El efecto Terminator

Mobyfun rebuznó:
No, si a mi la temática de sus hilos me la refanfinfla. Me refería sobre todo (en realidad había puesto sobre todo junto porque soy un subnormal) a lo limitado y simplón del contenido.

Mire por donde, voy a contentarle. Espero no cargarme el servidor...
:lol:


La Iliada, de Homero - Version completa



CANTO I*
Peste Cólera
* Después de una corta invocación a la divinidad para que cante "la perniciosa
ira de Aquiles", nos refiere el poeta que Crises, sacerdote de Apolo, va al
campamento aqueo para rescatar a su hija, que había sido hecha cautiva y
adjudicada como esclava a Agamenón; éste desprecia al sacerdote, se niega a
darle la hija y lo despide con amenazadoras palabras; Apolo, indignado, suscita
una terrible peste en el campamento; Aquiles reúne a los guerreros en el ágora
por inspiración de la diosa Hera, y, habiendo dicho al adivino Calcante que
hablara sin miedo, aunque tuviera que referirse a Agamenón, se sabe por fin que
el comportamiento de Agamenón con el sacerdote Crises ha sido la causa del enojo
del dios. Esta declaración irrita al rey, que pide que, si ha de devolver la
esclava, se le prepare otra recompensa; y Aquiles le responde que ya se la darán
cuando tomen Troya. Así, de un modo tan natural, se origina la discordia entre
el caudillo supremo del ejército y el héroe más valiente. La riña llega a tal
punto que Aquiles desenvaina la espada y habría matado a Agamenón si no se lo
hubiese impedido la diosa Atenea; entonces Aquiles insulta a Agamenón, éste se
irrita y amenaza a Aquiles con quitarle la esclava Briseida, a pesar de la
prudente amonestación que le dirige Néstor; se disuelve el ágora y Agamenón
envía a dos heraldos a la tienda de Aquiles que se llevan a Briseide; Ulises y
otros griegos se embarcan con Criseida y la devuelven a su padre; y, mientras
tanto, Aquiles pide a su madre Tetis que suba al Olimpo a impetre de Zeus que
conceda la victoria a los troyanos para que Agamenón comprenda la falta que ha
cometido; Tetis cumple el deseo de su hijo, Zeus accede, y este hecho produce
una violenta disputa entre Zeus y Hera, a quienes apacigua su hijo Hefesto; la
concordia vuelve a reinar en el Olimpo y los dioses celebran un festín
espléndido hasta la puesta del sol, en que se recogen en sus palacios.
1 Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó
infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de
héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves cumplíase la voluntad de
Zeus desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino
Aquiles.
8 ¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El
hijo de Leto y de Zeus. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste,
y los hombres perecían por el ultraje que el Atrida infiriera al sacerdote
Crises. Éste, deseando redimir a su hija, se había presentado en las veleras
naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas de Apolo, el que hiere de
lejos, que pendían de áureo cetro, en la mano; y a todos los aqueos, y
particularmente a los dos Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba:
17 ¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen olímpicos
palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la
patria! Poned en libertad a mi hija y recibid el rescate, venerando al hijo de
Zeus, a Apolo, el que hiere de lejos.
22 Todos los aqueos aprobaron a voces que se respetara al sacerdote y se
admitiera el espléndido rescate; mas el Atrida Agamenón, a quien no plugo el
acuerdo, le despidió de mal modo y con altaneras voces:
26 No dé yo contigo, anciano, cerca de las cóncavas naves, ya porque ahora
demores tu partida, ya porque vuelvas luego, pues quizás no te valgan el cetro y
las ínfulas del dios. A aquélla no la soltaré; antes le sobrevendrá la vejez en
mi casa, en Argos, lejos de su patria, trabajando en el telar y aderezando mi
lecho. Pero vete; no me irrites, para que puedas irte más sano y salvo.
33 Así dijo. El anciano sintió temor y obedeció el mandato. Fuese en silencio
por la orilla del estruendoso mar; y, mientras se alejaba, dirigía muchos ruegos
al soberano Apolo, a quien parió Leto, la de hermosa cabellera:
37 ¡Óyeme, tú que llevas arco de plata, proteges a Crisa y a la divina Cila, a
imperas en Ténedos poderosamente! ¡Oh Esminteo! Si alguna vez adorné tu gracioso
templo o quemé en tu honor pingües muslos de toros o de cabras, cúmpleme este
voto: ¡Paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas!
43 Así dijo rogando. Oyóle Febo Apolo e, irritado en su corazón, descendió de
las cumbres del Olimpo con el arco y el cerrado carcaj en los hombros; las
saetas resonaron sobre la espalda del enojado dios, cuando comenzó a moverse.
Iba parecido a la noche. Sentóse lejos de las naves, tiró una flecha y el arco
de plata dio un terrible chasquido. Al principio el dios disparaba contra los
mulos y los ágiles perros; mas luego dirigió sus amargas saetas a los hombres, y
continuamente ardían muchas piras de cadáveres.

