarcó en secreto para refugiarse en la corte de Antíoco III, en Siria.

Captado el afecto del rey, pensó en coaligarlo con Filipo V de Macedonia y los cartagineses para invadir Italia por segunda vez. Con el propósito de informar a sus amigos del plan, envió un hombre a Cartago. Sin embargo, el plan fue descubierto y su emisario obligado a huir mientras la República renovó sus promesas de lealtad a Roma. Cornelio Nepote afirma que tres años después de su huída de Cartago, Aníbal se acercó con cinco barcos a las costas de Cirene para inducir a los cartagineses a la guerra contra Roma, pero que fracasado su proyecto, volvió a Siria. En 190 adC, Antíoco es derrotado en una batalla de la desembocadura del río Eurymedon.

Tras la derrota de Antíoco en Sipilo, Roma impuso la entrega de Aníbal como condición para la firma de la paz. Avisado por Antíoco, Aníbal huyó a Bitinia para ponerse bajo la protección de Prusias. Sin embargo, Roma consiguió descubrir el destino de su mortal enemigo, enviando una embajada de la que formó parte Flaminio, para solicitar de Prusias la entrega de Aníbal.

Temeroso de la reacción que pudiera causar en Roma una negativa, pero sin querer faltar al deber de la hospitalidad, Prusias accedió pero diciéndoles a los embajadores que procediesen ellos mismos a su captura, ya que no les sería difícil encontrar su morada. La encontraron y rodearon con soldados todas las salidas del castillo. Aníbal, enterado de que no había escapatoria, tomó un veneno que siempre llevaba en su anillo y pronunció sus últimas y célebres palabras Libremos a Roma de sus inquietudes, ya que no sabe esperar la muerte de un anciano. Ese mismo año, en Italia fallecería también Escipión.
 
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