- Registro
- 8 Mar 2004
- Mensajes
- 16.277
- Reacciones
- 3.237
La siguiente historia tuvo lugar en el mismo párking que la anterior, en una obra de viviendas, en Vielha (Valle de Arán). Nuestra empresa estaba encargada, entre otras cosas, de instalar el sistema de desagües de las casas. Esos tubos conducen la mierda y otras aguas sucias hasta unas arquetas que había en el suelo del párking y de allí se va a las alcantarillas.
Pues bien, ya al final de la obra, las viviendas estaban totalmente montadas y los currantes se cagaban y meaban a discreción en los wáteres y tiraban todo tipo de porquerías. Yo me encontraba en otro pueblo del mismo valle, cuando viene un operario de la empresa constructora con un aviso urgente: en la obra estaban el arquitcto, el jefe de obra, el encargado y el promotor. Los pisos se estaban inundando porque el agua salía por los wáteres y otros sitios y que había que solucionarlo ya. Me monté en el Renault 4 furgoneta y me personé.
Al llegar, aquello era un linchamiento en toda regla; me dijeron de todo: incompetente, que esto te va a salir muy caro, que hemos llamado a tu jefe y está de camino... yo por otro lado estaba seguro de que el trabajo estaba bien hecho, así que con los cuatro señores a mi espalda con los brazos en jarras busqué el orígen de aquella catástrofe.
De repente, emulando a Vikie el vikingo, dí con el problema. Los constructores, al fabricar las arquetas tienen que colocar unas tablas para hacer el molde rectangular en el hormigón. Tablas que, si no se retiran después, obstruyen la salida de los desagües.
Se lo dije al encargado y en seguida las miradas se dirigieron hacia él. Nos dirigimos al párking y efectivamente, allí estaban las tablas impidiendo que cientos de litros de mierda que había en los tubos hasta una altura de unos 6 metros, corrieran libremente hacia la alcantarilla.
El encargado ordenó al operario que retirase las tablas con una palanca. Los cuatro señores que antes me habían puesto a parir, ahora estaban incrédulos mirando la arqueta con las caras a un metro de altura y en la vertical de la arqueta. Cuando el operario metió la palanca -apartándose, como perro viejo que era- y separó un poco la madera, un enorme chorro de mierda a presión y en forma de cortina salió hacia arriba... entrando por las bocas de más de uno y empapando sus caras, pelo, camisas y corbatas.
La situación alcanzó el grado máximo de comicidad cuando se pusieron los cuatro a toser y vomitar la mierda tragada, la comida y hasta la primera papilla que les dieron. Como se habían portado como unos hijos de puta conmigo echándome la culpa, no pude hacer otra que salir coriendo hacia el recurrido campo al fondo del párking a revolcarme de risa por la situación vivida. Por hijos de puta, por culparme de algo que no era responsabilidad mía.
He aquí el momento álgido:
Pues bien, ya al final de la obra, las viviendas estaban totalmente montadas y los currantes se cagaban y meaban a discreción en los wáteres y tiraban todo tipo de porquerías. Yo me encontraba en otro pueblo del mismo valle, cuando viene un operario de la empresa constructora con un aviso urgente: en la obra estaban el arquitcto, el jefe de obra, el encargado y el promotor. Los pisos se estaban inundando porque el agua salía por los wáteres y otros sitios y que había que solucionarlo ya. Me monté en el Renault 4 furgoneta y me personé.
Al llegar, aquello era un linchamiento en toda regla; me dijeron de todo: incompetente, que esto te va a salir muy caro, que hemos llamado a tu jefe y está de camino... yo por otro lado estaba seguro de que el trabajo estaba bien hecho, así que con los cuatro señores a mi espalda con los brazos en jarras busqué el orígen de aquella catástrofe.
De repente, emulando a Vikie el vikingo, dí con el problema. Los constructores, al fabricar las arquetas tienen que colocar unas tablas para hacer el molde rectangular en el hormigón. Tablas que, si no se retiran después, obstruyen la salida de los desagües.
Se lo dije al encargado y en seguida las miradas se dirigieron hacia él. Nos dirigimos al párking y efectivamente, allí estaban las tablas impidiendo que cientos de litros de mierda que había en los tubos hasta una altura de unos 6 metros, corrieran libremente hacia la alcantarilla.
El encargado ordenó al operario que retirase las tablas con una palanca. Los cuatro señores que antes me habían puesto a parir, ahora estaban incrédulos mirando la arqueta con las caras a un metro de altura y en la vertical de la arqueta. Cuando el operario metió la palanca -apartándose, como perro viejo que era- y separó un poco la madera, un enorme chorro de mierda a presión y en forma de cortina salió hacia arriba... entrando por las bocas de más de uno y empapando sus caras, pelo, camisas y corbatas.
La situación alcanzó el grado máximo de comicidad cuando se pusieron los cuatro a toser y vomitar la mierda tragada, la comida y hasta la primera papilla que les dieron. Como se habían portado como unos hijos de puta conmigo echándome la culpa, no pude hacer otra que salir coriendo hacia el recurrido campo al fondo del párking a revolcarme de risa por la situación vivida. Por hijos de puta, por culparme de algo que no era responsabilidad mía.
He aquí el momento álgido: