Experiencias bélicas (chapuzas españolas inside)

Es algo más sencillo que todo eso, y menos misterioso. Respuesta en el ladrillo:
Esas fotos son en efecto de la prueba de trato de prisioneros. Ya que Curro no da abasto con tanta pregunta, intentaré narrar de qué va dicha prueba.

Era un día cualquiera de aquellos que se intuía -nunca se estaba seguro de nada- que tocaba tiro y topografía. En efecto, tras el ejercicio matutino de rigor y el desayuno, nos ordenan que nos vistamos con el mono de trabajo, mochila de combate y armamento de instrucción (CETME B). Formamos, novedades y a los camiones.

Tres cuartos de hora más tarde llegamos al campo de tiro. Es un entorno conocido, sabemos que vamos a estar gastando munición caducada para aburrir y que por la tarde, después de comer, tocan ejercicios de topografía.

Llega la hora de la comida, nuestra siempre bien recibida Plana nos trae el rancho en sus bandejas de acero, nos sentamos en grupos por el monte a comer; aquello parecía un puto pic-nic familiar, comentando los ejercicios de tiro de la mañana, cachondeo y distensión demasiado permitidos, hasta ese momento no sospechábamos de lo que se estaba cociendo entre los mandos, lo que realmente estaban maquinando para nosotros...

De repente se ponen todos los mandos en pie, nos hacen formar sin acabar de comer y el teniente de la segunda sección se dirige a nosotros a voz en grito, entonando una cantinela impostada sobre que éramos un hatajo de vagos, chorizos y mariconas.

- ¡Cuerpo a tierra!

Obedecemos sin dar crédito a lo que estaba pasando, en el fondo todos creíamos que se trataba de que alguien había chorizado algo del cuartel y que nos lo iban a sacar a base de hostias allí mismo. El cabo primero de mi sección nos ordena sacar de la mochila de combate el gorro de lana, despojarnos del ceñidor con el machete y las cartucheras y meterlo todo dentro de la mochila. Una vez hecho esto, formados con la mochila a los pies de cada uno, nos cogen uno a uno, y con el gorro puesto nos lo bajan por la cabeza hasta taparnos los ojos y con cinta de embalar nos ciegan fuertemente para que no veamos nada y nos atan las manos por las muñecas a la espalda.

A empujones y patadas nos conducen a los camiones, nos hacen subir e irnos colocando de rodillas en filas (haciendo el trenecito pero sin erótico resultado). Arrancan los camiones y comienza un viaje a ciegas que dura más o menos una hora por caminos infernales. Con el traqueteo todos nos íbamos cayendo unos sobre otros. Yo, con mi fractura de peroné reciente, entablillada con un par de tablillas y un cordino enrollado hasta la parte superior de la bota, soportaba el peso de un llorica -antes era de los más chuletas, el grupete de los cool- que se lamentaba de su futuro incierto, el de todos nosotros.

Se detienen los camiones y paran los motores. Nos hacen bajar y, sin formar, nos conducen a patadas, gritos y empujones hacia el interior de algún sitio (la resonancia del sonido nos indicaba que era un lugar cerrado). No reconocemos las voces de quien nos tienen cautivos, no son las de nuestros mandos que conocemos perfectamente.

Nos hacen poner de cuclillas durante horas, se oyen gritos, llantos, hostias a mano abierta que caen sobre nosotros, patadas, de repente alguien me agarra del cuello y me conduce a empujones hacia otro sitio donde hay un bidón metálico con agua, me sumergen la cabeza y me hacen preguntas sobre quién es mi capitán, y otras por el estilo que no contesto. escucho como le hacen lo mismo a otros. Me vuelven a conducir a empujones a otra sala donde nos hacen poner de nuevo de rodillas, y con un sistema de megafonía nos ponen, altísima, una grabación en bucle que se repite durante horas, espantosa y estridente.

Al cabo de unas horas con aquello resonando en nuestras cabezas -tanto que aún recuerdo la locución- nos sacan de allí, nos cortan las ligaduras de las manos y nos quitan las cintas de la cabeza, devolviéndonos la vista y el riego sanguíneo.

Nos hacen formar en silencio. Es de noche cerrada y de un vistazo a las estrellas aprovecho instintivamente para localizar el Norte, pero, ¿dónde coño estamos?¿qué toca hacernos ahora? el capitán se encarga de decirnos lo que nos esperaba:

- "Tienen que ir, en patrullas de cuatro hombres, rumbo nordeste. Hay un camino principal que lleva esa dirección, pero estará continuamente patrullado por vehículos; si se es visto y capturado por uno de ellos, volverán a este punto de partida. Durante el trayecto es posible que se encuentren una prueba que deberán superar, y si no la superan, volverán los cuatro al punto de partida. ¿eztamo?"

Nos fueron dando salida escaladamente, por patrullas de a cuatro escogidos al azar. Y el azar hizo que por lo menos me tocara con gente competente. Tres y el cojo, que era yo. Salimos a la carrera por el camino y nos adentramos en la oscuridad del monte. Cuando escuchábamos un vehículo huíamos entre los pinos y nos ocultábamos entre la maleza; pasado el peligro continuábamos. Eran minutos que aprovechábamos para descansar.

Al cabo de una hora y media o dos horas, un soldado de la Plana que estaba agazapado tras una piedra en una curva del camino, nos indica que debemos acompañarle a un lugar apartado entre los árboles, donde estaba un sargento. Delante de él, una manta y sobre ella un montón de piezas todas mezcladas. Eran piezas de CETME, Zeta, pistola, una ensalada de muelles y bloques de acero. Nos hacen coger de entre ese montón de chatarra las piezas necesarias y montar cada uno un arma, a ciegas, y que funcione. Me toca la pistola. Hundo mis manos entre las piezas, comienzo a reconocer las diferentes partes, comienzo a montar el arma echando mano de mi temple al ver que a mi compañero le está costando Dios y ayuda montar un puto CETME, que se monta a oscuras en cuatro minutos. Al final armas montadas y funcionando, nos dejan seguir camino.

Al cabo de unas horas por el camino, la sed nos tiene en jaque en mayor medida que las patrullas de vehículos que nos andaban buscando. Entramos en una zona parcelada rural, salto una valla y un perro amigable nos recibe con todo el cariño que nuestros mandos no nos habían dado :lol: aprovecho para robarle el cubo del agua del que bebimos todos, ya que no encontramos ningún grifo por la parte exterior de la chabola aquella.

Huimos de allí en dirección nordeste, reconociendo a lo lejos montañas y líneas de alta tensión por las que habíamos andado haciendo topografia anteriormente. Los ánimos iban aumentando a la par que nuestra sed, que parecía no tener fin.

