Mi padre no me ha invitado a los funerales de sus padres. Con la muerte de mi abuelo me pareció extraño, pero es que mi abuela murió hace poco y me hizo la misma. No decirme nada y dejar que mi hermano fuera el que me avisara, ya con tiempo insuficiente para llegar, pues el viaje me suponía unas cuantas horas.
Él se excusó diciendo que no quería molestarme, que no tenía sentido tener prisa. Pero yo sé, porque también soy así, que mi padre está muy incómodo sintiéndose vulnerable y que no quiere que le veamos llorar.
Mi padre me pegó
una vez, cuando aún vivía en casa con mi madre. Después de una bronca con ella, él se comía un bocata. Yo era un mocoso. El bocata crujía increíblemente en cada bocado y no se me ocurrió otra cosa que poner la oreja en su moflete para escuchar ese sonido. Se asustó y me soltó una bofetada en un acto reflejo. En su percepción del mundo apenas me rozó, pero yo vi estrellas.
Le vi llorar
una vez. Estaba en el rellano de la casa de verano, en cuclillas, con la cara entre las manos. Yo seguía siendo un mocoso.
- ¿Por qué lloras?
- Los hombres no lloran.
Me dio un abrazo y aprovechó que no podía verle para enjugarse las lágrimas. Mi siguiente recuerdo es levantarme una mañana, preguntar dónde estaba y mi madre contestando que "trabajando". Nunca volvió a dormir en casa.
Tocó fondo, yo no tenía ni 5 años pero sentía mucha pena por él. Vivió en el coche una temporada y luego de alquiler en varios sitios. Se me hacía muy extraño verle como un nómada.
Me ponía esta canción en el coche los domingos antes de dejarme en casa de mi madre:
Un tiempo después conoció a la que es su actual mujer, digna de serlo, que no le ha abandonado por putas que las hayan pasado.
Mi padre es mi héroe. Siempre ha hecho lo que ha considerado correcto, aunque haya implicado jugarse la vida.
Una vez un viejo se había enamorado de una vieja en un baile de jubilados. Ella no debió hacerle mucho caso después y él era un stalker old school. Sabía que ella salía a por el pan por las mañanas y se sentó a esperarla en el portal. La puta vieja se llevó a sus dos nietos, debió pensar que eran buenos escudos humanos o que él no se atrevería a acercarse si iba con ellos.
Efectivamente, mantuvo la distancia, les siguió de lejos varias calles, hasta llegar a la del trabajo de mi padre, donde sacó la pipa reglamentaria, le atinó en la sesera a la abuela y en el moflete al nieto de 6 años. El niño, en un acto conmovedor, cogió de la mano a su hermano de 4 años y se lo llevó a la tienda donde estaba mi padre. El viejo, como buen guardia civil, quería terminar la misión, y se metió a rematarlos.
Todo el mundo se escondió donde pudo. Menos mi padre, que no tiene la misma circuitería en la mollera. El benemérito volvió a apretar el gatillo apuntando al niño herido. Clic. Se había encasquillado. Mi padre apareció por el flanco con un taburete en la mano. El viejo le encañonó y, de nuevo, clic. Ahí pude haberme quedado huérfano.
Mi padre sabe lo que es una pelea, era su hobby de juventud. Le estampó un taburetazo al puto picoleto, le pisó la rodilla y tiró del tobillo hasta que la pierna crujió. Las hostias de propina no hacían falta para ganar la pelea, pero bien merecidas estaban. Esos puños como martillos sí los soltó con ganas.
Mientras los demás llamaban a otros policías mejor intencionados, mi padre sacó al malhechor de la tienda, le sentó en el bordillo de la acera y le dijo "como te muevas, te mato". Luego los vecinos tiraban macetas y agua desde los balcones, muy valientes ellos. El viejo no se movió porque sabía que mi padre hablaba en serio.
El día que mi padre falte me tocará a mí ser el tipo duro de la familia. Intentaré no llorar, pero no soy tan duro como él.