Telémaco, si no te echo mano, te despojo del vestido (el manto y la túnica que
cubren tus partes verendas) y te envío lloroso del ágora a las veleras naves
después de castigarte con afrentosos azotes.
265 Así, pues, dijo, y con el cetro diole un golpe en la espalda y los hombros.
Tersites se encorvó, mientras una gruesa lágrima caía de sus ojos y un cruento
cardenal aparecía en su espalda debajo del áureo cetro. Sentóse, turbado y
dolorido; miró a todos con aire de simple, y se enjugó las lágrimas. Ellos,
aunque afligidos, rieron con gusto y no faltó quien dijera a su vecino:
272 ¡Oh dioses! Muchas cosas buenas hizo Ulises, ya dando consejos saludables,
ya preparando la guerra; pero esto es lo mejor que ha ejecutado entre los
argivos: hacer callar al insolente charlatán, cuyo ánimo osado no lo impulsará
en lo sucesivo a zaherir con injuriosas palabras a los reyes.
278 Así hablaba la multitud. Levantóse Ulises, asolador de ciudades, con el
cetro en la mano (Atenea, la de ojos de lechuza, que, transfigurada en heraldo,
junto a él estaba, impuso silencio para que todos los aqueos, desde los primeros
hasta los últimos, oyeran su discurso y meditaran sus consejos), y benévolo los
arengó diciendo:
284 ¡Atrida! Los aqueos, oh rey, quieren cubrirte de baldón ante todos los
mortales de voz articulada y no cumplen lo que te prometieron al venir de Argos,
criador de caballos: que no te irías sin destruir la bien murada Ilio. Cual si
fuesen niños o viudas, se lamentan unos con otros y desean regresar a su casa. Y
es, en verdad, penoso que hayamos de volver afligidos. Cierto que cualquiera se
impacienta al mes de estar separado de su mujer, cuando ve detenida su nave de
muchos bancos por las borrascas invernales y el mar alborotado; y nosotros hace
ya nueve años, con el presence, que aquí permanecemos. No me enojo, pues, porque
los aqueos se impacienten junto a las cóncavas naves; pero sería bochornoso
haber estado aquí tanto tiempo y volvernos sin conseguir nuestro propósito.
Tened paciencia, amigos, y aguardad un poco más, para que sepamos si fue
verídica la predicción de Calcante. Bien grabada la tenemos en la memoria, y
todos vosotros, los que no habéis sido arrebatados día tras día por las parcas
de la muerte, sois testigos de lo que ocurrió en Áulide cuando se reunieron las
naves aqueas que cantos males habían de traer a Príamo y a los troyanos. En
sacros altares inmolábamos hecatombes perfectas a los inmortales, junto a una
fuente y a la sombra de un hermoso plátano a cuyo pie manaba agua cristalina.
Allí se nos ofreció un gran portento. Un horrible dragón de roja espalda, que el
mismo Olímpico sacara a la luz, saltó de debajo del altar al plátano. En la rama
cimera de éste hallábanse los hijuelos recién nacidos de un ave, que medrosos se
acurrucaban debajo de las hojas; eran ocho, y, con la madre que los parió,
nueve. El dragón devoró a los pajarillos, que piaban lastimeramente; la madre
revoleaba en torno de sus hijos quejándose, y aquél volvióse y la cogió por el
ala, mientras ella chillaba. Después que el dragón se hubo comido al ave y a los
polluelos, el dios que lo había mostrado obró en él un prodigio: el hijo del
artero Crono transformólo en piedra, y nosotros, inmóviles, admirábamos lo que
ocurría. De este modo, las grandes y portentosas acciones de los dioses
interrumpieron las hecatombes. Y en seguida Calcante, vaticinando, exclamó:
«¿Por qué enmudecéis, melenudos aqueos? El próvido Zeus es quien nos muestra ese
prodigio grande, tardío, de lejano cumplimiento, pero cuya gloria jamás
perecerá. Como el dragón devoró a los polluelos del ave y al ave misma, los
cuales eran ocho, y, con la madre que los dio a luz, nueve, así nosotros
combatiremos allí igual número de años, y al décimo tomaremos la ciudad de
anchas calles.» Tal fue lo que dijo y todo se va cumpliendo. ¡Ea, aqueos de
hermosas grebas, quedaos todos hasta que tomemos la gran ciudad de Príamo!
333 Así habló. Los argivos, con agudos gritos que hacían retumbar horriblemente
las naves, aplaudieron el discurso del divino Ulises. Y Néstor, caballero
gerenio, los arengó diciendo:
337 ¡Oh dioses! Habláis como niños chiquitos que no están ejercitados en los
bélicos trabajos. ¿Qué es de nuestros convenios y juramentos? ¿Se fueron, pues,
en humo los consejos, los afanes de los guerreros, los pactos consagrados con
libaciones de vino puro y los apretones de manos en que confiábamos? Nos
entretenemos en contender con palabras y sin motivo, y en tan largo espacio no
hemos podido encontrar un medio eficaz para conseguir nuestro intento. ¡Atrida!
Tú, como siempre, manda con firme decisión a los argivos en el duro combate y
deja que se consuman uno o dos que en discordancia con los demás aqueos desean,
aunque no lograran su propósito, regresar a Argos antes de saber si fue o no
falsa la promesa de Zeus, que lleva la égida. Pues yo os aseguro que el
prepotente Cronida nos prestó su asentimiento, relampagueando por el diestro
lado y haciéndonos favorables señales, el día en que los argivos se embarcaron
en las naves de ligero andar para traer a los troyanos la muerte y el destino.
Nadie, pues, se dé prisa por volver a su casa, hasta haber dormido con la esposa
de un troyano y haber vengado la huida y los gemidos de Helena. Y si alguno
tanto anhelare el regreso, toque la negra nave de muchos bancos para que delante
de todos sea muerto y cumpla su destino. ¡Oh rey! No dejes de pensar tú mismo y
sigue también los consejos que nosotros lo damos. No es despreciable lo que voy
a decirte: Agrupa a los hombres, oh Agamenón, por tribus y familias, para que
una tribu ayude a otra tribu y una familia a otra familia. Si así lo hicieres y
lo obedecieren los aqueos, sabrás pronto cuáles jefes y soldados son cobardes y
cuáles valerosos, pues pelearán distintamente; y conocerás si no puedes tomar la
ciudad por la voluntad de los dioses o por la cobardía de tus hombres y su
impericia en la guerra.
369 Y, respondiéndole, el rey Agamenón le dijo:
370 De nuevo, oh anciano, superas en el ágora a los aqueos todos. Ojalá, ¡padre
Zeus, Atenea, Apolo!, tuviera yo entre los aqueos diez consejeros semejantes;
entonces la ciudad del rey Príamo sería pronto tomada y destruida por nuestras
manos. Pero Zeus Cronida, que lleva la égida, me envía penas, enredándome en
inútiles disputas y riñas. Aquiles y yo peleamos con encontradas razones por una
joven, y fui el primero en irritarme; si ambos procediéramos de acuerdo, no se
diferiría ni un solo momento la ruina de los troyanos. Ahora, id a comer para
que luego trabemos el combate; cada uno afile la lanza, prepare el escudo, dé el
pasto a los corceles de pies ligeros a inspeccione el carro, apercibiéndose para
la lucha; pues durante todo el día nos pondrá a prueba el horrendo Ares. Ni un
breve descanso ha de haber siquiera, hasta que la noche obligue a los valientes
guerreros a separarse. La correa del escudo que al combatiente cubre, sudará en
torno del pecho; el brazo se fatigará con el manejo de la lanza, y también
sudarán los corceles arrastrando los pulimentados carros. Y aquél que se quede
voluntariamente en las corvas naves, lejos de la batalla, como yo lo vea, no se
librará de los perros y de las aves de rapiña.
394 Así dijo. Los argivos promovían gran clamoreo, como cuando las olas, movidas
por el Noto, baten un elevado risco que se adelanta sobre el mar y no to dejan
mientras soplan los vientos en contrarias direcciones. Luego, levantándose, se
dispersaron por las naves, encendieron lumbre en las tiendas, tomaron la comida
y ofrecieron sacrificios, quiénes a uno, quiénes a otro de los sempiternos
dioses, para que los librasen de la muerte y del fatigoso trabajo de Ares.
Agamenón, rey de hombres, inmoló un pingüe buey de cinco años al prepotente
Cronión, habiendo llamado a su tienda a los principales caudillos de los aqueos
todos: primeramente a Néstor y al rey Idomeneo, luego a entrambos Ayantes y al
hijo de Tideo, y en sexto lugar a Ulises, igual a Zeus en prudencia.
Espontáneamente se presentó Menelao, valiente en la pelea, porque sabía lo que
su hermano estaba preparando. Colocaronse todos alrededor del buey y tomaron la
mola. Y puesto en medio, el poderoso Agamenón oró diciendo:
412 ¡Zeus gloriosísimo, máximo, que amontonas las sombrías nubes y vives en el
éter! ¡No se ponga el sol ni sobrevenga la obscuridad antes que yo destruya el
palacio de Príamo, entregándolo a las llamas; pegue voraz fuego a las puertas;
rompa con mi lanza la coraza de Héctor en su mismo pecho, y vea a muchos de sus
compañeros caídos de cara en el polvo y mordiendo la tierra!
419 Dijo; pero el Cronión no accedió y, aceptando los sacrificios, preparóles no
envidiable labor. Hecha la rogativa y esparcida la mola, cogieron las víctimas
por la cabeza, que tiraron hacia atrás, y las degollaron y desollaron; cortaron
los muslos, y después de pringarlos con gordura por uno y otro lado y de
cubrirlos con trozos de carne, los quemaron con leña sin hojas; y atravesando
las entrañas con los asadores, las pusieron al fuego. Quemados los muslos,
probaron las entrañas; y dividiendo to restante en pedazos muy pequeños,
atravesáronlo con pinchos, to asaron cuidadosamente y lo retiraron del fuego.
Terminada la faena y dispuesto el festín, comieron y nadie careció de su
respectiva porción. Y cuando hubieron satisfecho el deseo de beber y de comer,
Néstor, el caballero gerenio, comenzó a decirles:
434 ¡Atrida gloriosísimo, rey de hombres, Agamenón! No nos entretengamos en
hablar, ni difiramos por más tiempo la empresa que un dios pone en nuestras
manos. Mas, ea, los heraldos de los aqueos, de broncíneas corazas, pregonen que
el ejército se reúna cerca de los bajeles, y nosotros recorramos juntos el
espacioso campamento para promover cuanto antes un vivo combate.
441 Así dijo; y Agamenón, rey de hombres, no desobedeció. Al momento dispuso que
los heraldos de voz sonora llamaran al combate a los melenudos aqueos; hízose el
pregón, y ellos se reunieron prontamente. El Atrida y los reyes, alumnos de
Zeus, hacían formar a los guerreros, y los acompañaba Atenea, la de ojos de
lechuza, llevando la preciosa inmortal égida que no envejece y de la cual
cuelgan cien áureos borlones, bien labrados y del valor de cien bueyes cada uno.
Con ella en la mano, movíase la diosa entre los aqueos, instigábalos a salir al
campo y ponía fortaleza en sus corazones para que pelearan y combatieran sin
descanso. Pronto les fue más agradable el combate, que volver a la patria tierra
en las cóncavas naves.
455 Cual se columbra desde lejos el resplandor de un incendio, cuando el voraz
fuego se propaga por vasta selva en la cumbre de un monte, así el brillo de las
broncíneas armaduras de los que se ponían en marcha llegaba al cielo a través
del éter.
459 De la suerte que las alígeras aves gansos, grullas o cisnes cuellilargos se
posan en numerosas bandadas y chillando en la pradera Asia, cerca de la
corriente del Caístro, vuelan acá y allá ufanas de sus alas, y el campo resuena;
de esta manera las numerosas huestes afluían de las naves y tiendas a la llanura
escamandria y la tierra retumbaba horriblemente bajo los pies de los ro. Y Príamo,
así que se hubo lavado, recibió la copa de manos de su esposa; oró, de pie, en
medio del patio; libó el vino, alzando los ojos al cielo, y pronunció estas
palabras:
308 ¡Padre Zeus, que reinas desde el Ida, gloriosísimo, máximo! Concédeme que al
llegar a la tienda de Aquiles le sea yo grato y de mí se apiade; y haz que
aparezca a mi derecha to veloz mensajera, el ave que to es más querida y cuya
fuerza es inmensa, para que después de verla con mis propios ojos vaya, alentado
por el agüero, a las naves de los dánaos, de rápidos corceles.
314 Así dijo rogando. Oyóle el próvido Zeus, y al momento envió la mejor de las
aves agoreras, un águila rapaz de color obscuro, conocida con el nombre de
percnón. Cuanta anchura suele tener en la casa de un rico la puerta de la cámara
de alto techo, bien adaptada al marco y asegurada por un cerrojo, tanto espacio
ocupaba con sus alas, desde el uno al otro extremo, el águila que apareció
volando a la derecha por cima de la ciudad. A1 verla, todos se alegraron y la
confianza renació en sus pechos.
322 El anciano subió presuroso al carro y to guió a la calle, pasando por el
vestíbulo y el pórtico sonoro. Iban delante las mulas que tiraban del carro de
cuatro ruedas, y eran gobernadas por el prudente Ideo; seguían los caballos que
el viejo aguijaba con el látigo para que atravesaran prestamente la ciudad; y
todos los amigos acompañaban al rey, derramando abundantes lágrimas, como si a
la muerte caminara. Cuando hubieron bajado de la ciudad al campo, hijos y yernos
regresaron a Ilio. Mas, al atravesar Príamo y el heraldo la Ilanura, no dejó de
advertirlo el largovidente Zeus, que vio al anciano y se compadeció de él. Y,
llamando en seguida a su hijo Hermes, le habló diciendo:
334 ¡Hermes! Puesto que te es grato acompañar a los hombres y oyes las súplicas
del que quieres, anda, ve y conduce a Príamo a las cóncavas naves aqueas, de
suerte que ningún dánao le vea ni le descubra hasta que haya llegado a la tienda
del Pelida.
339 Así habló. El mensajero Argicida no fue desobediente: calzóse al instante
los áureos divinos talares que le llevaban sobre el mar y la tierra inmensa con
la rapidez del viento, y tomó la vara con la cual adormece los ojos de cuantos
quiere o despierta a los que duermen. Llevándola en la mano, el poderoso
Argicida emprendió el vuelo, llegó muy pronto a Troya y al Helesponto, y echó a
andar, transfigurado en un joven príncipe a quien comienza a salir el bozo y
está graciosísimo en la flor de la juventud.
349 Cuando Príamo y el heraldo llegaron más allá del gran túmulo de Ilo,
detuvieron las mulas y los caballos para que bebiesen en el río. Ya se iba
haciendo noche sobre la tierra. Advirtió el heraldo la presencia de Hermes, que
estaba junto a él, y hablando a Príamo dijo:
354 Atiende, Dardánida, pues el lance que se presenta requiere prudencia. Veo a
un hombre y me figuro que al punto nos ha de matar. Ea, huyamos en el carro, o
supliquémosle, abrazando sus rodillas, para ver si se compadece de nosotros.
35d Así dijo. Turbósele al anciano la razón, sintió un gran terror, se le erizó
el pelo en los flexibles miembros y quedó estupefacto. Entonces el benéfico
Hermes se llegó al viejo, tomóle por la mano y le interrogó diciendo:
362 ¿Adónde, padre mío, diriges estos caballos y mulas durante la noche divina,
mientras duermen los demás mortales? ¿No temes a los aqueos, que respiran valor,
los cuales to son malévolos y enemigos y se hallan cerca de nosotros? Si alguno
de ellos to viera conducir tantas riquezas en. esta obscura y rápida noche, ¿qué
resolución tomarías? Tú no eres joven, éste que te acompaña es también anciano,
y no podríais rechazar a quien os ultrajara. Pero yo no te causaré ningún daño
y, además, te defendería de cualquier hombre, porque te encuentro semejante a mi
querido padre.
372 Respondióle el anciano Príamo, semejante a un dios:
373 Así es, como dices, hijo querido. Pero alguna deidad extiende la mano sobre
mí, cuando me hace salir al encuentro un caminante de tan favorable augurio como
tú, que tienes cuerpo y aspecto dignos de admiración y espíritu prudente, y
naciste de padres felices.
378 Díjole a su vez el mensajero Argicida:
379 Sí, anciano, oportuno es cuanto acabas de decir. Pero, ea, habla y dime con
sinceridad: ¿mandas a gente extraña tantas y tan preciosas riquezas a fin de
ponerlas en cobro; o ya todos abandonáis, amedrentados, la sagrada Ilio, por
haber muerto el varón más fuerte, to hijo, que a ninguno de los aqueos cedía en
el combate?
386 Contestóle el anciano Príamo, semejante a un dios:
387 ¿Quién eres, hombre excelente, y cuáles los padres de que naciste, que con
tanta oportunidad has mencionado la muerte de mi hijo infeliz?
389 Replicó el mensajero Argicida:
390 Me quieres probar, oh anciano, y por eso me hablas del divino Héctor. Muchas
veces le vieron estos ojos en la batalla, donde los varones se hacen ilustres, y
también cuando llegó a las naves matando argivos, a quienes hería con el agudo
bronce. Nosotros le admirábamos sin movernos, porque Aquiles estaba irritado
contra el Atrida y no nos dejaba pelear. Pues yo soy servidor de Aquiles, con
quien vine en la misma nave bien construida; desciendo de mirmidones y tengo por
padre a Políctor, que es rico y anciano como tú. Soy el más joven de sus siete
hijos y, como lo decidiéramos por suerte, tocóme a mí acompañar al héroe. Y
ahora he venido de las naves a la llanura, porque mañana los aqueos, de ojos
vivos, presentarán batalla en los contornos de la ciudad: se aburren de estar
ociosos, y los reyes aqueos no pueden contener su impaciencia por entrar en
combate.
405 Respondióle el anciano Príamo, semejante a un dios:
406 Si eres servidor del Pelida Aquiles, ea, dime toda la verdad: ¿mi hijo yace
aún cerca de las naves, o Aquiles lo ha desmembrado y entregado a sus perros?
410 Contestóle el mensajero Argicida:
411 ¡Oh anciano! Ni los perros ni las aves lo han devorado, y todavía yace junto
a la nave de Aquiles, dentro de la tienda. Doce días lleva de estar tendido, y
ni el cuerpo se pudre, ni lo comen los gusanos que devoran a los hombres muertos
en la guerra. Cuando apunta la divinal aurora, Aquiles lo arrastra sin piedad
alrededor del túmulo de su compañero querido; pero ni aun así lo desfigura, y tú
mismo, si a él te acercaras, lo admirarías de ver cuán fresco está: la sangre le
ha sido lavada, no presenta mancha alguna, y cuantas heridas recibió pues fueron
muchos los que le envasaron el bronce todas se han cerrado. De tal modo los
bienaventurados dioses cuidan de to buen hijo, aun después de muerto, porque era
muy caro a su corazón.
424 Así habló. Alegróse el anciano, y respondió diciendo:
425 ¡Oh hijo! Bueno es ofrecer a los inmortales los debidos dones. jamás mi
hijo, si no ha sido un sueño que haya existido, olvidó en el palacio a los
dioses que moran en el Olimpo, y por esto se acordaron de él en el fatal trance
de la muerte. Mas, ea, recibe de mis manos esta linda copa, para que la guardes,
y guíame con el favor de los dioses hasta que llegue a la tienda del Pelida.
432 Díjole a su vez el mensajero Argicida:
433 Quieres tentarme, anciano, porque soy más joven; pero no me persuadirás con
tus ruegos a que acepte el regalo sin saberlo Aquiles. Le temo y me da mucho
miedo defraudarle: no fuera que después se me siguiese algún daño. Pero te
acompañaría cuidadosamente en una velera nave o a pie, aunque fuera hasta la
famosa Argos, y nadie osaría acometerte, despreciando al guía.
440 Dijo; y, subiendo el benéfico Hermes al carro, recogió al instante el látigo
y las riendas a infundió gran vigor a los corceles y mulas. Cuando llegaron al
foso y a las torres que protegían las naves, los centinelas comenzaban a
preparar la cena, y el mensajero Argicida los adormeció a todos; en seguida
abrió la puerta, descorriendo los cerrojos, a introdujo a Príamo y el carro que
llevaba los espléndidos regalos. Llegaron, por fin, a la elevada tienda que los
mirmidones habían construido para el rey con troncos de abeto, cubriéndola con
un techo inclinado de frondosas cañas que cortaron en la pradera; rodeábala una
gran cerca de muchas estacas y tenía la puerta asegurada por una barra de abeto
que quitaban o ponían tres aqueos juntos, y sólo Aquiles la descorna sin ayuda.
Entonces el benéfico Hermes abrió la puerta a introdujo al anciano y los
presentes para el Pelida, el de los pies ligeros. Y apeándose del carro, dijo a
Príamo:
460 ¡Oh anciano! Yo soy un dios inmortal, soy Hermes; y mi padre me envió para
que fuese tu guía. Me vuelvo antes de llegar a la presencia de Aquiles, pues
sería indecoroso que un dios inmortal se tomara públicamente tanto interés por
los mortales. Entra tú, abraza las rodillas del Pelida y suplícale por su padre,
por su madre de hermosa cabellera y por su hijo, para que conmuevas su corazón.
468 Cuando esto hubo dicho, Hermes se encaminó al vasto Olimpo. Príamo saltó del
carro a tierra, dejó a Ideo con el fin de que cuidase de los caballos y mulas, y
fue derecho a la tienda en que moraba Aquiles, caro a Zeus. Hallóle dentro y sus
amigos estaban sentados aparte; sólo dos de ellos, el héroe Automedonte y
Álcimo, vástago de Ares, le servían, pues acababa de cenar; y, si bien ya no
comía ni bebía, aun la mesa continuaba puesta. El gran Príamo entró sin ser
visto, acercóse a Aquiles, abrazóle las rodillas y besó aquellas manos
terribles, homicidas, que habían dado muerte a tantos hijos suyos. Como quedan
atónitos los que, hallándose en la casa de un rico, ven llegar a un hombre que,
poseído de la cruel Ofuscación, mató en su patria a otro varón y ha emigrado a
país extraño, de igual manera asombróse Aquiles de ver al deiforme Príamo; y los
demás se sorprendieron también y se miraron unos a otros. Y Príamo suplicó a
Aquiles, dirigiéndole estas palabras:
486 Acuérdate de tu padre, Aquiles, semejante a los dioses, que tiene la misma
edad que yo y ha llegado al funesto umbral de la vejez. Quizá los vecinos
circunstantes le oprimen y no hay quien te salve del infortunio y de la ruina;
pero al menos aquél, sabiendo que tú vives, se alegra en su corazón y espera de
día en día que ha de ver a su hijo, llegado de Troya. Mas yo, desdichadísimo,
después que engendré hijos excelentes en la espaciosa Troya, puedo decir que de
ellos ninguno me queda. Cincuenta tenía cuando vinieron los aqueos: diez y nueve
procedían de un solo vientre; a los restantes diferentes mujeres los dieron a
luz en el palacio. A los más el furibundo Ares les quebró las rodillas; y el que
era único para mí, pues defendía la ciudad y sus habitantes, a ése tú to mataste
poco ha, mientras combatía por la patria, a Héctor, por quien vengo ahora a las
naves de los aqueos, a fin de redimirlo de ti, y traigo un inmenso rescate.
Pero, respeta a los dioses, Aquiles, y apiádate de mí, acordándote de to padre;
que yo soy todavía más digno de piedad, puesto que me atreví a lo que ningún
otro mortal de la tierra: a llevar a mi boca la mano del hombre matador de mis
hijos.
507 Así habló. A Aquiles le vino deseo de llorar por su padre; y, asiendo de la
mano a Príamo, apartóle suavemente. Entregados uno y otro a los recuerdos,
Príamo, caído a los pies de Aquiles, lloraba copiosamente por Héctor, matador de
hombres; y Aquiles lloraba unas veces a su padre y otras a Patroclo; y el gemir
de entrambos se alzaba en la tienda. Mas así que el divino Aquiles se hartó de
llanto y el deseo de sollozar cesó en su alma y en sus miembros, alzóse de la
silla, tomó por la mano al viejo para que se levantara, y, mirando compasivo su
blanca cabeza y su blanca barba, díjole estas aladas palabras:
518 ¡Ah, infeliz! Muchos son los infortunios que tu ánimo ha soportado. ¿Cómo
osaste venir solo a las naves de los aqueos, a los ojos del hombre que te mató
tantos y tan valientes hijos? De hierro tienes el corazón. Mas, ea, toma asiento
en esta silla; y, aunque los dos estamos afligidos, dejemos reposar en el alma
las penas, pues el triste llanto para nada aprovecha. Los dioses destinaron a
los míseros mortales a vivir en la tristeza, y sólo ellos están descuitados. En
los umbrales del palacio de Zeus hay dos toneles de dones que el dios reparte:
en el uno están los males y en el otro los bienes. Aquél a quien Zeus, que se
complace en lanzar rayos, se los da mezclados, unas veces topa con la desdicha y
otras con la buena ventura; pero el que tan sólo recibe penas vive con afrenta,
una gran hambre le persigue sobre la divina tierra y va de un lado para otro sin
ser honrado ni por los dioses ni por los hombres. Así las deidades hicieron a
Peleo claros dones desde su nacimiento: aventajaba a los demás hombres en
felicidad y riqueza, reinaba sobre los mirmidones, y, siendo mortal, le dieron
por mujer una diosa. Pero también la divinidad le impuso un mal: que no tuviese
hijos que reinaran luego en el palacio. Tan sólo engendró uno, a mí, cuya vida
ha de ser breve; y no le cuido en su vejez, porque permanezco en Troya, muy
lejos de la patria, para contristarte a ti y a tus hijos. Y dicen que también
tú, oh anciano, fuiste dichoso en otro tiempo; y que en el espacio que comprende
Lesbos, donde reinó Mácar, y más arriba la Frigia hasta el Helesponto inmenso,
descollabas entre todos por tu riqueza y por to prole. Mas, desde que los dioses
celestiales to trajeron esta plaga, sucédense alrededor de la ciudad las
batallas y las matanzas de hombres. Súfrelo resignado y no dejes que de to
corazón se apodere incesante pesar, pues nada conseguirás afligiéndote por to
hijo, ni lograrás que se levante, antes tendrás que padecer un nuevo mal.
552 Respondió en seguida el anciano Príamo, semejante a un dios:
553 No me hagas sentar en esta silla, alumno de Zeus, mientras Héctor yace
insepulto en la tienda. Entrégamelo cuanto antes para que lo contemple con mis
ojos, y tú recibe el cuantioso rescate que te traemos. Ojalá puedas disfrutar de
él y volver al patrio suelo, ya que ahora me has dejado vivir y ver la luz del
sol.
559 Mirándole con torva faz, le dijo Aquiles, el de los pies ligeros:
56o ¡No me irrites más, oh anciano! Tengo acordado entregarte a Héctor, pues
para ello Zeus me envió como mensajera la madre que me dio a luz, la hija del
anciano del mar. Comprendo también, oh Príamo, y no se me oculta, que un dios te
trajo a las veleras naves de los aqueos; porque ningún mortal, aunque estuviese
en la flor de la juventud, se atrevería a venir al ejército, ni entraría sin ser
visto por los centinelas, ni desatrancana con facilidad nuestras puertas.
Absténte, pues, de exacerbar los dolores de mi corazón; no sea que a ti, oh
anciano, no to respete en mi tienda, aunque siendo mi suplicante, y viole las
órdenes de Zeus.
571 Así dijo. El anciano sintió temor y obedeció el mandato. El Pelida, saltando
como un león, salió de la tienda, y no se fue solo, pues le siguieron dos de sus
servidores: el héroe Automedonte y Álcimo, que eran los compañeros a quienes más
apreciaba desde que había muerto Patroclo. En seguida desengancharon caballos y
mulas, introdujeron el heraldo, vocero del anciano, haciéndole sentar en una
silla, y quitaron del lustroso carro los inmensos rescates de la cabeza de
Héctor. Tan sólo dejaron dos mantos y una túnica bien tejida, para envolver el
cadáver antes que lo entregara para que lo llevasen a casa. Aquiles llamó
entonces a las esclavas y les mandó que lo lavaran y ungieran, trasladándolo a
otra parte para que Príamo no viese a su hijo; no fuera que, afligiéndose al
verlo, no pudiese reprimir la cólera en su pecho a irritase el corazón de
Aquiles, y éste lo matara, quebrantando las órdenes de Zeus. Lavado ya y ungido
con aceite, las esclavas lo cubrieron con la túnica y el hermoso palio, después
el mismo Aquiles lo levantó y colocó en un lecho, y por fin los compañeros lo
subieron al lustroso carro. Y el héroe suspiró y dijo, nombrando a su amigo:
592 No te enojes conmigo, oh Patroclo, si en el Hades te enteras de que he
entregado el divino Héctor a su padre; pues me ha traído un rescate digno, y de
él te dedicaré la debida parte.
596 Habló así el divino Aquiles y volvió a la tienda. Sentóse en la silla,
labrada con mucho arte, de que antes se había levantado y que se hallaba adosada
al muro, y en seguida dirigió a Príamo estas palabras:
599 Tu hijo, oh anciano, rescatado está, como pedías: yace en un lecho, y al
despuntar la aurora podrás verlo y llevártelo. Ahora pensemos en cenar, pues
hasta Níobe, la de hermosas trenzas, se acordó de tomar alimento cuando en el
palacio murieron sus dos vástagos: seis hijas y seis hijos florecientes. A éstos
Apolo, airado contra Níobe, los mató disparando el arco de plata; a aquéllas
dioles muerte Ártemis, que se complace en tirar flechas; porque la madre osaba
compararse con Leto, la de hermosas mejillas, y decía que ésta sólo había dado a
luz dos hijos, y ella había tenido muchos; y los de la diosa, no siendo más que
dos, acabaron con todos los de Níobe. Nueve días permanecieron tendidos en su
sangre, y no hubo quien los enterrara porque el Cronión a la gente la había
vuelto de piedra; pero, al llegar el décimo, los dioses celestiales los
sepultaron. Y Níobe, cuando se hubo cansado de llorar, pensó en el alimento.
Hállase actualmente en las rocas de los montes yermos de Sípilo, donde, según
dice, están las grutas de las ninfas que bailan junto al Aqueloo, y aunque
convertida en piedra, devora aún los dolores que las deidades le causaron. Mas,
ea, divino anciano, cuidemos también nosotros de comer, y más tarde, cuando
hayas transportado el hijo a Ilio, podrás hacer llanto sobre el mismo, y será
por ti muy llorado.
626 En diciendo esto, el veloz Aquiles levantóse y degolló una blanca oveja; sus
compañeros la desollaron y prepararon bien como era debido; la descuartizaron
con arte, y, cogiendo con pinchos los pedazos, los asaron cuidadosamente y los
retiraron del fuego. Automedonte repartió pan en hermosas cestas, y Aquiles
distribuyó la carne. Ellos alargaron la diestra a los manjares que tenían
delante; y, cuando hubieron satisfecho el deseo de comer y de beber, Príamo
Dardánida admiró la estatura y el aspecto de Aquiles, pues el héroe parecía un
dios; y, a su vez, Aquiles admiró a Príamo Dardánida, contemplando su noble
rostro y escuchando sus palabras. Y, cuando se hubieron deleitado, mirándose el
uno al otro, el anciano Príamo, semejante a un dios, dijo el primero:
635 Mándame ahora, sin tardanza, a la cama, oh alumno de Zeus, para que,
acostándonos, gocemos del dulce sueño. Mis ojos no se han cerrado desde que mi
hijo murió a tus manos, pues continuamente gimo y devoro innumerables congojas,
revolcándome por el estiércol en el recinto del patio. Ahora he probado la
comida y rociado con el negro vino la garganta, pues desde entonces nada había
probado.
643 Dijo. Aquiles mandó a sus compañeros y a las esclavas que pusieran camas
debajo del pórtico, las proveyesen de hermosos cobertores de púrpura,
extendiesen sobre ellos tapetes y dejasen encima afelpadas túnicas para
abrigarse. Las esclavas salieron de la tienda llevando antorchas en sus manos, y
aderezaron diligentemente dos lechos. Y Aquiles, el de los pies ligeros,
chanceándose, dijo a Príamo:
650 Acuéstate fuera de la tienda, anciano querido; no sea que alguno de los
caudillos aqueos venga, como suelen, a consultarme sobre sus proyectos; si
alguno de ellos lo viera durante la veloz y obscura noche, podría decirlo en
seguida a Agamenón, pastor de pueblos, y quizás se diferina la entrega del
cadáver. Mas, ea, habla y dime con sinceridad durante cuántos días quieres hacer
honras al divino Héctor, para, mientras tanto, permanecer yo mismo quieto y
contener el ejército.
659 Respondióle en seguida el anciano Príamo, semejante a un dios:
660 Si quieres que yo pueda celebrar los funerales del divino Héctor, haciendo
lo que voy a decirte, oh Aquiles, me dejarías complacido. Ya sabes que vivimos
encerrados en la ciudad; y la leña hay que traerla de lejos, del monte, y los