Con los primeros rayos del alba e inmersos en una neblina que se había levantado de repente, exhaustos, se dibujaban a lo lejos las figuras de los camiones en el campo de tiro. Temiendo que si éramos capturados nos hacían empezar de nuevo, avanzamos agazapados hasta estar lo suficientemente cerca como para escuchar las voces de los que había allí. Reconocimos a nuestros compañeros y mandos, y un cabo primero ordenaba a una patrulla que llegaba que se acercaran, que el ejercicio había terminado. Salimos de nuestro escondrijo y nos reunimos finalmente con nuestros compañeros.

Busqué mi mochila y me bebí todo el agua que llevaba en la cantimplora. La cantimplora, o se lleva llena del todo o se lleva vacía del todo. Eso era sagrado, al menos mientras fueran rígidas. Un guerrillero no puede ir por el monte como si fuera un hombre orquesta entre el ruido de una cantimplora medio llena, partes metálicas chinchineando, roces de las perneras del pantalón (de ahí las cintas aislantes de la foto), estornudos, toses, carraspeos... Antes de salir de marcha nocturna nos hacían saltar con todo el equipo y, al que le sonara algo más de lo normal, se llevaba un doble puñetazo en el pecho o directamente le calzaban una hostia a mano abierta en la cara, con lo que todos íbamos de lo más finos y silenciosos.

Al volver del campo de tiro al cuartel, sentados en los camiones, humor de perros general, los vehículos se detienen. El teniente del principio, que parecía no tener bastante, nos hace bajar diciendo que qué coño es ese escándalo que nos traíamos, que todos abajo. Nosotros no teníamos ningunas ganas de cachondeo, por todo lo pasado, pero nos hizo bajar e ir a paso ligero tras los camiones. Nosotros, más chulos que nadie y que él mismo, amenizamos el desfile con un tercien alto y unas canciones guerrilleras. Suficiente para llenarle de odgullo y satisfación y que nos hiciera subir de nuevo a los camiones. Llegamos al cuartel y se acabó la historia.

Fin.
 
mundele rebuznó:
Es algo más sencillo que todo eso, y menos misterioso. Respuesta en el ladrillo:
Esas fotos son en efecto de la prueba de trato de prisioneros. Ya que Curro no da abasto con tanta pregunta, intentaré narrar de qué va dicha prueba.

Era un día cualquiera de aquellos que se intuía -nunca se estaba seguro de nada- que tocaba tiro y topografía. En efecto, tras el ejercicio matutino de rigor y el desayuno, nos ordenan que nos vistamos con el mono de trabajo, mochila de combate y armamento de instrucción (CETME B). Formamos, novedades y a los camiones.

Tres cuartos de hora más tarde llegamos al campo de tiro. Es un entorno conocido, sabemos que vamos a estar gastando munición caducada para aburrir y que por la tarde, después de comer, tocan ejercicios de topografía.

Llega la hora de la comida, nuestra siempre bien recibida Plana nos trae el rancho en sus bandejas de acero, nos sentamos en grupos por el monte a comer; aquello parecía un puto pic-nic familiar, comentando los ejercicios de tiro de la mañana, cachondeo y distensión demasiado permitidos, hasta ese momento no sospechábamos de lo que se estaba cociendo entre los mandos, lo que realmente estaban maquinando para nosotros...

De repente se ponen todos los mandos en pie, nos hacen formar sin acabar de comer y el teniente de la segunda sección se dirige a nosotros a voz en grito, entonando una cantinela impostada sobre que éramos un hatajo de vagos, chorizos y mariconas.

- ¡Cuerpo a tierra!

Obedecemos sin dar crédito a lo que estaba pasando, en el fondo todos creíamos que se trataba de que alguien había chorizado algo del cuartel y que nos lo iban a sacar a base de hostias allí mismo. El cabo primero de mi sección nos ordena sacar de la mochila de combate el gorro de lana, despojarnos del ceñidor con el machete y las cartucheras y meterlo todo dentro de la mochila. Una vez hecho esto, formados con la mochila a los pies de cada uno, nos cogen uno a uno, y con el gorro puesto nos lo bajan por la cabeza hasta taparnos los ojos y con cinta de embalar nos ciegan fuertemente para que no veamos nada y nos atan las manos por las muñecas a la espalda.

A empujones y patadas nos conducen a los camiones, nos hacen subir e irnos colocando de rodillas en filas (haciendo el trenecito pero sin erótico resultado). Arrancan los camiones y comienza un viaje a ciegas que dura más o menos una hora por caminos infernales. Con el traqueteo todos nos íbamos cayendo unos sobre otros. Yo, con mi fractura de peroné reciente, entablillada con un par de tablillas y un cordino enrollado hasta la parte superior de la bota, soportaba el peso de un llorica -antes era de los más chuletas, el grupete de los cool- que se lamentaba de su futuro incierto, el de todos nosotros.

Se detienen los camiones y paran los motores. Nos hacen bajar y, sin formar, nos conducen a patadas, gritos y empujones hacia el interior de algún sitio (la resonancia del sonido nos indicaba que era un lugar cerrado). No reconocemos las voces de quien nos tienen cautivos, no son las de nuestros mandos que conocemos perfectamente.

Nos hacen poner de cuclillas durante horas, se oyen gritos, llantos, hostias a mano abierta que caen sobre nosotros, patadas, de repente alguien me agarra del cuello y me conduce a empujones hacia otro sitio donde hay un bidón metálico con agua, me sumergen la cabeza y me hacen preguntas sobre quién es mi capitán, y otras por el estilo que no contesto. escucho como le hacen lo mismo a otros. Me vuelven a conducir a empujones a otra sala donde nos hacen poner de nuevo de rodillas, y con un sistema de megafonía nos ponen, altísima, una grabación en bucle que se repite durante horas, espantosa y estridente.

Al cabo de unas horas con aquello resonando en nuestras cabezas -tanto que aún recuerdo la locución- nos sacan de allí, nos cortan las ligaduras de las manos y nos quitan las cintas de la cabeza, devolviéndonos la vista y el riego sanguíneo.

Nos hacen formar en silencio. Es de noche cerrada y de un vistazo a las estrellas aprovecho instintivamente para localizar el Norte, pero, ¿dónde coño estamos?¿qué toca hacernos ahora? el capitán se encarga de decirnos lo que nos esperaba:

- "Tienen que ir, en patrullas de cuatro hombres, rumbo nordeste. Hay un camino principal que lleva esa dirección, pero estará continuamente patrullado por vehículos; si se es visto y capturado por uno de ellos, volverán a este punto de partida. Durante el trayecto es posible que se encuentren una prueba que deberán superar, y si no la superan, volverán los cuatro al punto de partida. ¿eztamo?"

