Don_Poncio
Aborto de Forero
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- 5 Ago 2012
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Un viernes de diciembre del pasado año quedo con tindereña propicia que como yo, frisa la tardocuarentena. Sin demasiadas espectativas, dado el material gráfico que de ella disponía, acudo a la cita y para mi sorpresa, en persona la pava gana bastante, las cervezas vuelan por ambas partes (más las que me había tomado antes de salir), se produce el consabido chupifeeling y sin mayores problemas acabamos en mi casa.
La cantidad de alcohol ingerida impidió que mi micropene alcanzara el lucimiento deseable, cosa a la que la torda no pareció conceder mayor importancia, si bien me hizo una estampida de manual porque quería dormir a gusto en su cama. No fue hasta dos días después en que me invita a su casa, cuando materializamos un fornicio sin grandes alardes por ambas partes, pero que cumplía con los cánones exigidos en estas lides.
Nos despedimos acaramelados sobreentendiendo que nos volveríamos a ver a la vuelta de mis vacaciones, ya que me marchaba unos días fuera por Navidad. Pues hete aquí que la mañana del día de nochebuena me desayuno un audio suyo donde educadamente me decía que había un tema (según ella muy evidente) que nos separaba, y que por lo concerniente a ella nos iba a separar siempre, que no tenía sentido volver a quedar porque hay cosas que no se pueden cambiar, que era una pena y le sabía mal porque yo era un tío muy especial y bla bla bla. Todo en un tono que dejaba muy a las claras que no habria marcha atrás por su parte.
Aunque no soy de pedir explicaciones en estos casos, le pregunto cuál es ese tema tan importante que nos separa y la tía no suelta prenda. Como el partido se había jugado y ganado, y a pesar de que me apetecía prórroga y penaltis, decido pasar de ella y hasta hoy.
Lo gracioso del asunto es que sabía perfectamente a qué se estaba refiriendo en su audio, y salvo que su actuación, tanto en horizontal como en vertical, se postulara a actriz del año, sólo podía ser uno el motivo del fin de tan prometedor idilio: discrepancias ideológicas, y eso que en nuestros encuentros no hubo la más mínima referencia alguna acerca de estas cuestiones tan trascendentales para muchos.
Paso a enumerar los highlights con los que deduzco hice gala a sus ojos de un insoportable facherío.
Y eso es todo amigos. A día de hoy en este país encantador que se nos está quedando bastan cuatro pinceladas inconexas para clasificar al personal, eliminarle de la partida y que pase el siguiente, que tengo una docena esperando, la vida es muy corta y no hay tiempo que perder con la menopausia a la vuelta de la esquina.
A mí la posición política o ideológica de esta señora es que me la trufa, no tengo nada en contra de ella, ya sea adquirida en una tómbola o porque Franco le fusilara a los abuelos. Lo que ya no me parece tan divertido es que ese hooliganismo de trinchera que a duras penas pudo ocultar, me impida repaladear un culo partenueces como mis ojos no van a volver a ver en una tía de su edad y de bastantes menos.
Superado el duelo, ruego al foro plasme historias en las que los desencuentros en la manera de pensar hayan truncado posibilidad o continuidad de folleteo. O bien al contrario, ejemplos reales o inventados donde la pasión desbordó al cuñadismo. Cuenten la vez que esa podemita irredenta succionó un rabo cayetano de manera devota y despreocupada, o cómo el señor del cortijo se desanudó el jersey al hombro para sumergir su cabeza en tremenda pelambrera morada y sobaquil.
La cantidad de alcohol ingerida impidió que mi micropene alcanzara el lucimiento deseable, cosa a la que la torda no pareció conceder mayor importancia, si bien me hizo una estampida de manual porque quería dormir a gusto en su cama. No fue hasta dos días después en que me invita a su casa, cuando materializamos un fornicio sin grandes alardes por ambas partes, pero que cumplía con los cánones exigidos en estas lides.
