Sir Ano de Bergerac
La becaria de Aramís Fuster.
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Pero,dando por razonable de la teoría del universo que se crea- destruye, en algún momento tuvo que nacer el primero.
Si abstraemos la idea transversal que recorre todas las doctrinas espirituales de la historia del hombre nos queda algo así: si Dios es todo y si todo es una cosa coherente y concluida, Dios no existe, o al menos Dios no actúa y por lo tanto no tiene razón de ser. Dios es jugar a olvidarse a sí mismo para volver a encontrarse; está jugando al escondite. Aquello que llamamos conciencia es cada vez que descubre a uno de los espíritus bajo los que se ha disgregado. El cosmos es el despliegue del todo hasta sus partes más individualizadas bajo el orden de unos arquetipos, éstas son las verdaderas leyes del universo y no las físicas.
Hay una inteligencia que baraja y juega a las cartas hasta que agota la partida, entonces vuelve a barajar.
De todos modos siempre he pensado que nos ponemos en una situación de superioridad total en la cual somos capaces de entender todo y llegar a cualquier conclusión. Quizás somos como un perro intentando comprender una raíz cuadrada, algo sencillamente imposible. Quizás nos quedan 50.000 años de evolución hasta que nuestro cerebro sea capaz de entender lo que de verdad pasa a nuestro alrededor.
Está claro que estamos intentando aprehender el cosmos en términos conceptuales y se nos queda grande. Ya en la edad media desarrollaron un sistema mucho más acorde a nuestras capacidades reales para entender sus secretos: la alquimia. Ésta busca el orden simbólico de la naturaleza para construir una semántica más afín al lenguaje de Dios.
Por ejemplo, un árbol frutal: brota en vertical y con la primavera despliega sus atributos florales que emiten polen; éste insemina a otras flores en una cópula aérea. La reproducción se eleva y se da por encima de los cuerpos, sin embargo, la nueva vida se alía con la gravedad y siempre es algo que comienza con una caída. Es curioso que la nueva planta, para coger la fuerza necesaria que le permita volverse a elevar, ha de partir de un nivel en negativo respecto al suelo, construyendo en su enraizado toda la infraestructura que sostenga su posterior alarde gravitatorio.
Podemos pensar qué papel cumplen aire, agua, tierra y otros símbolos en este relato tan elemental y vislumbraremos quizá una pequeña parte del gran jolgorio divino.
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