troyanos tienen mucho miedo. Durante nueve días to lloraremos en el palacio, el
décimo to sepultaremos y el pueblo celebrará el banquete fúnebre, el undécimo le
erigiremos un túmulo y el duodécimo volveremos a pelear, si necesario fuere.
668 Contestóle el divino Aquiles, el de los pies ligeros:
669 Se hará como dispones, anciano Príamo, y suspenderé la guerra tanto tiempo
como me pides.
671 Así, pues, diciendo, estrechó por el puño la diestra del anciano para que no
sintiera en su alma temor alguno. El heraldo y Príamo, prudentes ambos, se
acostaron, allí en el vestíbulo de la mansión. Aquiles durmió en el interior de
la tienda, sólidamente construida, y a su lado descansó Briseide, la de hermosas
mejillas.
677 Las demás deidades y los hombres que combaten en carros durmieron toda la
noche, vencidos del dulce sueño; pero éste no se apoderó del benéfico Hermes,
que meditaba cómo sacaría del recinto de las naves al rey Príamo sin que lo
advirtiesen los sagrados guardianes de las puertas. E, inclinándose sobre la
cabeza del rey, así le dijo:
683 ¡Oh anciano! No te inquieta el peligro cuando duermes así, en medio de los
enemigos, después que Aquiles te ha respetado. Acabas de rescatar a tu hijo,
dando muchos presentes; pero los otros hijos que allá se quedaron tendrían que
dar tres veces más para redimirte vivo, si llegaran a descubrirte Agamenón
Atrida y los aqueos todos.
689 Así dijo. El anciano sintió temor y despertó al heraldo. Hermes unció
caballos y mulas, y acto continuo los guió por entre el ejército sin que nadie
to advirtiera.
692 Mas, al llégar al vado del vorraaginoso Janto, río de hermosa corriente que
el inmortal Zeus había engrendrado, Hermes se fue al vasto Olimpo. La Aurora de
azafranado velo se esparcía por toda la tierra, cuando ellos, gimiendo y
lamentándose, guiaban los corceles hacia la ciudad, y les seguían las mulas con
el cadáver. Ningún hombre ni mujer de hermosa cintura los vio llegar antes que
Casandra, semejante a la áurea Afrodita; pues, subiendo a Pérgamo, distinguió el
carro y en él a su padre y al heraldo, pregonero de la ciudad, y vio detrás a
Héctor, tendido en un lecho que las mulas conducían. En seguida prorrumpió en
sollozos y fue clamando por toda la ciudad:
704 Venid a ver a Héctor, troyanos y troyanas, si otras veces os alegrasteis de
que volviese vivo del combate; pues era el regocijo de la ciudad y de todo el
pueblo.
707 Así dijo, y ningún hombre ni mujer se quedó allí, en la ciudad. Todos
sintieron intolerable congoja y fueron a juntarse cerca de las puertas con el
que les traía el cadáver. La esposa querida y la veneranda madre, echándose las
primeras sobre el carro de hermosas ruedas y tocando con sus manos la cabeza de
Héctor, se arrancaban los cabellos; y la turba las rodeaba llorando. Y hubieran
permanecido delante de las puertas todo el día, hasta la puesta del sol,
derramando lágrimas por Hector, si el anciano no les hubiese dicho desde el
carro:
716 Haceos a un lado para que yo pase con las mulas; y, una vez to haya
conducido al palacio, os hartaréis de llanto.
718 Así habló; y ellos, apartándose, dejaron que pasara el carro. Dentro ya del
magnífico palacio, pusieron el cadáver en torneado lecho a hicieron sentar a su
alrededor cantores que preludiaban el treno: éstos cantaban dolientes querellas,
y las mujeres respondían con gemidos. Y en medio de ellas Andrómaca, la de
níveos brazos, que sostenía con las manos la cabeza de Héctor, matador de
hombres, dio comienzo a las lamentaciones exclamando:
725 ¡Marido! Saliste de la vida cuando aún eras joven, y me dejas viuda en el
palacio. El hijo que nosotros ¡infelices! hemos engendrado es todavía infante y
no creo que llegue a la mocedad; antes será la ciudad arruinada desde su cumbre,
porque has muerto tú que eras su defensor, el que la salvaba, el que protegía a
las venerables matronas y a los tiernos infantes. Pronto se las llevarán en las
cóncavas naves y a mí con ellas. Y tú, hijo mío, o me seguirás y tendrás que
ocuparte en oficios viles, trabajando en provecho de un amo cruel; o algún aqueo
to cogerá de la mano y to arrojará de lo alto de una torre, ¡muerte horrenda!,
irritado porque Héctor le matara el hermano, el padre o el hijo; pues muchos
aqueos mordieron la vasta tierra a manos de Héctor. No era blando tu padre en la
funesta batalla, y por esto le lloran todos en la ciudad. ¡Oh Héctor! Has
causado a tus padres llanto y dolor indecibles, pero a mí me aguardan las penas
más graves. Ni siquiera pudiste, antes de morir, tenderme los brazos desde el
lecho, ni hacerme saludables advertencias que hubiera recordado siempre, de
noche y de día, con lágrimas en los ojos.
746 Así dijo llorando, y las mujeres gimieron. Y entre ellas, Hécuba empezó a su
vez el funeral lamento:
748 ¡Héctor, el hijo más amado de mi corazón! No puede dudarse de que en vida
fueras caro a los dioses, pues no se olvidaron de ti en el fatal trance de la
muerte. Aquiles, el de los pies ligeros, a los demás hijos míos que logró coger
vendiólos al otro lado del mar estéril, en Samos, Imbros o Lemnos, de escarpada
costa; a ti, después de arrancarte el alma con el bronce de larga punta, lo
arrastraba muchas veces en torno del sepulcro de su compañero Patroclo, a quien
mataste, mas no por esto resucitó a su amigo. Y ahora yaces en el palacio, tan
fresco como si acabaras de morir y semejante al que Apolo, el del argénteo arco,
mata con sus suaves flechas.
760 Así habló, derramando lágrimas, y excitó en todos vehemente llanto. Y Helena
fue la tercera en dar principio al funeral lamento:
762 ¡Héctor, el cuñado más querido de mi corazón! Mi marido, el deiforme
Alejandro, me trajo a Troya, ¡ojalá me hubiera muerto antes!; y en los veinte
años que van transcurridos desde que vine y abandoné la patria, jamás he oído de
to boca una palabra ofensiva o grosera; y si en el palacio me increpaba alguno
de los cuñados, de las cuñadas o de las esposas de aquéllos, o la suegra pues el
suegro fue siempre cariñoso como un padre , contenías su enojo aquietándolos con
tu afabilidad y tus suaves palabras. Con el corazón afligido lloro a la vez por
ti y por mí, desgraciada; que ya no habrá en la vasta Troya quien me sea
benévolo ni amigo, pues todos me detestan.
776 Así dijo llorando, y la inmensa muchedumbre prorrumpió en gemidos. Y el
anciamo Príamo dijo al pueblo:
778 Ahora, troyanos, traed leña a la ciudad y no temáis ninguna emboscada por
parte de los argivos; pues Aquiles, al despedirme en las negras naves, me
prometió no causarnos daño hasta que llegue la duodécima aurora.
782 Así dijo. Pronto la gente del pueblo, unciendo a los carros bueyes y mulas,
se reunió fuera de la ciudad. Por espacio de nueve días acarrearon abundante
leña; y, cuando por décima vez apuntó la aurora, que trae la luz a los mortales,
sacaron llorando el cadáver del audaz Héctor, lo pusieron en lo alto de la pira
y le prendieron fuego.
788 Mas, así que se descubrió la hija de la mañana, la Aurora de rosáceos dedos,
congregóse el pueblo en torno de la pira del ilustre Héctor. Y cuando todos
acudieron y se hubieron reunido, apagaron con negro vino la parte de la pira a
que la violencia del fuego había alcanzado; y seguidamente los hermanos y los
amigos, gimiendo y corriéndoles las lágrimas por las mejillas, recogieron los
blancos huesos y los colocaron en una urna de oro, envueltos en fino velo de
púrpura. Depositaron la urna en el hoyo, que cubrieron con muchas y grandes
piedras, y erigieron el túmulo. Habían puesto centinelas por todos lados, para
no ser sorprendidos si los aqueos, de hermosas grebas, los acometían. Levantado
el túmulo, volviéronse; y, reunidos después en el palacio del rey Príamo, alumno
de Zeus, celebraron un espléndido banquete fúnebre.
804 Así hicieron las honras de Héctor, domador de caballos.
FIN DE ILÍADA
 