Nos fueron dando salida escaladamente, por patrullas de a cuatro escogidos al azar. Y el azar hizo que por lo menos me tocara con gente competente. Tres y el cojo, que era yo. Salimos a la carrera por el camino y nos adentramos en la oscuridad del monte. Cuando escuchábamos un vehículo huíamos entre los pinos y nos ocultábamos entre la maleza; pasado el peligro continuábamos. Eran minutos que aprovechábamos para descansar.

Al cabo de una hora y media o dos horas, un soldado de la Plana que estaba agazapado tras una piedra en una curva del camino, nos indica que debemos acompañarle a un lugar apartado entre los árboles, donde estaba un sargento. Delante de él, una manta y sobre ella un montón de piezas todas mezcladas. Eran piezas de CETME, Zeta, pistola, una ensalada de muelles y bloques de acero. Nos hacen coger de entre ese montón de chatarra las piezas necesarias y montar cada uno un arma, a ciegas, y que funcione. Me toca la pistola. Hundo mis manos entre las piezas, comienzo a reconocer las diferentes partes, comienzo a montar el arma echando mano de mi temple al ver que a mi compañero le está costando Dios y ayuda montar un puto CETME, que se monta a oscuras en cuatro minutos. Al final armas montadas y funcionando, nos dejan seguir camino.

Al cabo de unas horas por el camino, la sed nos tiene en jaque en mayor medida que las patrullas de vehículos que nos andaban buscando. Entramos en una zona parcelada rural, salto una valla y un perro amigable nos recibe con todo el cariño que nuestros mandos no nos habían dado :lol: aprovecho para robarle el cubo del agua del que bebimos todos, ya que no encontramos ningún grifo por la parte exterior de la chabola aquella.

Huimos de allí en dirección nordeste, reconociendo a lo lejos montañas y líneas de alta tensión por las que habíamos andado haciendo topografia anteriormente. Los ánimos iban aumentando a la par que nuestra sed, que parecía no tener fin.

Con los primeros rayos del alba e inmersos en una neblina que se había levantado de repente, exhaustos, se dibujaban a lo lejos las figuras de los camiones en el campo de tiro. Temiendo que si éramos capturados nos hacían empezar de nuevo, avanzamos agazapados hasta estar lo suficientemente cerca como para escuchar las voces de los que había allí. Reconocimos a nuestros compañeros y mandos, y un cabo primero ordenaba a una patrulla que llegaba que se acercaran, que el ejercicio había terminado. Salimos de nuestro escondrijo y nos reunimos finalmente con nuestros compañeros.

Busqué mi mochila y me bebí todo el agua que llevaba en la cantimplora. La cantimplora, o se lleva llena del todo o se lleva vacía del todo. Eso era sagrado, al menos mientras fueran rígidas. Un guerrillero no puede ir por el monte como si fuera un hombre orquesta entre el ruido de una cantimplora medio llena, partes metálicas chinchineando, roces de las perneras del pantalón (de ahí las cintas aislantes de la foto), estornudos, toses, carraspeos... Antes de salir de marcha nocturna nos hacían saltar con todo el equipo y, al que le sonara algo más de lo normal, se llevaba un doble puñetazo en el pecho o directamente le calzaban una hostia a mano abierta en la cara, con lo que todos íbamos de lo más finos y silenciosos.

Al volver del campo de tiro al cuartel, sentados en los camiones, humor de perros general, los vehículos se detienen. El teniente del principio, que parecía no tener bastante, nos hace bajar diciendo que qué coño es ese escándalo que nos traíamos, que todos abajo. Nosotros no teníamos ningunas ganas de cachondeo, por todo lo pasado, pero nos hizo bajar e ir a paso ligero tras los camiones. Nosotros, más chulos que nadie y que él mismo, amenizamos el desfile con un tercien alto y unas canciones guerrilleras. Suficiente para llenarle de odgullo y satisfación y que nos hiciera subir de nuevo a los camiones. Llegamos al cuartel y se acabó la historia.

Fin.

el final de su historia me ha enorgullecido de que ustec sea nuestro administrador y proveedor de banana para todos.
 
mundele rebuznó:
Es algo más sencillo que todo eso, y menos misterioso. Respuesta en el ladrillo:
Esas fotos son en efecto de la prueba de trato de prisioneros. Ya que Curro no da abasto con tanta pregunta, intentaré narrar de qué va dicha prueba.

Era un día cualquiera de aquellos que se intuía -nunca se estaba seguro de nada- que tocaba tiro y topografía. En efecto, tras el ejercicio matutino de rigor y el desayuno, nos ordenan que nos vistamos con el mono de trabajo, mochila de combate y armamento de instrucción (CETME B). Formamos, novedades y a los camiones.

Tres cuartos de hora más tarde llegamos al campo de tiro. Es un entorno conocido, sabemos que vamos a estar gastando munición caducada para aburrir y que por la tarde, después de comer, tocan ejercicios de topografía.

Llega la hora de la comida, nuestra siempre bien recibida Plana nos trae el rancho en sus bandejas de acero, nos sentamos en grupos por el monte a comer; aquello parecía un puto pic-nic familiar, comentando los ejercicios de tiro de la mañana, cachondeo y distensión demasiado permitidos, hasta ese momento no sospechábamos de lo que se estaba cociendo entre los mandos, lo que realmente estaban maquinando para nosotros...

De repente se ponen todos los mandos en pie, nos hacen formar sin acabar de comer y el teniente de la segunda sección se dirige a nosotros a voz en grito, entonando una cantinela impostada sobre que éramos un hatajo de vagos, chorizos y mariconas.

- ¡Cuerpo a tierra!

Obedecemos sin dar crédito a lo que estaba pasando, en el fondo todos creíamos que se trataba de que alguien había chorizado algo del cuartel y que nos lo iban a sacar a base de hostias allí mismo. El cabo primero de mi sección nos ordena sacar de la mochila de combate el gorro de lana, despojarnos del ceñidor con el machete y las cartucheras y meterlo todo dentro de la mochila. Una vez hecho esto, formados con la mochila a los pies de cada uno, nos cogen uno a uno, y con el gorro puesto nos lo bajan por la cabeza hasta taparnos los ojos y con cinta de embalar nos ciegan fuertemente para que no veamos nada y nos atan las manos por las muñecas a la espalda.

A empujones y patadas nos conducen a los camiones, nos hacen subir e irnos colocando de rodillas en filas (haciendo el trenecito pero sin erótico resultado). Arrancan los camiones y comienza un viaje a ciegas que dura más o menos una hora por caminos infernales. Con el traqueteo todos nos íbamos cayendo unos sobre otros. Yo, con mi fractura de peroné reciente, entablillada con un par de tablillas y un cordino enrollado hasta la parte superior de la bota, soportaba el peso de un llorica -antes era de los más chuletas, el grupete de los cool- que se lamentaba de su futuro incierto, el de todos nosotros.

Se detienen los camiones y paran los motores. Nos hacen bajar y, sin formar, nos conducen a patadas, gritos y empujones hacia el interior de algún sitio (la resonancia del sonido nos indicaba que era un lugar cerrado). No reconocemos las voces de quien nos tienen cautivos, no son las de nuestros mandos que conocemos perfectamente.

Nos hacen poner de cuclillas durante horas, se oyen gritos, llantos, hostias a mano abierta que caen sobre nosotros, patadas, de repente alguien me agarra del cuello y me conduce a empujones hacia otro sitio donde hay un bidón metálico con agua, me sumergen la cabeza y me hacen preguntas sobre quién es mi capitán, y otras por el estilo que no contesto. escucho como le hacen lo mismo a otros. Me vuelven a conducir a empujones a otra sala donde nos hacen poner de nuevo de rodillas, y con un sistema de megafonía nos ponen, altísima, una grabación en bucle que se repite durante horas, espantosa y estridente.

Al cabo de unas horas con aquello resonando en nuestras cabezas -tanto que aún recuerdo la locución- nos sacan de allí, nos cortan las ligaduras de las manos y nos quitan las cintas de la cabeza, devolviéndonos la vista y el riego sanguíneo.

Nos hacen formar en silencio. Es de noche cerrada y de un vistazo a las estrellas aprovecho instintivamente para localizar el Norte, pero, ¿dónde coño estamos?¿qué toca hacernos ahora? el capitán se encarga de decirnos lo que nos esperaba:

- "Tienen que ir, en patrullas de cuatro hombres, rumbo nordeste. Hay un camino principal que lleva esa dirección, pero estará continuamente patrullado por vehículos; si se es visto y capturado por uno de ellos, volverán a este punto de partida. Durante el trayecto es posible que se encuentren una prueba que deberán superar, y si no la superan, volverán los cuatro al punto de partida. ¿eztamo?"

Nos fueron dando salida escaladamente, por patrullas de a cuatro escogidos al azar. Y el azar hizo que por lo menos me tocara con gente competente. Tres y el cojo, que era yo. Salimos a la carrera por el camino y nos adentramos en la oscuridad del monte. Cuando escuchábamos un vehículo huíamos entre los pinos y nos ocultábamos entre la maleza; pasado el peligro continuábamos. Eran minutos que aprovechábamos para descansar.

Al cabo de una hora y media o dos horas, un soldado de la Plana que estaba agazapado tras una piedra en una curva del camino, nos indica que debemos acompañarle a un lugar apartado entre los árboles, donde estaba un sargento. Delante de él, una manta y sobre ella un montón de piezas todas mezcladas. Eran piezas de CETME, Zeta, pistola, una ensalada de muelles y bloques de acero. Nos hacen coger de entre ese montón de chatarra las piezas necesarias y montar cada uno un arma, a ciegas, y que funcione. Me toca la pistola. Hundo mis manos entre las piezas, comienzo a reconocer las diferentes partes, comienzo a montar el arma echando mano de mi temple al ver que a mi compañero le está costando Dios y ayuda montar un puto CETME, que se monta a oscuras en cuatro minutos. Al final armas montadas y funcionando, nos dejan seguir camino.

Al cabo de unas horas por el camino, la sed nos tiene en jaque en mayor medida que las patrullas de vehículos que nos andaban buscando. Entramos en una zona parcelada rural, salto una valla y un perro amigable nos recibe con todo el cariño que nuestros mandos no nos habían dado :lol: aprovecho para robarle el cubo del agua del que bebimos todos, ya que no encontramos ningún grifo por la parte exterior de la chabola aquella.

Huimos de allí en dirección nordeste, reconociendo a lo lejos montañas y líneas de alta tensión por las que habíamos andado haciendo topografia anteriormente. Los ánimos iban aumentando a la par que nuestra sed, que parecía no tener fin.

Con los primeros rayos del alba e inmersos en una neblina que se había levantado de repente, exhaustos, se dibujaban a lo lejos las figuras de los camiones en el campo de tiro. Temiendo que si éramos capturados nos hacían empezar de nuevo, avanzamos agazapados hasta estar lo suficientemente cerca como para escuchar las voces de los que había allí. Reconocimos a nuestros compañeros y mandos, y un cabo primero ordenaba a una patrulla que llegaba que se acercaran, que el ejercicio había terminado. Salimos de nuestro escondrijo y nos reunimos finalmente con nuestros compañeros.

Busqué mi mochila y me bebí todo el agua que llevaba en la cantimplora. La cantimplora, o se lleva llena del todo o se lleva vacía del todo. Eso era sagrado, al menos mientras fueran rígidas. Un guerrillero no puede ir por el monte como si fuera un hombre orquesta entre el ruido de una cantimplora medio llena, partes metálicas chinchineando, roces de las perneras del pantalón (de ahí las cintas aislantes de la foto), estornudos, toses, carraspeos... Antes de salir de marcha nocturna nos hacían saltar con todo el equipo y, al que le sonara algo más de lo normal, se llevaba un doble puñetazo en el pecho o directamente le calzaban una hostia a mano abierta en la cara, con lo que todos íbamos de lo más finos y silenciosos.

Al volver del campo de tiro al cuartel, sentados en los camiones, humor de perros general, los vehículos se detienen. El teniente del principio, que parecía no tener bastante, nos hace bajar diciendo que qué coño es ese escándalo que nos traíamos, que todos abajo. Nosotros no teníamos ningunas ganas de cachondeo, por todo lo pasado, pero nos hizo bajar e ir a paso ligero tras los camiones. Nosotros, más chulos que nadie y que él mismo, amenizamos el desfile con un tercien alto y unas canciones guerrilleras. Suficiente para llenarle de odgullo y satisfación y que nos hiciera subir de nuevo a los camiones. Llegamos al cuartel y se acabó la historia.

Fin.

Espero que no se me malinterprete, pero su historia me ha hecho recordar un campamento de verano, la sensación debe ser parecida.

La mili es un campamento para adultos.
 
Tiene una cierta semejanza con lo que se cuenta en COMANDO (salvo lo de las hostias a discreción del chusquero de truño), pero, no ha contado si le daban la papilla y si entre las Fontaneda notaba esa densidad y deslizamientos característicos del lapo.
 
Sir Ano de Bergerac rebuznó:
Espero que no se me malinterprete, pero su historia me ha hecho recordar un campamento de verano, la sensación debe ser parecida.

La mili es un campamento para adultos.

No, no le malinterpreto, en realidad es usted un GILIPOLLAS. Parecida, sí :53

Mongüiver, no hubo papillas o no las recuerdo. Los lapos y demás perlas se encontraban habitualmente en el rancho del cuartel, se apartaban y punto.
 
mundele rebuznó:

Me lo temía :lol:

Que sí, que entiendo la gravedad de la disciplina militar, pero no puedo evitar relacionar la emoción con la que habláis los que habéis pasado esas duras pruebas de supervivencia con la del chaval que ha completado la yincana.

Según he constatado los que se entusiasmaban con este tipo de juegos de pequeños, se han sentido más inclinados en el futuro hacia carreras militares.

No se enfade, hombre, se lo dice un monitor de campamento. Sé que a los chicos, a los no mariquitas, les gusta saber que se están jugando algo en esas pruebas, que hay algo de riesgo, de aventura; yo debo velar por su seguridad, pero si no se enteran de que estoy ahí, mejor. Y si ya es de noche y la incertidumbre es mayor, se corren del gusto. Muchos en su pelotón, pese a la sed, el hambre, el insomnio y el cansancio, estaban gozándola en medio del bosque guiándose hacia el cuartel, sabiendo que están sobrepasando dificultades gracias a su pericia, exactamente igual que esos chavales, con unas sensaciones muy similares.
 
mundele rebuznó:
y el teniente de la segunda sección se dirige a nosotros a voz en grito, entonando una cantinela impostada sobre que éramos un hatajo de vagos, chorizos y mariconas.

Y a fe mía que tenía razón: doscientos párrafos y ni una mísera falta de ortografía, pedazo de maricón.
 
Sir Ano de Bergerac rebuznó:
No se enfade, hombre, se lo dice un monitor de campamento. Sé que a los chicos, a los no mariquitas, les gusta saber que se están jugando algo en esas pruebas, que hay algo de riesgo, de aventura; yo debo velar por su seguridad, pero si no se enteran de que estoy ahí, mejor. Y si ya es de noche y la incertidumbre es mayor, se corren del gusto. estaban gozándola en medio del bosque sabiendo que están sobrepasando dificultades gracias a su pericia, exactamente igual que esos chavales.

Hola soy Juan,

el-jefe-del-departamento-de-delitos-telematicos-de-la-guardia-civil-juan-salom-$599x0.jpg


JEFE DE TELEMÁTICOS Y ESO...

¿Algo más que declarar o remito ya el atestado a Su Señoría?
 
mundele rebuznó:
Es algo más sencillo que todo eso, y menos misterioso. Respuesta en el ladrillo:
Esas fotos son en efecto de la prueba de trato de prisioneros. Ya que Curro no da abasto con tanta pregunta, intentaré narrar de qué va dicha prueba.

Era un día cualquiera de aquellos que se intuía -nunca se estaba seguro de nada- que tocaba tiro y topografía. En efecto, tras el ejercicio matutino de rigor y el desayuno, nos ordenan que nos vistamos con el mono de trabajo, mochila de combate y armamento de instrucción (CETME B). Formamos, novedades y a los camiones.

Tres cuartos de hora más tarde llegamos al campo de tiro. Es un entorno conocido, sabemos que vamos a estar gastando munición caducada para aburrir y que por la tarde, después de comer, tocan ejercicios de topografía.

Llega la hora de la comida, nuestra siempre bien recibida Plana nos trae el rancho en sus bandejas de acero, nos sentamos en grupos por el monte a comer; aquello parecía un puto pic-nic familiar, comentando los ejercicios de tiro de la mañana, cachondeo y distensión demasiado permitidos, hasta ese momento no sospechábamos de lo que se estaba cociendo entre los mandos, lo que realmente estaban maquinando para nosotros...

De repente se ponen todos los mandos en pie, nos hacen formar sin acabar de comer y el teniente de la segunda sección se dirige a nosotros a voz en grito, entonando una cantinela impostada sobre que éramos un hatajo de vagos, chorizos y mariconas.

- ¡Cuerpo a tierra!

Obedecemos sin dar crédito a lo que estaba pasando, en el fondo todos creíamos que se trataba de que alguien había chorizado algo del cuartel y que nos lo iban a sacar a base de hostias allí mismo. El cabo primero de mi sección nos ordena sacar de la mochila de combate el gorro de lana, despojarnos del ceñidor con el machete y las cartucheras y meterlo todo dentro de la mochila. Una vez hecho esto, formados con la mochila a los pies de cada uno, nos cogen uno a uno, y con el gorro puesto nos lo bajan por la cabeza hasta taparnos los ojos y con cinta de embalar nos ciegan fuertemente para que no veamos nada y nos atan las manos por las muñecas a la espalda.

A empujones y patadas nos conducen a los camiones, nos hacen subir e irnos colocando de rodillas en filas (haciendo el trenecito pero sin erótico resultado). Arrancan los camiones y comienza un viaje a ciegas que dura más o menos una hora por caminos infernales. Con el traqueteo todos nos íbamos cayendo unos sobre otros. Yo, con mi fractura de peroné reciente, entablillada con un par de tablillas y un cordino enrollado hasta la parte superior de la bota, soportaba el peso de un llorica -antes era de los más chuletas, el grupete de los cool- que se lamentaba de su futuro incierto, el de todos nosotros.

Se detienen los camiones y paran los motores. Nos hacen bajar y, sin formar, nos conducen a patadas, gritos y empujones hacia el interior de algún sitio (la resonancia del sonido nos indicaba que era un lugar cerrado). No reconocemos las voces de quien nos tienen cautivos, no son las de nuestros mandos que conocemos perfectamente.

Nos hacen poner de cuclillas durante horas, se oyen gritos, llantos, hostias a mano abierta que caen sobre nosotros, patadas, de repente alguien me agarra del cuello y me conduce a empujones hacia otro sitio donde hay un bidón metálico con agua, me sumergen la cabeza y me hacen preguntas sobre quién es mi capitán, y otras por el estilo que no contesto. escucho como le hacen lo mismo a otros. Me vuelven a conducir a empujones a otra sala donde nos hacen poner de nuevo de rodillas, y con un sistema de megafonía nos ponen, altísima, una grabación en bucle que se repite durante horas, espantosa y estridente.

Al cabo de unas horas con aquello resonando en nuestras cabezas -tanto que aún recuerdo la locución- nos sacan de allí, nos cortan las ligaduras de las manos y nos quitan las cintas de la cabeza, devolviéndonos la vista y el riego sanguíneo.

Nos hacen formar en silencio. Es de noche cerrada y de un vistazo a las estrellas aprovecho instintivamente para localizar el Norte, pero, ¿dónde coño estamos?¿qué toca hacernos ahora? el capitán se encarga de decirnos lo que nos esperaba:

- "Tienen que ir, en patrullas de cuatro hombres, rumbo nordeste. Hay un camino principal que lleva esa dirección, pero estará continuamente patrullado por vehículos; si se es visto y capturado por uno de ellos, volverán a este punto de partida. Durante el trayecto es posible que se encuentren una prueba que deberán superar, y si no la superan, volverán los cuatro al punto de partida. ¿eztamo?"

Nos fueron dando salida escaladamente, por patrullas de a cuatro escogidos al azar. Y el azar hizo que por lo menos me tocara con gente competente. Tres y el cojo, que era yo. Salimos a la carrera por el camino y nos adentramos en la oscuridad del monte. Cuando escuchábamos un vehículo huíamos entre los pinos y nos ocultábamos entre la maleza; pasado el peligro continuábamos. Eran minutos que aprovechábamos para descansar.

Al cabo de una hora y media o dos horas, un soldado de la Plana que estaba agazapado tras una piedra en una curva del camino, nos indica que debemos acompañarle a un lugar apartado entre los árboles, donde estaba un sargento. Delante de él, una manta y sobre ella un montón de piezas todas mezcladas. Eran piezas de CETME, Zeta, pistola, una ensalada de muelles y bloques de acero. Nos hacen coger de entre ese montón de chatarra las piezas necesarias y montar cada uno un arma, a ciegas, y que funcione. Me toca la pistola. Hundo mis manos entre las piezas, comienzo a reconocer las diferentes partes, comienzo a montar el arma echando mano de mi temple al ver que a mi compañero le está costando Dios y ayuda montar un puto CETME, que se monta a oscuras en cuatro minutos. Al final armas montadas y funcionando, nos dejan seguir camino.

Al cabo de unas horas por el camino, la sed nos tiene en jaque en mayor medida que las patrullas de vehículos que nos andaban buscando. Entramos en una zona parcelada rural, salto una valla y un perro amigable nos recibe con todo el cariño que nuestros mandos no nos habían dado :lol: aprovecho para robarle el cubo del agua del que bebimos todos, ya que no encontramos ningún grifo por la parte exterior de la chabola aquella.

Huimos de allí en dirección nordeste, reconociendo a lo lejos montañas y líneas de alta tensión por las que habíamos andado haciendo topografia anteriormente. Los ánimos iban aumentando a la par que nuestra sed, que parecía no tener fin.

Con los primeros rayos del alba e inmersos en una neblina que se había levantado de repente, exhaustos, se dibujaban a lo lejos las figuras de los camiones en el campo de tiro. Temiendo que si éramos capturados nos hacían empezar de nuevo, avanzamos agazapados hasta estar lo suficientemente cerca como para escuchar las voces de los que había allí. Reconocimos a nuestros compañeros y mandos, y un cabo primero ordenaba a una patrulla que llegaba que se acercaran, que el ejercicio había terminado. Salimos de nuestro escondrijo y nos reunimos finalmente con nuestros compañeros.

Busqué mi mochila y me bebí todo el agua que llevaba en la cantimplora. La cantimplora, o se lleva llena del todo o se lleva vacía del todo. Eso era sagrado, al menos mientras fueran rígidas. Un guerrillero no puede ir por el monte como si fuera un hombre orquesta entre el ruido de una cantimplora medio llena, partes metálicas chinchineando, roces de las perneras del pantalón (de ahí las cintas aislantes de la foto), estornudos, toses, carraspeos... Antes de salir de marcha nocturna nos hacían saltar con todo el equipo y, al que le sonara algo más de lo normal, se llevaba un doble puñetazo en el pecho o directamente le calzaban una hostia a mano abierta en la cara, con lo que todos íbamos de lo más finos y silenciosos.

Al volver del campo de tiro al cuartel, sentados en los camiones, humor de perros general, los vehículos se detienen. El teniente del principio, que parecía no tener bastante, nos hace bajar diciendo que qué coño es ese escándalo que nos traíamos, que todos abajo. Nosotros no teníamos ningunas ganas de cachondeo, por todo lo pasado, pero nos hizo bajar e ir a paso ligero tras los camiones. Nosotros, más chulos que nadie y que él mismo, amenizamos el desfile con un tercien alto y unas canciones guerrilleras. Suficiente para llenarle de odgullo y satisfación y que nos hiciera subir de nuevo a los camiones. Llegamos al cuartel y se acabó la historia.

Fin.


Pffse, mariconadas.

Me gustaria ver a los soldaditos estos hacer examenes de cualquier cosa que tenga números durante 7 horas.

A la cuarta hora, llorando como niñas.
 
Yo no lo hubiera explicado mejor.

Eso es lo que se aprende en el ejército ni más ni menos, a pasarlas putas y a que cuatro subnormales a los que se respeta por huevos sean los dueños de tu vida. Si el rollo te mola y tal, a eso se le llama aprender un oficio.

Pero no vengáis con el rollo de que es el mejor trabajo que existe, que es un chollo, que es un regalazo y que tiene infinidad de salidas inimaginables para un civil (:lol:), porque es mentira. El ejército es un chollo si eres un tipo de persona muy concreta: un inútil incapaz de generar nada, un tío que necesita que le digan dónde dormir, cuándo comer y cuándo cagar, uno de esos andaluces que cuando les das tu opinión sobre el tema te miran raro y te dicen "illo, pero si aquí te dan de comé, ande has visto que en un curro te den de comé? Eh?". Para todos los demás, es una pérdida de tiempo. No voy ni siquiera a comentar la envidia del tío ese que comenta que si está pasando por una época de vacío, que si necesita motivarse, que si quiere hacer instrucción con fuego real y se compraba los tebeos de hazañas bélicas cuando era pequeño. Por cinco minutos de heroicidad o de risas y por pegar unos cuantos tiros, puede estar desperdiciando mucho tiempo útil de su vida. Pero eso ya a criterio de cada cuál.

Y respecto al tema ese de que la infantería española es lo puto mejor, que nos meamos en los yankis porque sin equipo no son nada, que somos la polla con cebolla... lo siento pero no. Esa no es la experiencia que yo he tenido y puedo asegurar que si no ocurren más cosillas es porque los talibanes se están aburguesando un poco. Porque la cosa va de broma que si fuera en serio veríamos adónde quedaría tanta valentía y tanto credo legionario y tanta polla en vinagre, actualmente un ejército sin una buena logística no es NADA. Un grupo de amigos, una horda de mongoles, pancho villa y sus colegas.
 
Black Adder rebuznó:
Y respecto al tema ese de que la infantería española es lo puto mejor, que nos meamos en los yankis porque sin equipo no son nada, que somos la polla con cebolla... lo siento pero no. Esa no es la experiencia que yo he tenido y puedo asegurar que si no ocurren más cosillas es porque los talibanes se están aburguesando un poco. Porque la cosa va de broma que si fuera en serio veríamos adónde quedaría tanta valentía y tanto credo legionario y tanta polla en vinagre, actualmente un ejército sin una buena logística no es NADA. Un grupo de amigos, una horda de mongoles, pancho villa y sus colegas.

Perdone, ¿no ve Vd. una incongruencia?

Otro cantar es la bravura, los arrestos que se tengan para ofrecer combate, pero que si Vd. coge a un buen soldado español y lo dota como al mejor de los yankees...

