Capítulo 3... De cuando alquilamos un piso entre varios
Pasada una prudencial temporadilla en el hostal, entre varios acordamos alquilar un piso antiguo, de 5 habitaciones y puertas de corredera. Éramos 3 individuos, 2 hombres y una mujer, que convivíamos en franca armonía. Cada uno andaba a su bola; no había normas ni turnos de limpieza. La verdad es que no había limpieza. Era preocupante para la salud el comprobar al entrar en casa las similitudes con las películas del oeste americano: inmensas bolas de una amalgama de pelo con polvo rodaban en completa libertad.
La cocina, por llamarla así, era el verdadero reto para el anuncio del fayri y mistol juntos: no había sustancia química patentada en el planeta tierra capaz de disolver la grasa quemada y precipitada en el suelo. Aquellos que a las 5-6 de la mañana han intentado hacer huevos fritos en estado comatoso, pueden llegar a entender lo que significa mantener el equilibrio sobre si mismo con una sarten. A ello se sumaba la cerdada magna de los fumadores de la casa.... si no hay ceniceros, al suelo. Probamos en algún momento de lucided probar el salfuman directo sobre la grasa, pero tenía el efecto secundario de comerse la baldosa. En fin, de ser un suelo liso pasó a ser un mosaico de manchas con depresiones en las que se acumulaba más materia de deshecho.
La hembra de la casa ejercía de hembra... es decir, dos o tres veces por semana mantenía relaciones sexuales con machos variados a los que había que invitar a comer a posteriori. La solución al desfalco neveril fué que la susodicha pusiese un plus en el fondo de alimentación.
Así trascurría feliz nuestra existencia en nuestro palacete.
El próximo capítulo hablará de cuando me tiré a dos hermanas a la vez.
Saludos
Pasada una prudencial temporadilla en el hostal, entre varios acordamos alquilar un piso antiguo, de 5 habitaciones y puertas de corredera. Éramos 3 individuos, 2 hombres y una mujer, que convivíamos en franca armonía. Cada uno andaba a su bola; no había normas ni turnos de limpieza. La verdad es que no había limpieza. Era preocupante para la salud el comprobar al entrar en casa las similitudes con las películas del oeste americano: inmensas bolas de una amalgama de pelo con polvo rodaban en completa libertad.
La cocina, por llamarla así, era el verdadero reto para el anuncio del fayri y mistol juntos: no había sustancia química patentada en el planeta tierra capaz de disolver la grasa quemada y precipitada en el suelo. Aquellos que a las 5-6 de la mañana han intentado hacer huevos fritos en estado comatoso, pueden llegar a entender lo que significa mantener el equilibrio sobre si mismo con una sarten. A ello se sumaba la cerdada magna de los fumadores de la casa.... si no hay ceniceros, al suelo. Probamos en algún momento de lucided probar el salfuman directo sobre la grasa, pero tenía el efecto secundario de comerse la baldosa. En fin, de ser un suelo liso pasó a ser un mosaico de manchas con depresiones en las que se acumulaba más materia de deshecho.
La hembra de la casa ejercía de hembra... es decir, dos o tres veces por semana mantenía relaciones sexuales con machos variados a los que había que invitar a comer a posteriori. La solución al desfalco neveril fué que la susodicha pusiese un plus en el fondo de alimentación.
Así trascurría feliz nuestra existencia en nuestro palacete.
El próximo capítulo hablará de cuando me tiré a dos hermanas a la vez.
Saludos