El problema de la vejez es que ya no estás ocupado trabajando, ni haciendo miles de cosas que impidan a tu cerebro reflexionar acerca de lo mierder de la vida. Tampoco el cuerpo da para hacer virguerías; no ya deporte, sino a veces ni siquiera darte un simple paseo-, y las decenas de achaques y dolores van haciendo paulatina presencia. La libido está a menos -1000°, por lo que la viagra te la puedes meter por el culo. A menudo, ni siquiera el placer más rudimentario - comer- sale a cuenta, porque tud desmenbrada dentadura es incapaz de hacerle frente a un filete o un bocata.
En cuanto a la mente, se convierte en tu peor enemiga: sobra el tiempo para divagar acerca de traumas y errores del pasado, y cada semana haces porra por qué conocido o amigo palmará. El miedo a la muerte (a la agonía, al vacío absoluto) campa a sus anchas porque no hay planes de futuro; todo es pasado o presente infame.
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Los familiares y conocidos te rehúyen porque eres una carga física, hueles a pañal cagao y a cerrado, y les recuerdas que algún día ellos serán como tú. En la sociedad postmoderna donde la adoración de la juventud es perpetua, no valen quejas. La soledad es tu única compañera; pero no la soledad elegida del joven que se aísla porque quiere, esa que mola porque sabes que con un WhatsApp te tomas algo con unos amigos o vas al gym(donde voy a ver pollas) (donde voy a ver pollas), o quedas con una, no: la Soledad, con mayúscula.
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