Moporday
Muerto por dentro+
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Se llamaba Bernardo, un cuarentón, un caos de arrogancia pueblerina adornada con un traje blanco y galones de capitán......
Hace tiempo conocí a un madrileño, un tal Aguilar, posiblemente el único profesor por cuya muerte he llorado. Un profesor que luego fue compañero y amigo..
A menudo quedábamos en su casa, en su biblioteca para beber y charlar sobre barcos. Aguilar, así le llamábamos todos, era ingeniero superior naval y tenía un curioso título en la pared que le daba la categoría de genio, un genio en lo suyo y un genio como persona.
Tendría que haber dedicado su vida a ganar dinero en importantes empresas navales, pero ahí estaba hablándome sobre un libro verde de filosofía alemana
- Cuanto tenía 18 años me compre este libro, creo que llegue a la quinta página y me rendí. Con 25 volví a intentarlo y lo acabe en una semana -
- No pretenderás que me lea un libro de filosofía en alemán ¿no? -
Aguilar, con una tímida sonrisa, procedió a abrir el libro por la mitad y señalándome un párrafo me comento:
- Aquí explican algo que siempre me gusto, la dependencia entre las formas y el fondo. Puedes tener un buen fondo pero sin formas nunca llegaras a nada y puedes venir a trabajar cada día con un traje caro y zapatos brillantes, pero sin los conocimientos adecuados no vales un pimiento. -
Bernardo carecía de formas y posiblemente de fondo, era un capitán necio a cargo de 800 personas y 373 "esclavos" a los que respetaba poco o nada.
Yo llevaba ya dos años trabajando con él como jefe de máquinas en diferentes buques y debo decir que nunca he aprendido tanto, pero ¡¡A que precio!!
Estaba atardeciendo, esperábamos para entrar en el canal, un canal estrecho y amedrentado por las incontables casas que lo envolvían.
No se si habéis estado en la sala de máquinas de un gran buque, pero hablamos de dos motores equivalentes a un edificio de 5 plantas a pleno rendimiento y al que uno mima con esa intuición que sólo un freak, al reconocer que falla en su PC con un sólo ruido, entenderá.
Bernardo decidió ignorar ese otro buque destartalado y rebosante de sarracenos (Unos 2000 en un barco para 700) mientras nos pedía con esa voz de pito chirriante que le diéramos candela a nuestros pequeñines desoyendo nuestros consejos.
Obedecimos, aire comprimido, motor a pleno rendimiento, moros contra cristianos una vez más y como era previsible, perdieron los cristianos
- ¡¡Atrás toda!! -
- ¿Estás loco? Estamos dentro del canal -
- ¡¡Hazlo ya!! -
Bernardo la había cagado, estaba poniendo en peligro la vida de 800 pasajeros que seguían disfrutando ajenos a los acontecimientos que, sin duda, les harían recordar ese día como uno de los más emocionantes de sus vidas.
Tuve que frenar mi motor, no se puede cambiar el sentido del giro así como así, necesitábamos unos minutos para vencer la inercia y salir del apuro y lo peor es que estábamos a punto de estrellarnos contra un iceberg de musulmanes.
Mi compañero entre prisas arrancaba el otro motor ¡¡ERROR¡¡ No se si habéis probado a remar por un sólo lado de la barca, pero para un buque de semejante tamaño en un canal tan estrecho es un problema considerable. El barco freno, sí, pero igualmente viraba quedando horizontal al canal. Los vecinos subían a sus azoteas asustados al ver lo que se les venía encima, una inmensa proa ejerciendo de toldo, una mole flotante amenazando la fragilidad relativa de sus hogares. Igualmente los pasajeros entre risas nerviosas, gritos y grabaciones de video "disfrutaban" del espectáculo.
- Bernardo, la cagaste Bernardo - le decíamos entre lamentos y correteos.
¿Podría salir algo peor? Si, claro que si. Había que sacar ese espectáculo propulsado del atolladero. Propulsado, esa era la palabra clave...
Al arrancar los motores de nuevo, cientos de piedras y un enorme chorro salieron del agua como alma que lleva el diablo destrozando, redecorando y animando las fachadas de las casas...
Bernardo acabo en la calle dos semanas después tras cagarla de nuevo en Miami, pero eso es otra historia...
