Hace 10 años tenía una amante colombiana, la mejor en la cama que he visto nunca. Y también la más viciosa. Empezábamos calentando motores con unos tragos infectos de aguardiente colombiana anisada, luego venía la fase de pura guarreria, esa en la que ese tipo de mujeres ponen la lengua en lugares que un caballero no posaría su bastón de paseo. A continuación, la fase farlopera sobre todo para ella: le encantaba prepararse una raya y esnifársela directamente sobre mi polla. Que, a consecuencia del efecto anestésico, podía estar dando matraca durante tres horas. Fase prolongada en la que entrábamos en una espiral sadomaso (yo ponia el sado, aunque algún hostion que otro tuve que tragarme) en la que podía hacerle literalmente cualquier cosa: hostias a rodabrazo en la cara, arrastrarla por el pelo por toda la casa dándole patadas en el culo, sodomizarla con la funda de un cohiba, exprimirle las tetas hasta que saliese ponche e incluso quemarla con un mechero. Estuve a punto de tener un serio problema con su pareja oficial por las marcas que le deje después de una tunda especialmente concienciuda.
Y hasta aquí, con el añadido de algún porro esporádico en alguna fiesta, mi experiencia con las drogas.
Freak
Muerto por dentro+
Asiduo
Frikazo