Anoche me estrené en el Chanel y no fue lo que se dice un buen estreno. Mala mezcla: calentura de días sin follar e imaginaciones sobre un lumiferio nuevo por decubrir. Uno proyecta y fantasea y cuando se quiere dar cuenta recibe un buen sopapo de realidad.
Nada más entrar tortazo de realidad (al menos en contraste con mis expectativas): la tía en top-less de la barra tenía dos tetas operadas que parecían las tetas estas de goma del carnaval o de las despedidas de soltera. A quien le gusten de puta madre, a mi no me gustan nada. Sólo estaba ella en top-less. Había otra camarera que estaba buenísima pero más tapada que mi abuela. En cuanto a tías, habría unas veinte, más bien aburridillas y salvo dos o tres excepciones, muy normalitas de físico. Se me acercó una chavalita muy joven, le dije que prefería esperar un poco y ver el ambiente y al ratito volvió con una amiga suya.
¡¿Nunca aprenderé coño?! Cuando el olfato dice que no, no hay que entrar. Pero estaba muy caliente, más que ellas me calentaron en la barra, y total, que terminé cayendo como un principiante. No me acuerdo de los nombres pero por la descripción las podréis reconocer. Mi consejo (y mi afán de venganza por el cabreo, por supuesto) es que las evitéis. Una de ellas es ecuatoriana, muy bajita y delgada, pechos grandes operados, pelo negro como el azabache, largo, casi por la cintura, cintura que tiene de avispa con un culito muy bien puesto. Tiene unos ojos achinados y una carita morena pa comérsela (jejeje, bien que me calentó y me engatusó la joia). La amiga una colombiana con pinta de más kilómetros que el coche de Carlos Sáinz. Pelo castaño también largo, como la primera, un poco más alta que ella, pero no pasando del 1,60-65, tetas grandes naturales algo caídas, el culo creo que de implantes, muy pronunciado.
Acordé 50 cada una, un polvo con cada una, si hacía falta más de media hora estaríamos un poquito más. Francés natural. Al llegar a la habitación me di cuenta del error - ¡qué típico momento para despertar, cago'n'la leche!: las dos remoloneando, nada de besos, ni siquiera piquitos -y no soy un orco- un rato enorme para lavarse; a la primera chupada, con la colombiana, me corrí para que me diera tiempo de correrme bien con la segunda, que era la ecuatoriana, que me gustaba más, porque lo que era el cuerpo de la colombiana, en cuanto se quitó el vestido, ¡madre mía que espanto! ¡Nunca aprenderá uno? Pero la ecuatoriana me puso la goma nada más empezar. Le recordé que habíamos acordado francés natural y empezó a hacerse la loca, a reírse... Teatreras las dos, no paraban de hablar en ese tono patético de puta barata que no soporto, ay mi amol ay mi amol. Y no paraban de pedirme que hiciéramos una fiesta de cocaína, luego les dió un ataque de risa... En fin, ya no me empalmé del mosqueo, me vestí y me fuí.
Al salir ví tres o cuatro pibones pero ya iba cabreao y listo de papeles.