Era cuestión de días, de minutos, que alguien se decidiera a abrirlo. Y lo voy a hacer yo porque soy español en sentido integral y porque me duele España. Me cago en todo.
Cena con amigos, copas y vamos por la calle camino de ese garito para tomar la última. Ha sido hace un rato, apenas hora y pico. Subimos por Gran de Gràcia, nos paramos a charlar y un tipo de lo más normal que te puedas echar a la cara (como rasgo distintivo, de unos 35, indumentaria normal, calvo de guais y con gafas de pasta), se dirige a nosotros y nos pide un cigarro. Una de las chicas le contesta que no tiene, que no fuma. De buen rollo. El tipo responde: "M'estas parlant en castellà i no t'entenc. Qué dius? No, de veritat, no sé que em dius. Qué fas parlant en castellà?". De ese palo. Lejos de decir esto en tono jocoso/LOL, el tipo se cree la movida. Cara seria. Mirada vidriosa tras las gafas de pasta. Tono agresivo. Charles Bronson con barretina imaginaria.
Intervengo: "¿Qué pasa, que no fuiste al cole de pequeño?". El tipo me mira, le aguanto la mirada de borracho cabrón y arremete: "Qué dius? QUÉ M'HAS DIT?. Que si no has ido al cole, gilipollas".
A partir de aquí, en tiempo medido en lenguaje Matrix, el calvorota gafapasta se pone loco y se me encara buscando darme una hostia. Yo me quedo quieto, ni chulo ni cobarde, sino flipado de lo absurdo de la situación. Las chicas median, hablándole en catalán, para que se pire y tengamos la fiesta en paz. Y cuando parece que se va, vuelve y ataca a uno de los míos, que ni pinchaba ni cortaba. Total: tangana barriobajera, con mucho "feixista" por un lado y "¿Se te va la olla o qué te pasa, anormal?" por el otro, patada voladora, unos amigos que iban diez o quince metros más abajo salen a rescatarlo cuando ya le habían caído dos hostias de un colega y yo deseando que me tocara para probar el mondolio-nako-chagui en su jeta.
Por suerte para todos, los amigos tenían más cerebro que el calvo cabrón y ni se metieron ni daban crédito. Como detalle surrealista, trataban de calmarlo en lengua de Cervantes: "Ignasi, ¿pero qué coño haces?".
Se desface el entuerto y nos largamos calle arriba. Vemos cómo el tipo vuelve a la escena del forcejeo buscando algo por el suelo. Su puta madre. Subimos caminando y a una distancia prudente, entre blasfemias de escaramuza bisoña, uno de los nuestros se saca del bolsillo las gafas de pasta del imbécil. "Se las he pillao antes de darle la hostia". Risas mil.
Las gafas acaban reducidas a confetti a base de pisotones delante del Alfa y yo con más ganas cada día de irme a vivir a Madrid.
EDITO: