Yo una vez de niño me meé en la cama por pura desidia, por no querer levantarme y caminar somnoliento hasta el cuarto de baño que por cierto estaba a dos pasos. Recuerdo maravillarme cuando por la mañana me desperté y no había ni rastro de orín, sólo unas sábanas y hasta unos calzoncillos completamente límpidos, como si hubiese orinado agua pura y cristalina. Años más tarde (antes de ayer) quise emular la inocente proeza y me meé no ya en la cama sino en el sofá en el que duermo cuando la cerveza barata me tumba y al despertar sólo había peste a meado, meado mío y del gato ese hijo de puta que no se va ni con agua caliente, y hasta sangre había, que yo creo que me estoy muriendo y a ver si es verdad ya de una puta vez, qué sufrimiento.