Señorita Pepis rebuznó:
Mire por donde, voy a contentarle. Espero no cargarme el servidor...
:lol:

Pero esto es un copypaste que cualquiera puede encontrar si tiene interés en ello, no una aportación propia.

No me convences.
 
Pero esto es un copypaste que cualquiera puede encontrar si tiene interés en ello, no una aportación propia.

No me convences.

Se equivoca de pleno. El post es extenso y tiene chicha. Y además es aportación propia, no sabe usted lo que me ha costado ajustarlo a los 50000 caracteres que permite el foro como máximo :lol:

En otro orden de cosas, el humor. Existe el humor inteligente, y el humor simple. Si es bueno, con ambos te ries. Lo difícil es innovar, hoy en día está todo muy mascado ya.
 
Toneti rebuznó:
Que te costaba poner un spoiler amor mio.

Nada, cariño :lol: está hecho a posta para sufrir. Se podría hasta usar de concurso, escondiendo en el texto un hijoputa, pero en vertical, que si no lo encontraba el buscador.
 
Lo difícil es innovar, hoy en día está todo muy mascado ya.

Innovar me la suda, pero siempre he pensado que un hilo currado, aunque sea una mierda, merece crédito.

Y un hilo de tres frases, sino es para trolear y salvo raras excepciones, es una mierda digna de ser chapada.

Pero qué más da.
 
Mopor, estoy muy intrigada sobre una cosa. ¿Qué gracia tenía el hilo ese de sombrear un octógono? Lo digo porque tú y otros cascarrabias habéis contestado en serio y aún no me he recuperado del disgusto. Que no te lo pregunto para meterme con vosotros ni nada, es que de verdad que, por más vueltas que le doy, no entiendo qué gracia podía tener. Ilumíname.

Y sobre los hongos de los pies pues no tengo nada que decir. Si el hilo hablara de duricias o proyectos de juanetes, pues sí, pero concretamente hongos no tengo. Claro que, ¿cómo va a sobrevivir un hongo bajo 135 kilos? Y con lo que me gusta a mí llevar zapatos de tacón, que reducen bastante la zona de apoyo del pie. Eso tiene que ser una presión de la hostia sobre el pobre hongo, pero ahora no me apetece calcularla.
 
Mopor, estoy muy intrigada sobre una cosa. ¿Qué gracia tenía el hilo ese de sombrear un octógono? Lo digo porque tú y otros cascarrabias habéis contestado en serio y aún no me he recuperado del disgusto.

Leete el hilo de "cuan follable eres" del subforo ligue.

Y aun querian que el hilo lo abriera yo :lol:
 
Mopor, estoy muy intrigada sobre una cosa. ¿Qué gracia tenía el hilo ese de sombrear un octógono? Lo digo porque tú y otros cascarrabias habéis contestado en serio y aún no me he recuperado del disgusto. Que no te lo pregunto para meterme con vosotros ni nada, es que de verdad que, por más vueltas que le doy, no entiendo qué gracia podía tener. Ilumíname.

Y sobre los hongos de los pies pues no tengo nada que decir. Si el hilo hablara de duricias o proyectos de juanetes, pues sí, pero concretamente hongos no tengo. Claro que, ¿cómo va a sobrevivir un hongo bajo 135 kilos? Y con lo que me gusta a mí llevar zapatos de tacón, que reducen bastante la zona de apoyo del pie. Eso tiene que ser una presión de la hostia sobre el pobre hongo, pero ahora no me apetece calcularla.


Siéntase libre para hablar de durezas y juanetes. Y cuente alguna anecdota, como cuando fue a una discoteca y le pisaron el juanete o de que grano usa la lija para quitar las durezas.

¡Viva la reflexología podal!
 
Pero esto es un copypaste que cualquiera puede encontrar si tiene interés en ello, no una aportación propia.

No me convences.

Las fotos tambien son de copia y pega, la primera sale en todas partes, y la de la bañera es la segunda en salir en google si pones bañera sucia, alguien solo medio bobo se habría ido a la segunda página, por lo menos.
 
Filemón Pí rebuznó:
Leete el hilo de "cuan follable eres" del subforo ligue.

Y aun querian que el hilo lo abriera yo :lol:
JOJOJOJOOJOJO qué punk, y Marxito e ILG ahí dándolo todo :lol:

Hombre, ese subforo ha decaído mucho en los dos últimos años. Han pasado de "mi madre me ha pillado pajeándome en el pañuelo de primera comunión de mi hermana pequeña" a puntuarse a sí mismos como personas follables. Como si el forero medio fuera alguien follable y todo, en fin. Ahora eso es como un Marqués de Sade meets Nuevo Vale. Una cosa muy rara.

Y eso, que el rapiñas ha de-degenerado mucho pero en el jeneral aún había esperanza :sad:
 
BAILARÉ SOBRE TU TUMBA rebuznó:
Las fotos tambien son de copia y pega, la primera sale en todas partes, y la de la bañera es la segunda en salir en google si pones bañera sucia, alguien solo medio bobo se habría ido a la segunda página, por lo menos.

Pués en la de los pies ha habido foreros que parecen haber creido que eran los mios :lol:
 
Mopor, estoy muy intrigada sobre una cosa. ¿Qué gracia tenía el hilo ese de sombrear un octógono?.

Ninguna que yo sepa, era el resultado de estar aburrido y la siempre resultona satisfacción del egocentrista.

A Pepis le critico porque abre un hilo de mierda cada dos días y no es algo puntual. La mediocridad constante me irrita y yo sólo veo la paja en ojo ajeno.
 
Mobyfun rebuznó:
yo sólo veo la paja en ojo ajeno.


Suficiente razón para seguir intentando sacar hilos con LoL. Posiblemente sean simples, seguramente no tengan fundamento, pero cuando los imagino a partir de una situación bizarra imaginada, me descojono yo solo en el tren de camino al trabajo. Y no creo que sea el único en sacar una carcajada una vez plasmados sobre blanco.

Agradezco las críticas, pero no por ello voy a dejar de postear.
 
Señorita Pepis rebuznó:
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Amigo mío , usted lo que tiene se le da el nombre vulgar de "pie de atletas" y es por no secarse bien los dedos de los pies, le aconsejo se seque bien los pies todos los días (entre los dedos también y luego tire la toalla) y que los meta en una mezcla de limón con bicarbonato .
 
Tenemos a Mencey y a Pepis en el mismo hilo. Si a SLK se le ocurriera pasar ahora mismo por el foro y escribir en este tema tendríamos reunido al triunvirato subnormal y se despertaría el ejército mongo del averno (que, dice la leyenda, sabe pronunciar la "s" y ello provocaría un fallo genético en cadena que terminaría con la Humanidad).

Es algo que sólo pasa cada 5.000 años, cuando se reinicia el calendario azteca. Se preveía para 2012, pero es muy posible que pase hoy o mañana en este hilo. Es necesario que se reúna el consejo de roca para solucionar esto.
 
Yo esperaba que el hilo derivara como de costumbre a hablar de hongos en la polla/chocho, con el consiguiente posteo de fotos ilustrativas de gónadas supurantes de pus. Qué menos.

Seguiré esperando.

De mientras un ejemplo de cómo estará dentro de unas semanas, para animarle:

athletes-foot.jpg


athletes_foot_danger.jpg
 
Tienes más mierda en las uñas que la espalda de un cochino, joputa, parece que tienes la úlcera de buruli, espero que así sea.


1097147853_0.jpg
 
Trabajar con los pies es de pobres......

el-lagar.-fiesta-de-la-vendimia-26---09---09-por-beni-055-640x640x80.jpg

A golpes, el badajo
llamó al amanecer,
y a ti, camino abajo,
camino del taller
te busca una sirena.......HABER ESTUDIAO
 
Con la mierda que tienes en la uña del dedo, lo raro es que no tengas gusanos en los pies.

Muéstranos ahora los kilos de esmegma rancio que lastran tu caminar desde hace años.
 
El Reo rebuznó:
Con la mierda que tienes en la uña del dedo, lo raro es que no tengas gusanos en los pies.

Muéstranos ahora los kilos de esmegma rancio que lastran tu caminar desde hace años.

No te da verguenza expresarte así?
Yo ya no digo mas palabrotas, lo he dejado live en otro hilo.
Me molestas
 
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