A ver, coño, todos hemos pasado por pagar la ingenuidad, la inocencia y la falta de experiencia de la adolescencia y de la juventud. Ahora, claro, con el bagaje de los años todos tratamos de echarnos flores, de parecer hombres avezados en las técnicas amatorias y de saber lidiar en el difícil mundo de las relaciones y del corazón, pero la purita verdad es que todos hemos salido pringaos más de dos y de tres veces, pagando con el dolor en carne viva nuestra inocencia pura y pensar que todo era tan fácil como declarar nuestros sentimientos a la otra persona para ser inmediatamente correspondidos y alcanzar el súmum de la felicidad eternamente...
Los años, las caídas, las heridas, sentir la misma muerte, nos hace ver que la vida es mucho más compleja, más dura, más terrible, imprevisible y descarnada de lo que nos gustaría admitir. Muchas lágrimas, mucho dolor, mucha tristeza, demasiada espera inútil que se hace eterna, la ironía punzante de un destino que nos vuelve la espalda y nos da de lado...
¿Quién es capaz con 18 años de tolerar en sus carnes el engaño de la infidelidad de la mujer que quieres? ¿Quién es capaz con 18 años de soportar el desdén, el olvido, el rechazo, el odio de la mujer que deseas y a la que persigues sin que ni siquiera llegue a prestarte atención? ¿Quién es capaz de levantar fácilmente la cabeza después de sentir como una apisonadora pasa sobre tu corazón cuando ves a la chica de tus sueños besando o abrazando a un puto chuloplayas que no merece ni estar vivo?
Los años te permiten endurecerte, cicatrizar lentamente las heridas, resistir los empujes devastadores del temporal más recio, pero nadie nace ya curtido, experimentado y preparado para sufrir. Ningún hombre nace preparado para saber que va a morir y que va a naufragar muchas veces.
¡Quién esté libre de no haber hecho el ridículo y de no haber sufrido lo indecible, que tire la primera piedra! Puede, casi con seguridad, que haya alguien en el foro tan sumamente imbécil que levante la mano y diga: YO.