Konstanz
Veterano
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- 18 Ene 2006
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Atrás quedan las últimas páginas de apuntes de una materia de cuyo nombre me olvidaré en un futuro próximo. Acabo de terminar de asimilar toda la parte teórica de mi próximo examen. Aparto con cuidado esos folios decorados con una variada gama de colores para enfrentarme a la inmensa pila de fotocopias de la parte práctica. Miro la primera hoja que lleva por título: "¿Es el lenguaje humano sexista?". Son fotocopias leídas y subrayadas hace tiempo. El sopor empieza a inundarme. Mis ojos comienzan a cerrarse poco a poco. La modorra de esta tarde dominical se hace eco en todo mi ser.
Lo que daría por chasquear los dedos y hacer desaparecer todo ese sinfín de hojas cuyos conocimientos no estoy segura de que realmente me sirvan de algo.
Lo que daría en estos momentos por estar tumbada en una hamaca, rodeada de un mar color esmeralda. Estar inmensa bajo la lectura de un inmenso libro donde se reflejara la sombra de las palmeras. Y no pensar en nada más, no tener ninguna preocupación.
Paso las hojas rápidamente, como si fueran fruto de algo irreal. Vuelvo a cerrar los ojos y me veo transportada a la cima de una montaña; estoy rodeada de gente cuyos nombres se fueron con el tiempo. Ante mis ojos se extienden más picos de diferentes alturas y formas, cuyas laderas están recubiertas de un verdor que me produce una frescura infinita. Entre los árboles vislumbro algún arroyo ocasional. No hay nada que me lleve a deducir que ese paisaje haya sufrido la alteración de la mano del hombre. Es la naturaleza en su propia esencia, un paisaje sin igual.
Lo que daría por dar la mano a alguien y caminar por las avenidas gigantes de Nueva York, levantar la vista y cruzarme con esas inmensas moles de cristal, pasear por Central Park y respirar el mismo aire que mi acompañante.
Lo que daría por abrir los ojos y encontrarme con una espalda desnuda, sentir mis brazos bajo ese cuerpo candente y anhelante, mecido al compás de esa respiración que late a la par que su sueño, un sueño donde me gustaría entrar. Aunque soy consciente de que es un mundo que no me pertenece. Y no seré yo quien lo interrumpa, así que vuelvo a mecerme en las sombras oscuras de quien camina por lugares inciertos.
Abro los ojos y me enfrento a la cruda realidad de las obligaciones. Es posible que lo anterior haya ocurrido en el pasado o simplemente haya sido fruto de una ensoñación propia de este calor delirante. Es cierto que daría cualquier cosa por estar en cualquier otro lugar en estos momentos, esto se me hace irrespirable.
Y tú... si pudieras eludir tus responsabilidades cotidianas durante un tiempo (15 días, un mes...), ¿dónde te gustaría estar?
Lo que daría por chasquear los dedos y hacer desaparecer todo ese sinfín de hojas cuyos conocimientos no estoy segura de que realmente me sirvan de algo.
Lo que daría en estos momentos por estar tumbada en una hamaca, rodeada de un mar color esmeralda. Estar inmensa bajo la lectura de un inmenso libro donde se reflejara la sombra de las palmeras. Y no pensar en nada más, no tener ninguna preocupación.
Paso las hojas rápidamente, como si fueran fruto de algo irreal. Vuelvo a cerrar los ojos y me veo transportada a la cima de una montaña; estoy rodeada de gente cuyos nombres se fueron con el tiempo. Ante mis ojos se extienden más picos de diferentes alturas y formas, cuyas laderas están recubiertas de un verdor que me produce una frescura infinita. Entre los árboles vislumbro algún arroyo ocasional. No hay nada que me lleve a deducir que ese paisaje haya sufrido la alteración de la mano del hombre. Es la naturaleza en su propia esencia, un paisaje sin igual.
Lo que daría por dar la mano a alguien y caminar por las avenidas gigantes de Nueva York, levantar la vista y cruzarme con esas inmensas moles de cristal, pasear por Central Park y respirar el mismo aire que mi acompañante.
Lo que daría por abrir los ojos y encontrarme con una espalda desnuda, sentir mis brazos bajo ese cuerpo candente y anhelante, mecido al compás de esa respiración que late a la par que su sueño, un sueño donde me gustaría entrar. Aunque soy consciente de que es un mundo que no me pertenece. Y no seré yo quien lo interrumpa, así que vuelvo a mecerme en las sombras oscuras de quien camina por lugares inciertos.
Abro los ojos y me enfrento a la cruda realidad de las obligaciones. Es posible que lo anterior haya ocurrido en el pasado o simplemente haya sido fruto de una ensoñación propia de este calor delirante. Es cierto que daría cualquier cosa por estar en cualquier otro lugar en estos momentos, esto se me hace irrespirable.
Y tú... si pudieras eludir tus responsabilidades cotidianas durante un tiempo (15 días, un mes...), ¿dónde te gustaría estar?