CAPITULO 34. PLAN ALTERNATIVO
Su vida era no lineal.
Mirando los patos comer los pequeños trocitos de pan en el estanque del parque, reflexionó sobre ello, como tantas otras veces, mientras rememoraba un poco. Eso siempre la distraía cuando esperaba.
Su primer despertar a la conciencia, su primer recuerdo, era estar atada a un potro de tortura, sufriendo el dolor más espantoso que habría de experimentar en toda su vida.
Duró mucho tiempo, y fue un cruel inicio para una vida llena de altibajos. Cuando se desmayó, se encontró en clase de algebra, atendiendo y con un block de notas lleno de fórmulas matemáticas. Al poco de acabar la clase, antes de volver a casa, celebraba su ochenta y un cumpleaños en el campo de concentración numero 91, donde estaba asignada permanentemente.
Así, su vida pasaba a trozos, y en cada momento sabía donde estaba, lo que hacía y porqué lo hacía, pero no había conexión entre los fragmentos.
Durante años, al no tener puntos de referencia, pensó que todas las personas que conocían existían así, experimentaban y vivían como ella, pero poco a poco fue tomando conciencia de que algo en su forma de observarla e interpretarla no iba bien. A medida que pasaba el tiempo y tenía recuerdos de otros momentos temporales, sus comentarios se hacían más extraños a los demás, sus afirmaciones se respondían con burlas, desconfianza y amenazas.
En un determinado momento, a los quince años, fue internada y diagnosticada como poseedora de una personalidad borderline, pero en realidad, lo que ocurría era que PsychoCandy, la viajera temporal, aun no había conseguido dominar su poder.
Fue en uno de sus momentos a los veintitrés años mientras observaba un documental sobre los meta humanos y sus poderes, cuando haciendo pruebas, como todo aquel que ha intentado en alguna ocasión mover objetos con su mente, descubrió algo muy curioso.
A los siete años de vida subjetiva, supo que podía trasladarse al momento de su vida que eligiera. Era una meta humana, y podía desplazarse en el tiempo. Su vida era como un collar de perlas, y normalmente habría pasado de una a otra secuencialmente, pero cuando se concentraba y buscaba una perla del collar en concreto, era como convertirse en el hilo que las unía a todas, desplazándose sin tocar las demás hasta llegar a la seleccionada, tomando conciencia de ese momento y lugar en el tiempo.
No era dios, no podía cambiar las cosas ni tenía conocimientos más allá de sus recuerdos vividos, pero con el tiempo fue capaz de sacar partido a su poder. Consiguió titularse como agente de cambio y bolsa autónoma, para así conseguir una vida mejor, usando siempre el conocimiento futuro para su ventaja pasada, anotando mentalmente información valiosa para volver a su juventud y usarla en su beneficio.
Fue descubierta cuando intentó enriquecerse con algunas inversiones hechas en las filiales del Sr. Calcetín.
Sintió pánico, pues sabía que el futuro pertenecía a ese hombre, y que la sociedad futura no deparaba nada bueno a la mujer, así que le confesó su poder, y lo puso a su servicio.
Así fue como el hombre más poderoso del futuro, y un poderoso coercedor mutante, se aprovechó de los conocimientos de la meta humana para crear el plan más grandiosamente imaginado por hombre alguno. La total sumisión de las mujeres.
Ella sabía que colaboraba en el plan, pero también era igualmente consciente de que no podía cambiar el futuro. Sus vanos intentos le causaban una continua confusión. Es como si su vida ya hubiese ocurrido y ella se limitase a vivirla a trozos, como el que visiona una película saltando a distintos puntos de esta con el mando.
Así que se resignó e intentó vivir esa extraña experiencia que era para ella existir. Sabía que tenía exactamente ochenta y dos años y tres días de vida, momento en que murió (y experimentar la propia muerta para encontrarse después en otro momento de su vida casi la enloqueció). Había consumido ya veintiséis de esos años (no podía volver a vivir la perla del collar que ya había visitado, así que una vez experimentado un momento, ya sólo estaba en su recuerdo), y ahora, irónicamente, con su cuerpo también de veintiséis años biológicos, esperaba a la única persona que quizá consiguiera cambiarlo todo.
Jose David apareció a la hora prevista, tal y como había dicho que estaría en su nota. Miró el reloj divertida, jamás había visto a alguien tan puntual, hasta el extremo de resultar ridículo, eran exactamente las doce horas, veintidós minutos y trece segundos.
Elegantemente vestido, finísima camisa de seda china y pantalones de pinzas. Su andar reflejaba una desenvoltura controlada, no podía definirlo de otra manera. Su mirada era confiada, su porte seguro.
No sabía qué decir, realmente. Él la había llamado, así que expectante esperó acontecimientos. La reacción de él la sorprendió tanto que sencillamente no supo cómo reaccionar.
Jose David saludó un rápido y efusivo ¡hola!, y la abrazó. Un abrazo tierno e intenso como jamás nadie le había dado. Quizá por pura empatía se lo devolvió a medias, sin saber qué estaba ocurriendo.
El precognitor susurró en su oído.
- Te he echado tanto de menos… pensé tantas veces en ti que a veces creí que todo fue un sueño, pero aquí estas Candy, aquí estás al fin. Nunca te olvidé amiga mía, jamás lo hice.
Acabó su abrazo y la miró con ternura y simpatía. Notó entonces que la sorpresa de la chica era evidente. Ya lo había visto en su futuro, sabía cómo se desarrollaría el encuentro, así que suspiró y sin dejar de mirarla a los ojos le preguntó.
- ¿Realmente no me reconoces verdad?
Ella negó, pero su mirada le decía que nada había de temer, era sincero en su afecto, y ya había vivido situaciones lo suficientemente extrañas debido a su don como para saber cómo debía reaccionar.
Al igual que aquella vez que se encontró haciendo el amor por primera vez con su novio, descubriendo que ya no era virgen y que llevaban varios años juntos, se dejó llevar por la situación y siguió la corriente hasta saber más.
- No, pero supongo que tú si me conoces… no se explica de otra manera.
JD sonrió, asintió y le relató, como prometió en su nota, todo lo que sabía.
- Sólo te vi una vez, Candy, sólo una vez, pero me cambiaste para siempre. Tú fuiste la persona que despertó mi poder precognitivo, y yo fui el primer meta humano que ha existido en la historia de la humanidad. Fue necesario, pero las consecuencias… no fueron las esperadas.
PsychoCandy escuchó, al igual que otras veces, las cosas que todavía no había hecho pero que ya habían ocurrido. Prestó especial atención, fruto de la práctica, y memorizó lo esencial de todo lo que Jose David le contaba. A mitad de la conversación, este la tomó de la mano y la llevó a un banco, se sentaron y siguió escuchando. Dos viajeros del tiempo, cada uno a su manera, compartiendo la información de una forma que nadie más entendería, pero que para ellos resultaba natural y hasta coherente.
Cuando el precognitor acabó su relato, ella estaba triste y ofuscada.
- Así que todo fue culpa mía – resumió – fue una profecía auto cumplida y por intentar cambiar las cosas. Creé algo que jamás debió existir.
- No fue culpa tuya – dictaminó él – fue mía. No te hice caso, amiga mía, y por eso todo esto ha acabado así.
- ¿Culpa tuya? – alzando la voz - ¡no se puede cambiar el desarrollo temporal!, las cosas simplemente… ¡están ahí!
- Yo si puedo.
Ella lo miró, con esperanza pero a la vez con incredulidad. Él podía ver el futuro, pero ella ya había estado allí, ¿cómo iba a cambiarlo entonces?
JD esperó pacientemente a que ella tomara una decisión, de hecho, sabía que lo haría, así que llegado el momento, ella preguntó.
- ¿Qué debo hacer?
- Sólo convencerme de lo que va a ocurrir en el futuro. Deberás convencerme de que acabe con esta situación histórica para siempre, y esta vez, amiga mía, deberás hacerlo mejor.
Ella lo miró interrogadora.
- ¿mejor?, ¿acaso no ha ocurrido ya?
- Si… y no. El determinismo existe, pero el libre albedrío también, aun puedes renunciar a contactar conmigo, si eso ocurriera, yo nunca adquiriría conciencia de mi poder. Todo cambiaría, a peor, me temo. Aun puedes decirme las mismas palabras que oí hace tantos años, y todo ocurriría exactamente como ha ocurrido. O… puedes hacer algo distinto, convencerme de mirar el futuro por primera vez, y dictaminar, con muchísimos años de antelación, la mejor manera de evitar esto. Algo que no hice hasta que fue demasiado tarde. La primera vez que nos conocimos, fue algo fortuito, un accidente. Despertaste mi poder por casualidad y curiosidad al conocer a un viajero temporal como tú. Ahora debes volver a hacerlo… con un propósito.
PsychoCandy estaba confundida, nunca hubiera pensado que tenía opción a elegir, pero si eso era así, toda su vida predeterminada, todos sus intentos, ¿porqué habían fracasado? Así se lo expuso. Y el le respondió tajante.
- En todos tus intentos, la mayor probabilidad era la escogida, ibas a ciegas pues no tenías todos los datos. Ahora estoy yo, un factor nuevo, y juntos cambiaremos la historia para siempre.
- ¿Y si todo fracasa? ¿que ocurrirá?.
- Existe esa posibilidad, de hecho, es muy probablemente que salga mal, en cuyo caso, esperemos que los cambios que he introducido en esta época y lugar sean suficientes para que los demás puedan cambiar las cosas.
- ¿Hay esperanza? – preguntó ella, deseando creer.
- Siempre hay esperanza – contestó él. Y le sonrió con cariño – Ahora, te diré exactamente que debes decirme, y cuando.
Juntos, elaboraron el plan b.