un poco tarde
Paso por alto la desconsideración de poner en la propaganda que está céntrico, cuando en realidad se necesita una buena media hora andando desde la calle Toro, por ejemplo. También dejo a un lado que, pese a decir que es un chalet de lujo, la entrada habla más de un posible antro que te lleva a imaginarlo destartalado y oscuro.
Más me preocupa que se encuentra en una calle con no escaso tráfico y frente a un espacio amplio que está concurrido por quienes salen a pasear el perro, o sencillamente disfrutar de un sol tenue, agradable en medio de un invierno lluvioso como pocos, y contemplar el panorama que permite la ausencia de bloques y viviendas. Si a eso se añade que tardan en abrir... te hallas como en un escaparate.
Ahí esta casamadame.
La semana pasada volví a ella; mi última visita, allá por noviembre y de la que ya escribí, me había dejado mal sabor de boca. Esta vez iba en busca de dos concretas. Me abrió, tras considerable espera, una madame -¿será la rectora?- que con disimulada zalamería y unas muestras de alegría injustificadas casi se me abalanzó propinándome un beso en cada mejilla. Me llevó a una habitación y me preguntó si venía en busca de alguna puta concreta; como no me parecía propicio decir la verdad de entrada, le dije que no y pregunté cuántas había, a lo que respondió que seis. Como un gotero de suero programado para suministro casi en reposo fueron apreciendo tres; ciertamente una oriental dio dos besos al aire, otra que ya recordaba por su altivez y una tercera que no me agradó nada; ninguna se llamaba con los nombres que yo buscaba. Al rato, volvió la madame -¿rectora de la casa o portera?- y le pregunté dónde estaban las otras tres que faltaban para las seis. Sin que desapareciera la risa de su cara, me contestó que una había salido a airearse; sin querer, musité que no me extrañaba. Y que la otra, añadió, estaba haciendo un servicio fuera; pero que si no me habían gustado las otras, podía quedarme con ella, al tiempo que refregaba las comisuras de los labios con el pulgar y el índice de su mano, para luego limpiarlos en la falda que bordeaba su amplio vientre. ¿Qué os parece que le diría yo? Pues, eso..., que me gustaría encaminarme hacia la salida. Por la escalera me fue hablando del francés natural y, saliendo, le dije que soy natural de España y del Atleti.
Llevo mala racha, mas no pierdo la esperanza
Saludos a todos