Sir Ano de Bergerac
La becaria de Aramís Fuster.
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Barcelona siempre me ha parecido una mierda. Una ciudad que no ha sabido aceptar lo que es ni de lo que forma parte, como si se avergonzara de ser Española. Llegando a puntos ridículos como añadirle la parte lujosa, "chic" a toda actividad de ocio, como pueda ser cenar en un restaurante o tomarse una copa; toda esa idea burguesa de la necesidad de lujo en vidas consumistas vacías para que así los individuos se sientan más importantes con sus insípidas existencias. Claro, así la gente que vive ahí sólo puede permitirse salir de copas y cena una vez al mes, pero claro, de forma muy elegante todo, muy cosmopolita, qué bien se sienten. El poco encanto que le queda a España, evidentemente es otro y es algo que ciudades como Madrid lo han sabido ver bien, y esta europeización le ha hecho más mal que bien convirtiéndola en una urbe sin personalidad donde ver los cuatro edificios de Gaudi y poco más.
Un ejemplo de buena mano lo tengo en un par de chavales que vinieron a Castilla a visitar a su amigo catalán, compañero de piso de mi amigo. Acostumbrados a salir con sus zapatos y sus camisas baratas, estando aquí, y comiendo de tapeo de forma ridículamente barata, con su consiguiente borrachera con vinos de Toro y siesta. Por la noche bebieron hasta vomitar a base de litros de cerveza en una buena tasca y con tiradas a las chicas que paseaban alrededor, que casualmente con una visión de la vida menos -falsamente- liberal estaban mucho menos endiosadas que las de su ciudad, consiguiendo uno de ellos consumar la noche sin citas absurdas para tomar cafés en Starbucks. Después de esa visita, uno consiguió venir a estudiar aquí este año y otro todavía se está dando con la cabeza contra la pared por no poder venir.
Un ejemplo de buena mano lo tengo en un par de chavales que vinieron a Castilla a visitar a su amigo catalán, compañero de piso de mi amigo. Acostumbrados a salir con sus zapatos y sus camisas baratas, estando aquí, y comiendo de tapeo de forma ridículamente barata, con su consiguiente borrachera con vinos de Toro y siesta. Por la noche bebieron hasta vomitar a base de litros de cerveza en una buena tasca y con tiradas a las chicas que paseaban alrededor, que casualmente con una visión de la vida menos -falsamente- liberal estaban mucho menos endiosadas que las de su ciudad, consiguiendo uno de ellos consumar la noche sin citas absurdas para tomar cafés en Starbucks. Después de esa visita, uno consiguió venir a estudiar aquí este año y otro todavía se está dando con la cabeza contra la pared por no poder venir.