Aprovechando que estoy de vacaciones, que no tocándome el coño (que también), me he sentado frente al ordenador para daros mi chapa. Mi marido no entra en ningún caso, y por lo que he leído aquí, en el rango de los calzonazos: Entra y sale de casa cuando quiere, no da más explicaciones que las que le apetece dar, dedica el tiempo que no está trabajando a lo que le da la gana. En cuanto a los quehaceres domésticos, hace los que tiene que hacer, como persona adulta que es, cuida de sus hijos como cualquiera y está bastante más presente en sus vidas que un calzonazos random.
Aclarado esto, os explicaré un caso cercano de calzonismo:
Un familiar se enchochó, a edades muy tempranas, de una chica. Tenían 13 y 16 años. Ella viene de una familia más que humilde, y sus padres se vinieron a Cataluña buscando una mejor vida. Como no puede ser otra, y sabiendo lo mierder que puede ser una vida sin dinero, educaron a sus hijas para que volaran lo antes posibles de casa (una boca menos que alimentar) o que al menos trabajaran cuanto antes. Este familiar viene de una familia de autónomos, ser autónomo antes era lo más, era mucho curro pero también mucha pasta, así que la hija no iba a soltar a ese expendedor de dinero así como así. Tuvieron a su primer hijo 5 años después, y no conozco ni un día de esa etapa de su vida, en que ese familiar no estuviera todo el puto día trabajando. Se iba a las 7 de la mañana y llegaba a las 8 de la tarde pasadas, ella no hacía ni el huevo pues se ancló en ella la socorrida depresión que la tuvo de médico en médico, de psicólogo en psicólogo y ya, al final, con psicoanalistas y otras terapias que, junto con medicamentos, tenían que curarla.
El tío llegó a tener dos trabajos, esa época ya fue la hostia, después de currar de los suyo se iba pitando con una furgo a repartir medicamentos, incluso los fines de semana, y encima, como le iba la fiesta y el alcohol, tenía su tiempo cronometrado. No podía salir, ni tomarse una cerveza, y las únicas salidas eran para juntarse con gentes del bien del pueblo. Porque ellos tenían un estatus, y por eso trabajaba, para mantenerse allí, para que sus hijos vistieran como los hijos de los ricos, para que su mujercita pudiera codearse con esa gente.
Fueron pasando los años, y las zapatillas de deporte de los críos ya valían más de 100 euros, así como tenerles que pagar salidas a esquiar y otras actividades en las que participaban los hijos de los ricos. Había que pagar las Gamecube, las Plays, las Wiis, las bambas, los polos de marca y cualquier chorrada que se pusiera de moda. La mujer también. Y él igual, a la mujer le ponía de los nervios que se pusiera un chándal roñoso para ir a buscar el pan.
El pan. Esa era otra, como la depresión de la mujer le impedía hacer nada más allá que preparar café o infusiones a sus amigas, él era el que tenía que ir al supermercado a comprar, el que se encargaba del papeleo de la casa, de los arreglos...de todo. Y ni hablar de comprar en el Día, que eso era de pobres.
Y si se portaba mal, por ejemplo pillarle que se había tomado una birra en el bar antes de llegar a casa, se quedaba sin sexo. Si no le traía noséqué, sin sexo, si no se ponía a barrer nada más llegar a casa, sin sexo.
Un día él le dijo que estaba harto, que dejaba el curro de repartir, que nunca estaba en casa, que no veía a los chicos (por aquel entonces ya tenían dos), que solo estaba para traer dinero y limpiar y comprar. Eran malos tiempos, la crisis ya pegaba fuerte pero él, aunque entrara menos dinero, quería vivir la vida un poco. Ella se puso a trabajar también, y casi que fue peor, pues es administrativa y trabajar con mujeres ya sabéis lo que pasa, que te ponen la cabeza como un bombo y del revés. Unido a la mierda que ya tenía en la cabeza, más las sesiones de café con sus amigas, la mujer empezó a apretarle más las tuercas, hasta el punto que un día que él le dijo de hablar sobre ellos. El resultado fue que ella dijo que había que ir a terapia, que las cosas iban mal.
El pobre pensó que hablaba de terapia de pareja, que ya de por sí a mí me da asquete, pero no, el que tenía que ir a terapia era él.
¿Y qué pasó? Que en la terapia le abrieron los ojos, y que en terapia conoció a otra. Y se liaron. Y él llegó a casa un día y le dijo a la mujer: Aquí te quedas.
Ella montó un drama de proporciones bíblicas, involucró a la familia, a los amigos...y a los hijos.
Él, por su parte, tampoco lo hizo muy bien, pues al liarse con otra quedó como un cerdo al que se tiene derecho a pisotear y quitarle todo, pero al fin y al cabo a él eso ya le daba igual. Otra cosa que hizo mal, a mi modo de ver, es que, como en su día no se corrió las juergas que se tenía que haber corrido, lo hizo con 40 y pico de años, y la verdad es que verlo puesto hasta las cejas no era muy agradable. Y también está el hecho de que es un buen tío, un inocentón, y se tiró dos años siendo el paganini de las furcias cuarentonas cocainómanas que te la comen por una raya.
Afortunadamente ya perdió todo lo que tenía que perder, el dinero y el trabajo. A sus hijos no, pero eso digo afortunadamente. Un día empezó a juntarse con la típica chica que conoces de toda la vida pero que no reparas en ella, y ahora están juntos y tienen un hijo en común, a mí eso me parece un poco locura, más siendo padre ya, pero ella me parece buena persona y siempre se ha buscado la vida, así que le deseo de corazón que esta vez ya no sea un calzonazos de primer orden.
Por otra parte, su ex-mujer sigue suspirando por su príncipe azul, y sigue juntándose con sapos, los cuales acaban hasta los cojones de ella y sus tonterías, esta sí que nunca aprenderá.