Evidentemente, es apestoso cómo estos miserables pisapedales endogámicos gustan de ir por el carril izquierdo sin motivo alguno. Precisamente esa costumbre sagrada de no abandonar jamás el carril derecho a no ser estrictamente necesario es lo que hace de las autopistas alemanas las más seguras de Europa, aún no teniendo límite de velocidad en muchos de sus tramos.
En mi caso, es corriente que circule a una velocidad superior a la media (otras veces inferior, cuando no me lo pide el cuerpo), y estoy harto de tener que toparme con estos gilipollas del TDi (porque todos, absolutamente todos llevan una cacharra que funciona a base de ese aceite pesado inmundo).
Como odio tener que acercarme a ellos (distancia de seguridad = sagrada), por higiene y el asco y poca confianza que me dan, suelo emplear una estrategia que siempre funciona:
Como mi motivo por correr no es llegar antes, sino disfrutar del grandioso coche que oso poseer, me armo de paciencia y espero hasta un minuto o dos a cierta distancia a ver si se aparta.
No pienso darle luces, no tengo porque ir por la carretera enseñando a los demás a conducir. Lo que si hago es ir asomando el morro por sus dos flancos, en un intento de a ver si espabila.
Si pasado ese tiempo no se cambió de carril, asumo que se trata de otro oligofrénico y preparo "la gran pasada por la derecha", para lo cual me planto en el carril, me aseguro que no hay nadie delante, bajo dos marchas, subo de vueltas hasta cifras cercanas a las cinco, y le paso en menos de 0,5 segundos, olvidándome del problema y volviendo a centrarme en la carretera, que vuelve a ser para mi sola. Se que es una maniobra arriesgada, pero haciéndola en poco tiempo se minimiza el riesgo y la alternativa es soportar ese humo negro del calamar campando a sus anchas por el ambiente, que al carecer de tejado la cuestión se vuelve de otra manera.
Evidentemente, esto no ocurre cuando hay 'trafico', entonces da igual adelantar a uno que otro, si no te van a dejar conducir en paz, todos esos hijos de puta de los demás coches, esos subnormales que bien podrían haber ido en tren o avión a los sitios, en vez de llenar las carreteras.