Mejor dicho, sáquele al mejor soldado yankee sus pertrechos y que se compare con un español (y ya se sabe que no soy del ala nancy del Phoroc)
 
Muy bien lo de la historia del tren y la URSS, y también las disquisiciones sobre el Opus Dei; no sé qué pinta eso aquí, pero bueno, me ha gustado.

Pues lo cierto es que con la mili yo tuve suerte. Pedí una prórroga de estudios, dos años, pedí otra, otros dos, acabé la carrera y de repente la quitan. Me llega una carta del Ministerio de Defensa donde pone que no tengo que hacer la mili y que paso inmediatamente a la reserva. También me decía que en los próximos no sé cuántos años debía comunicar al Ministerio mis cambios de domicilio por si acaso tenían que echar mano de mí. Al final me mudé, por supuesto no comuniqué tal cosa, y no creo que fueran a buscarme a mi antiguo domicilio. Si lo hicieron y no me encontraron pues muy mal por ellos, porque me mudé a la manzana de al lado. A día de hoy supongo que ya no estoy en la reserva ni nada así, pero cuando se me pregunta por si hice la mili o no suelo decir que "estoy en la reserva", que parece algo serio.
 
ilovegintonic rebuznó:
Muy bien lo de la historia del tren y la URSS, y también las disquisiciones sobre el Opus Dei; no sé qué pinta eso aquí, pero bueno, me ha gustado.

Iba a incluirlo porque créeme que ambas instituciones guardan muchísimo parecido. Y personalmente tuve 3 oficiales, y los 3 eran numerarios :lol:. Pero eso tampoco venía al caso. Así que fuera.

Mongüiver rebuznó:
Perdone, ¿no ve Vd. una incongruencia?

Otro cantar es la bravura, los arrestos que se tengan para ofrecer combate, pero que si Vd. coge a un buen soldado español y lo dota como al mejor de los yankees...

Mejor dicho, sáquele al mejor soldado yankee sus pertrechos y que se compare con un español (y ya se sabe que no soy del ala nancy del Phoroc)

No, en absoluto.

Porque lo que no puede ser es coger a cuatro tíos, mandarlos a tomar por culo donde Cristo perdió el mechero y decir: "bueno, lo que no puedan asumir por carencia de equipo, que lo suplan con su arrojo", situación que ocurre aproximadamente SIEMPRE. Si la idea es hacer el indio por aquí acaba resultando chistoso por lo ridículo, pero en Afganistan había tiros. La gente iba con Ak's por la calle. Y para ir allí a hacer el tonto y demostrar que nosotros también podemos por nuestros huevos pues casi que no hace falta, no es de recibo, no es nada chistoso.

Ya he oído más de una vez el rollo ese de que "sí, pero los americanos sin los helicópteros no van a ningún sitio!". En la base que tienen en Rota los marines suelen organizar maniobras conjuntas con los legionarios, y siempre que se ha hablado de este tema el tono era el mismo: "los fundíamos en las pateadas, jajajajaj". Lo que nunca se dice es que luego, en los ejercicios de tiro, los legionarios hacían batidas siguiendo a los americanos para recoger los cargadores y los cartuchos no disparados del suelo, porque son compatibles con los nuestros. Porque los americanos cuando gastan un cargador LO TIRAN y aquí si tú pierdes uno aunque sea en una operación de guerra te meten un puro y te lo hacen pagar íntegro. Ya ves cómo están las cosas, tenemos que ir mendigándoles cargadores a los americanos. Eso sí, pateando... los mejores :lol:
 
seria bueno que alguien que hable ingles se enterara por algun foro militar americano que opiniones tienen de los ejercitos europeos, y mas en concreto,el nuestro.
 
norteño rebuznó:
seria bueno que alguien que hable ingles se enterara por algun foro militar americano que opiniones tienen de los ejercitos europeos, y mas en concreto,el nuestro.

Haber aprendido inglés en vez de gallego, CATETO :lol:
 

Lo de que vamos recogiendo lo que los americanos tiran por el suelo ya se ha dicho (yo mismamente), porque aunque el presupuesto para defensa es mayor a la suma de sanidad y educación :roll:, es infinitamente menor que el Usano y lo que se compra se reserva por si hace falta :face: de hecho, Vds. que han estado en la milicia pueden atestiguar lo que voy a decir; en multitud de ejercicios de nuestros militares los disparos son simulados, pero no con fogueo, sino con el bang, bang de las bocas de los soldados. Como para no recoger los cargadores de los yankees.

En Afganistán (imagino que como Curro en Yugoslavia), claro que nuestros soldados se las ven y se las desean con peña armada hasta los dientes, pero la falta de medios no es sino un grave problema que no desmerece las capacidades operativas de los militares españoles.
 
Mongüiver rebuznó:
Lo de que vamos recogiendo lo que los americanos tiran por el suelo ya se ha dicho (yo mismamente), porque aunque el presupuesto para defensa es mayor a la suma de sanidad y educación :roll:, es infinitamente menor que el Usano y lo que se compra se reserva por si hace falta :face: de hecho, Vds. que han estado en la milicia pueden atestiguar lo que voy a decir; en multitud de ejercicios de nuestros militares los disparos son simulados, pero no con fogueo, sino con el bang, bang de las bocas de los soldados. Como para no recoger los cargadores de los yankees.

"FUEGO, FUEGO" :lol:

Mongüiver rebuznó:
En Afganistán (imagino que como Curro en Yugoslavia), claro que nuestros soldados se las ven y se las desean con peña armada hasta los dientes, pero la falta de medios no es sino un grave problema que no desmerece las capacidades operativas de los militares españoles.

Ves, a esto es a lo que me refería.

2008021974chacon_Dentro.jpg


Estas son las típicas vaciladas que vomita esta subnormal cada vez que abre la boca. No estamos hablando de merecer o desmerecer capacidades, estamos hablando de que MUERE GENTE por culpa de la deficiencia de nuestro ejército y el empeño de sus jerifaltes de meterse en fregados para los que no están preparados para mejorar su currículum. España es el primo pobre de Europa y siempre ha adolecido de este complejo de inferioridad y de querer igualarse con los demás a cualquier precio, con el tema de Afganistan el tema roza el ridículo.

Cuando hubo el accidente en el que estalló el IED tuvimos que llamar a los mangusta de los italianos porque si no nos hubieran dado para el pelo. Salimos por la ruta Lithium y nos emboscaron tres veces, y no pasó absolutamente nada más que unos tiros, hasta que el subnormal del capitán se empeñó en regresar dando media vuelta porque iba puesto de perico. Evidentemente nos estaban esperando con un pepino y se lió, y como único apoyo teníamos los morteros. El capitán ordenó montar los morteros (enmedio de la carretera) y nombró a dedo un pelotón de 15 soldados comandado por él mismo corriendo montaña arriba, el tío no sabía ni dónde estaban. Si no llegan a aparecer los italianos nos fulminan 50 tíos barbudos con armas soviéticas, evidentemente el BMR afectado se volcó encima del tirador y quedó convertido en un montón de herrumbre de los años 70. Mientras tanto en Expaña 50 vehículos Lince nuevos estaban en un hangar para que no les diera el polvo, así de grandérrimo es el ejército español.

