Cimmerio
La Diva Caprichosa
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Logroño, al ser un puto pueblo comparado con Sevilla, pues como que de escena underwear, poca. El caso es que también frecuenté asiduamente durante una década los tres o cuatro bares que frecuentaba una fauna variopinta: modernas, músicos, pijos, yonkis, turistas, hombres de negocios, guiris y perroflautas. Droga, malditismo, poesía y música no apta para todos los paladares, pero al mismo tiempo, para una inmensa minoría.A finales de los 80, claro.
En cuanto a que “la alameda era hasta hace poco, refugio de putas y yonkis” pues como que puede, pero quedarse en eso sin añadir más significa no conocer o no reconocer lo que la Alameda de Hércules llegó a ser para la ciudad de Sevilla en esa determinada época que mencionas y aún supone en la actualidad.
La Alameda de Hércules siempre fue un espacio común, donde podían convivir multitud de estereotipos sin estorbarse, un espacio de libertad en el que junto a putas, yonkis y gitanos, te podías reunir con los amigos para saborear una cervecita al sol en alguno de los quioscos repartidos a lo largo del paseo o de noche en alguno de los muchos garitos que rodeaban la plaza, algunos ya míticos, como el Café Central o el café La Habanilla, con su decoración de principios del siglo pasado, sus curiosos carteles y otros anuncios convocando al arte, y cuyas respectivas clientelas se fundían, formando piña en la calle.
Recuerdo de aquella época el eterno Fun Club, bar de copas y sala de conciertos, que a finales de los 80 ofrecía una oferta de música alternativa para la época (hip-hop, pop, rock, funky… cualquier cosa menos pachangueo), a la vez que actuaciones en vivo de grupos noveles posteriormente más o menos reconocidos a nivel nacional e incluso internacional. Conciertazos disfruté allí de los Raimundo Amador, Mano Negra, Maga, Los Hermanos Dalton, Lagartija Nick o el gran Silvio, que a veces iba tan pasado que lo mismo se caía que se quedaba dormido a mitad de concierto .
Si tenéis un rato, recomiendo ver algunos de los vídeos que hay en youtube sobre él (algunos lo conoceréis por ser entrevistado por Jesús Quintero, el Loco de la Colina). Era todo un personaje.
Decir Alameda era hablar de mezcla, lugar alternativo, la Sevilla más 'underground' y desconocida. Una mezcla que se hacía patente en sus calles, en sus coloridas fachadas de épocas y estilos distintos, en sus gentes de diferentes culturas y lenguas, en sus actividades (exposiciones, pasacalles, teatros, concursos…) y en la variedad de sus locales, donde – por ejemplo - el jazz se hizo un hueco importante cuando no existía en Sevilla. Pero también una tetería, un estudio de tatuajes, un restaurante italiano o un taller de artesanía de piedras. La Alameda era un buen lugar para relacionarse y conocer gente nueva, gente con algo que contar, músicos, estudiantes de arte, teatro, fotógrafos o escritores tenían su cueva en alguno de sus rincones. Así era (y en parte sigue siendo) la Alameda. Variopinta y para todos los gustos.
Con el tiempo me aburrí del postureo y empecé a volverme más asocial, más selectivo y más drogadicto.
Ahora no piso un bar ni aunque me pongan una jeringuilla con tétanos en la vena del ano.
Prefiero el lado tranquilo de la vida, como James Douglas Morrison cuando se fue a París. Aunque se le fue la anchoa y se reventó todito. Espero que Jehová me proteja.
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