Mi opinión es que España como nación tiene un futuro incierto. No es fácil imaginar de qué modo Cataluña conseguirá la independencia, pero tampoco es fácil imaginar cómo España podrá sobrevivir dos décadas más soportando estos conflictos internos. Así de grave es la situación de España.
Lo cierto es que España se ha convertido en un país ingobernable. Es un país que se ha quedado sin márgenes de maniobra. En otras palabras: si España quisiera acometer las reformas que necesita para sobrevivir, no podría, debido a sus tensiones internas. España como nación está maniatada.
Pensadlo: España tiene un modelo territorial que no solamente es ruinoso, sino que ha establecido barreras internas efectivas que encorsetan la movilidad interna y fomentan, por consiguiente, el surgimiento de localismos. España es un país con una demografía desastrosamente repartida, que tiene regiones como las Castillas que son páramos poblacionales donde puedes hacer decenas de km por autovía sin ver un pueblo de magnitud. Pero no podemos hacer NADA. No podemos coger el toro por los cuernos, y ¿por qué? España ya no tiene capacidad de diseñar un plan demográfico, hidrológico, energético en condiciones. Es un país que se va a hundir empujado por el peso de un modelo territorial insostenible del que sin embargo no puede desatarse en virtud de intereses conflictivos entre sus partes. Partes que NO sirven a España, que son leales únicamente a sí mismas.
Una de estas partes es Cataluña. Cataluña políticamente es leal a sí misma. Su relación con el resto de España se ha convertido de facto en una relación de igual a igual. Una relación parecida a la de una mujer con su marido borracho (Cataluña), ante quien se cuida todo el tiempo de no dar una voz más alta que la otra, de no pisar demasiado fuerte, de no ser demasiado sarcástica, porque sabe que a la mínima recibirá un guantazo. Que Cataluña tenga la fuerza de la razón es una cosa opinable; que tiene la razón de la fuerza está fuera de toda discusión. Esto, claro, los nacionalistas lo verán justo al contrario, pero desde la falsa premisa de que Cataluña es el país (remito a mapas).
A esto añadimos un desapego, si no un odio, brutal hacia España por parte de muchos catalanes, muchos más que cuatro gatos. Sólo hace falta que os paséis por el Racó Català. Se trata de españoles que han asimilado una dialéctica España/Cataluña. Los que no sienten absolutamente ningún apego por el resto de España y la tratan como un país extranjero, sienten desprecio, e incluso profesan un sentimiento bastante repelente de superioridad.
Una gran porción de la juventud catalana está absolutamente despegada de la nación española con todas sus consecuencias. Que no son españoles no es una idea tonta con la que jugueteen: lo tienen tan claro como que la tierra es redonda. Yo mismo, que no soy catalán, me he movido por pueblecitos de Lleida y he hablado con catalanes, y he visto cosas que me dejaron sin habla. Una noche estuve tomándome algo con unos conocidos y se sentó un matrimonio bastante fumador con su crío. Yo me limité a observar; sin saber que yo era un "español" empezaron a hacer comentarios de un odio y un rencor absolutamente viscerales hacia "España". Un amigo de la mesa, catalán de apellidos, me habló luego de esta familia, y de cómo siente miedo ante el radicalismo que algunos padres inculcan a sus hijos. El crío de esta familia concretamente se dedicaba a arrancar la palabra "España" de las cajetillas de tabaco. Esto me lo contó porque lo había visto.
La ideología y la política se retroalimentan. La política extiende el "discurso", que no se trata tanto de opiniones concretas como de un mapa conceptual con el que leer y descifrar la realidad. A saber: Cataluña es una nación, catalán y español son cualidades incompatibles, España nos oprime y nos roba, etc.
El victimismo está a la orden del día. Sólo hay que recordar el episodio del Estatut, obra maestra del nacionalismo. El Estatut fue una jugada maestra. Los políticos catalanes redactaron un texto legal ILEGAL del que sabían que iba a ser recortado, a fin de que lo que técnicamente iba a ser una ganancia fuera interpretado como una pérdida. Resultado: Cataluña tiene más autonomía que nunca, Cataluña está más agraviada y ofendida que nunca. De ningún modo se podía permitir que el Estatuto nuevo fuera el "fin de la historia": tenía que ser un avance, pero había de ser interpretado como un bofetón. Lo consiguieron: decenas de miles de personas en las calles con banderas independentistas. Pero más autonomía que nunca. Una nueva ocasión para el enfrentamiento y la discordia. Pero más autonomía que nunca.
¿Cómo salir de este atolladero? ¿Cómo resolver este rompecabezas? Hemos llegado a un punto de no retorno. Las posiciones de ambas partes (españoles, nacionalistas catalanes) son irreductibles. O ganan ellos, o ganamos nosotros. Pero nada de lo que se les dé les calmará. Luego querrán más y más y más, porque son insaciables, y porque, como dije antes, en su lista de lealtades no figura España. Sus intereses pueden confluir temporalmente con los de la nación española, pero será de un modo casual o coyuntural, no moral. O damos la batalla y reformamos este país a la fuerza aun si el país prende fuego, o los dejamos ir YA. Porque si dejamos correr las cosas NO vamos a ganar. La dirección de la historia es clara.