Siempre he pensado que somos demasiado cerrados. Quiero decir, el ser humano está programado para aceptar como normal lo que ya le viene dado. Las cosas no podrían ser de otra manera. Kafka lo escenifica bastante bien en algunos de sus libros; en La Metamorfósis, Gregor se levanta una mañana convertido en un escarabajo, pronto deja de cuestionar el insólito acontecimiento y se entrega a la rutina en su nueva forma escarabajil, como si ser escarabajo fuera algo normal, como si el amanecer una mañana convertido en escarabajo fuera sólo una anécdota que no mereciera más de cinco minutos de asombro. Todo en esta vida es tan absurdo como amanecer una mañana convertido en un escarabajo, un día nacemos y hala, tenemos cuatro extremidades, dos ojos, una nariz, pito o vulva, lo que toque y sólo una de estas dos cosas, porque sí. Nos crían nuestros padres. ¡Tenemos padres! Cuando llegamos a la adolescencia nos cambia la voz a los que tenemos pito, no a las que tienen vulva; podría ser al contrario y tendría sentido, tendría el mismo sentido que levantarse una mañana convertido en escarabajo. Gregor Samsa una mañana amaneció convertido en escarabajo; Gregor Samsa duerme. Los dos eventos son igualmente arbitrarios e incomprensibles, si lográramos abstraernos de nuestra naturaleza ambos nos aturdirían igualmente. Sin embargo, todo esto no nos asombra, no nos deja atónitos. Lo damos por hecho, es como son las cosas, es la realidad como nos viene dada y estamos hechos para admitirla sin rechistar, aunque sea tan estúpida y absurda como amanecer convertido en escarabajo.
Alcancé un estado de clarividencia, todos mis prejuicios y mi naturaleza se desmoronaron ante mí y entonces vi, comprendí que todas las posibilidades son igualmente cuerdas o absurdas, esto es, que sólo son posibilidades. Todo esto me ocurrió mientras me follaba a una preciosa Yegua marrón. Hemos aceptado, sin inmutarnos, como verdaderos esclavos, lo que nos ha venido dado como Gregor Samsa el amanecer convertido en escarabajo. No nos importa. Si somos seres humanos tenemos que follar seres humanos. En mi estado de clarividencia vi que esto no es un imperativo real, que es un imperativo imaginario, una mera posibilidad en medio del abanico de las posibilidades. Mientras introducía mi pene en la vagina de la Yegua, comprendí que la aprobación social no vale nada, que la sociedad aprueba sólo lo que ha aprendido a aprobar por la mera costumbre. La gravedad nos empuja hacia el suelo y no nos expulsa. Y ya está, lo damos por sentado y resulta que lo raro sería que la gravedad nos escupiera de la tierra, como lo raro y excéntrico sería amanecer convertido en escarabajo, pensé entre los relinches de placer de la Yegua. ¿No es esto absurdo?, le pregunté a la yegua entre mis jadeos, ¡mira, aquí te ves siendo follada por un simio, por un macho de otra especie!, ¡pero a ti te da igual!, ¡pero a ti te da igual, te da igual, te da igual!, le repetía con cada empujón, tú no entiendes, le decía, tú eres un animal sabio precisamente porque no sabes nada, tú has entendido, precisamente porque no lo entiendes, que no hay diferencia entre pasarte la puta vida pastando entre un montón de vallas, que venga un idiota y te utilice de medio de transporte, que venga otro y te folle, que te pongan hierros en las pezuñas, que andes adelante y no de lado, que no tengas 17 patas y 8 ojos, 8 vaginas y 2 pollas, y que un día amanezcas convertida en un mono, o en un escarabajo, le decía ya aproximándome al clímax, intentando acariciarle las tetillas con un rastrillo que vi a mi lado.
Lo mismo me nace un centauro.
Alcancé un estado de clarividencia, todos mis prejuicios y mi naturaleza se desmoronaron ante mí y entonces vi, comprendí que todas las posibilidades son igualmente cuerdas o absurdas, esto es, que sólo son posibilidades. Todo esto me ocurrió mientras me follaba a una preciosa Yegua marrón. Hemos aceptado, sin inmutarnos, como verdaderos esclavos, lo que nos ha venido dado como Gregor Samsa el amanecer convertido en escarabajo. No nos importa. Si somos seres humanos tenemos que follar seres humanos. En mi estado de clarividencia vi que esto no es un imperativo real, que es un imperativo imaginario, una mera posibilidad en medio del abanico de las posibilidades. Mientras introducía mi pene en la vagina de la Yegua, comprendí que la aprobación social no vale nada, que la sociedad aprueba sólo lo que ha aprendido a aprobar por la mera costumbre. La gravedad nos empuja hacia el suelo y no nos expulsa. Y ya está, lo damos por sentado y resulta que lo raro sería que la gravedad nos escupiera de la tierra, como lo raro y excéntrico sería amanecer convertido en escarabajo, pensé entre los relinches de placer de la Yegua. ¿No es esto absurdo?, le pregunté a la yegua entre mis jadeos, ¡mira, aquí te ves siendo follada por un simio, por un macho de otra especie!, ¡pero a ti te da igual!, ¡pero a ti te da igual, te da igual, te da igual!, le repetía con cada empujón, tú no entiendes, le decía, tú eres un animal sabio precisamente porque no sabes nada, tú has entendido, precisamente porque no lo entiendes, que no hay diferencia entre pasarte la puta vida pastando entre un montón de vallas, que venga un idiota y te utilice de medio de transporte, que venga otro y te folle, que te pongan hierros en las pezuñas, que andes adelante y no de lado, que no tengas 17 patas y 8 ojos, 8 vaginas y 2 pollas, y que un día amanezcas convertida en un mono, o en un escarabajo, le decía ya aproximándome al clímax, intentando acariciarle las tetillas con un rastrillo que vi a mi lado.
Lo mismo me nace un centauro.