Nos despedimos acaramelados sobreentendiendo que nos volveríamos a ver a la vuelta de mis vacaciones, ya que me marchaba unos días fuera por Navidad. Pues hete aquí que la mañana del día de nochebuena me desayuno un audio suyo donde educadamente me decía que había un tema (según ella muy evidente) que nos separaba, y que por lo concerniente a ella nos iba a separar siempre, que no tenía sentido volver a quedar porque hay cosas que no se pueden cambiar, que era una pena y le sabía mal porque yo era un tío muy especial y bla bla bla. Todo en un tono que dejaba muy a las claras que no habria marcha atrás por su parte.
Aunque no soy de pedir explicaciones en estos casos, le pregunto cuál es ese tema tan importante que nos separa y la tía no suelta prenda. Como el partido se había jugado y ganado, y a pesar de que me apetecía prórroga y penaltis, decido pasar de ella y hasta hoy.
Lo gracioso del asunto es que sabía perfectamente a qué se estaba refiriendo en su audio, y salvo que su actuación, tanto en horizontal como en vertical, se postulara a actriz del año, sólo podía ser uno el motivo del fin de tan prometedor idilio: discrepancias ideológicas, y eso que en nuestros encuentros no hubo la más mínima referencia alguna acerca de estas cuestiones tan trascendentales para muchos.
Paso a enumerar los highlights con los que deduzco hice gala a sus ojos de un insoportable facherío.
- Decir que me gusta el western y el cine de Clint Eastwood. Hay que aclarar que esta tía era una gafapasta de las de filmoteca en V.O. y cineforum posterior. De hecho, antes de quedar me pidió que le recomendara alguna peli. Mi elección fue Mantícora, del amigo Vermut (lolazo posterior que nos ha dado el hombre) y no solo se la tragó antes del encuentro, sino también Magical Girl. Entregada a la causa estaba la moza.
- Decir que me gustan las películas clásicas de Semana Santa, aun dejándole claro que soy ateo.
- Tener en mi Ipad un libro de Perez Reverte, que ni me había leído, del que ni me acordaba su existencia, pero cuyo descubrimiento hizo que a la tía se le hinchara la vena de la frente porque ella odiaba a Reverte.
- Decir que me parece que una mujer está más atractiva con tacones que sin ellos.
- Recomendarle los podcast de cine de Par Impar (muchos sabréis a qué grupo de comunicación pertenecen estos dos).
- Comentar (con toda la intención para ver su reacción) que me parecía que en España pagábamos demasiados impuestos. La reacción fue descubrir en su cuello más venas ocultas a punto de explotar.
- No haberme cagado las dos veces que nos vimos en los muertos de Sánchez Dragó, Bertín Osborne, Arturo Fernández o Pablo Motos.
- Decir que era de izquierdas en el perfil de Tinder.
- Estar encantada de pagar impuestos.
- Tener una foto de Stalin junto con los imanes de la nevera.
Y eso es todo amigos. A día de hoy en este país encantador que se nos está quedando bastan cuatro pinceladas inconexas para clasificar al personal, eliminarle de la partida y que pase el siguiente, que tengo una docena esperando, la vida es muy corta y no hay tiempo que perder con la menopausia a la vuelta de la esquina.
A mí la posición política o ideológica de esta señora es que me la trufa, no tengo nada en contra de ella, ya sea adquirida en una tómbola o porque Franco le fusilara a los abuelos. Lo que ya no me parece tan divertido es que ese hooliganismo de trinchera que a duras penas pudo ocultar, me impida repaladear un culo partenueces como mis ojos no van a volver a ver en una tía de su edad y de bastantes menos.
Superado el duelo, ruego al foro plasme historias en las que los desencuentros en la manera de pensar hayan truncado posibilidad o continuidad de folleteo. O bien al contrario, ejemplos reales o inventados donde la pasión desbordó al cuñadismo. Cuenten la vez que esa podemita irredenta succionó un rabo cayetano de manera devota y despreocupada, o cómo el señor del cortijo se desanudó el jersey al hombro para sumergir su cabeza en tremenda pelambrera morada y sobaquil.