(Esta historia es real pero cambiando algunos datos, espero que os guste)
Hace tiempo conocí a un madrileño, un tal Aguilar, posiblemente el único profesor por cuya muerte he llorado. Un profesor que luego fue compañero y amigo..
A menudo quedábamos en su casa, en su biblioteca para beber y charlar sobre barcos. Aguilar, así le llamábamos todos, era ingeniero superior naval y tenía un curioso título en la pared que le daba la categoría de genio, un genio en lo suyo y un genio como persona.
Tendría que haber dedicado su vida a ganar dinero en importantes empresas navales, pero ahí estaba hablándome sobre un libro verde de filosofía alemana
- Cuanto tenía 18 años me compre este libro, creo que llegue a la quinta página y me rendí. Con 25 volví a intentarlo y lo acabe en una semana -
- No pretenderás que me lea un libro de filosofía en alemán ¿no? -
Aguilar, con una tímida sonrisa, procedió a abrir el libro por la mitad y señalándome un párrafo me comento:
- Aquí explican algo que siempre me gusto, la dependencia entre las formas y el fondo. Puedes tener un buen fondo pero sin formas nunca llegaras a nada y puedes venir a trabajar cada día con un traje caro y zapatos brillantes, pero sin los conocimientos adecuados no vales un pimiento. -
Bernardo carecía de formas y posiblemente de fondo, era un capitán necio a cargo de 800 personas y 373 "esclavos" a los que respetaba poco o nada.
Yo llevaba ya dos años trabajando con él como jefe de máquinas en diferentes buques y debo decir que nunca he aprendido tanto, pero ¡¡A que precio!!
Estaba atardeciendo, esperábamos para entrar en el canal, un canal estrecho y amedrentado por las incontables casas que lo envolvían.
No se si habéis estado en la sala de máquinas de un gran buque, pero hablamos de dos motores equivalentes a un edificio de 5 plantas a pleno rendimiento y al que uno mima con esa intuición que sólo un freak, al reconocer que falla en su PC con un sólo ruido, entenderá.
Bernardo decidió ignorar ese otro buque destartalado y rebosante de sarracenos (Unos 2000 en un barco para 700) mientras nos pedía con esa voz de pito chirriante que le diéramos candela a nuestros pequeñines desoyendo nuestros consejos.
Obedecimos, aire comprimido, motor a pleno rendimiento, moros contra cristianos una vez más y como era previsible, perdieron los cristianos
- ¡¡Atrás toda!! -
- ¿Estás loco? Estamos dentro del canal -
- ¡¡Hazlo ya!! -
Bernardo la había cagado, estaba poniendo en peligro la vida de 800 pasajeros que seguían disfrutando ajenos a los acontecimientos que, sin duda, les harían recordar ese día como uno de los más emocionantes de sus vidas.
Tuve que frenar mi motor, no se puede cambiar el sentido del giro así como así, necesitábamos unos minutos para vencer la inercia y salir del apuro y lo peor es que estábamos a punto de estrellarnos contra un iceberg de musulmanes.
Mi compañero entre prisas arrancaba el otro motor ¡¡ERROR¡¡ No se si habéis probado a remar por un sólo lado de la barca, pero para un buque de semejante tamaño en un canal tan estrecho es un problema considerable. El barco freno, sí, pero igualmente viraba quedando horizontal al canal. Los vecinos subían a sus azoteas asustados al ver lo que se les venía encima, una inmensa proa ejerciendo de toldo, una mole flotante amenazando la fragilidad relativa de sus hogares. Igualmente los pasajeros entre risas nerviosas, gritos y grabaciones de video "disfrutaban" del espectáculo.
- Bernardo, la cagaste Bernardo - le decíamos entre lamentos y correteos.
¿Podría salir algo peor? Si, claro que si. Había que sacar ese espectáculo propulsado del atolladero. Propulsado, esa era la palabra clave...
Al arrancar los motores de nuevo, cientos de piedras y un enorme chorro salieron del agua como alma que lleva el diablo destrozando, redecorando y animando las fachadas de las casas...
Bernardo acabo en la calle dos semanas después tras cagarla de nuevo en Miami, pero eso es otra historia...
(Esta historia es real pero cambiando algunos datos, espero que os guste)