Pero sigo manteniendo que pateando somos unas máquinas.
 
Mongüiver rebuznó:
Lo de que vamos recogiendo lo que los americanos tiran por el suelo ya se ha dicho (yo mismamente), porque aunque el presupuesto para defensa es mayor a la suma de sanidad y educación :roll:, es infinitamente menor que el Usano y lo que se compra se reserva por si hace falta :face: de hecho, Vds. que han estado en la milicia pueden atestiguar lo que voy a decir; en multitud de ejercicios de nuestros militares los disparos son simulados, pero no con fogueo, sino con el bang, bang de las bocas de los soldados. Como para no recoger los cargadores de los yankees.

En Afganistán (imagino que como Curro en Yugoslavia), claro que nuestros soldados se las ven y se las desean con peña armada hasta los dientes, pero la falta de medios no es sino un grave problema que no desmerece las capacidades operativas de los militares españoles.

Jodó, pues es cierto:

-Defensa.- 7153 millones.
-Sanidad.- 2597,86 millones.
-Educación.- 2976 millones.

Imagino que algo tendrá que ver el hecho de que, sobre Sanidad y Educación, estén realizadas las transferencias. Vamos, que el glorioso ejército es de lo poco que continúa vertebrando el estado.

Y regreso a mi baticueva ya que, en su día, me declaré objetor de conciencia tras haberme pasado el plazo de solicitud para la continuidad de la prorroga:oops::oops::oops:
 
Black Adder rebuznó:

Antes que nada:

:115 :115 :115 :115

Lo siento.

Black Adder rebuznó:
El capitán ordenó montar los morteros (enmedio de la carretera) y nombró a dedo un pelotón de 15 soldados comandado por él mismo corriendo montaña arriba, el tío no sabía ni dónde estaban.

Queda claro que el rambismo no vale de nada (aunque, y a esto me refería, su preparación militar les permitió cumplir la obtusa orden), y que la preparación de los mandos españoles deja mucho que desear. No obstante,
For gallantry and intrepidity at the risk of his own life, above and beyond the call of duty on 11 June 1944, in France. Lt. Col. Cole was personally leading his battalion in forcing the last 4 bridges on the road to Carentan when his entire unit was suddenly pinned to the ground by intense and withering enemy rifle, machinegun, mortar, and artillery fire placed upon them from well-prepared and heavily fortified positions within 150 yards of the foremost elements. After the devastating and unceasing enemy fire had for over 1 hour prevented any move and inflicted numerous casualties, Lt. Col. Cole, observing this almost hopeless situation, courageously issued orders to assault the enemy positions with fixed bayonets. With utter disregard for his own safety and completely ignoring the enemy fire, he rose to his feet in front of his battalion and with drawn pistol shouted to his men to follow him in the assault. Catching up a fallen man's rifle and bayonet, he charged on and led the remnants of his battalion across the bullet-swept open ground and into the enemy position. His heroic and valiant action in so inspiring his men resulted in the complete establishment of our bridgehead across the Douve River. The cool fearlessness, personal bravery, and outstanding leadership displayed by Lieutenant Colonel Cole reflect great credit upon himself and are worthy of the highest praise in the military service.

Vamos, que se echó los cojones al hombro y en inferioridad le dió pal pelo a los kartoffen. Y sí, yo jugué al Brothers in Arms.


Black Adder rebuznó:
Si no llegan a aparecer los italianos nos fulminan 50 tíos barbudos con armas soviéticas, evidentemente el BMR afectado se volcó encima del tirador y quedó convertido en un montón de herrumbre de los años 70.

De ahí la importancia de un Ejército más racional y mejor equipado.

Black Adder rebuznó:
Mientras tanto en Expaña 50 vehículos Lince nuevos estaban en un hangar para que no les diera el polvo, así de grandérrimo es el ejército español.

No fuera a ser que los estropeaseis :face:
 
mundele rebuznó:
Es algo más sencillo que todo eso, y menos misterioso. Respuesta en el ladrillo:
Esas fotos son en efecto de la prueba de trato de prisioneros. Ya que Curro no da abasto con tanta pregunta, intentaré narrar de qué va dicha prueba.

Era un día cualquiera de aquellos que se intuía -nunca se estaba seguro de nada- que tocaba tiro y topografía. En efecto, tras el ejercicio matutino de rigor y el desayuno, nos ordenan que nos vistamos con el mono de trabajo, mochila de combate y armamento de instrucción (CETME B). Formamos, novedades y a los camiones.

Tres cuartos de hora más tarde llegamos al campo de tiro. Es un entorno conocido, sabemos que vamos a estar gastando munición caducada para aburrir y que por la tarde, después de comer, tocan ejercicios de topografía.

Llega la hora de la comida, nuestra siempre bien recibida Plana nos trae el rancho en sus bandejas de acero, nos sentamos en grupos por el monte a comer; aquello parecía un puto pic-nic familiar, comentando los ejercicios de tiro de la mañana, cachondeo y distensión demasiado permitidos, hasta ese momento no sospechábamos de lo que se estaba cociendo entre los mandos, lo que realmente estaban maquinando para nosotros...

De repente se ponen todos los mandos en pie, nos hacen formar sin acabar de comer y el teniente de la segunda sección se dirige a nosotros a voz en grito, entonando una cantinela impostada sobre que éramos un hatajo de vagos, chorizos y mariconas.

- ¡Cuerpo a tierra!

Obedecemos sin dar crédito a lo que estaba pasando, en el fondo todos creíamos que se trataba de que alguien había chorizado algo del cuartel y que nos lo iban a sacar a base de hostias allí mismo. El cabo primero de mi sección nos ordena sacar de la mochila de combate el gorro de lana, despojarnos del ceñidor con el machete y las cartucheras y meterlo todo dentro de la mochila. Una vez hecho esto, formados con la mochila a los pies de cada uno, nos cogen uno a uno, y con el gorro puesto nos lo bajan por la cabeza hasta taparnos los ojos y con cinta de embalar nos ciegan fuertemente para que no veamos nada y nos atan las manos por las muñecas a la espalda.

A empujones y patadas nos conducen a los camiones, nos hacen subir e irnos colocando de rodillas en filas (haciendo el trenecito pero sin erótico resultado). Arrancan los camiones y comienza un viaje a ciegas que dura más o menos una hora por caminos infernales. Con el traqueteo todos nos íbamos cayendo unos sobre otros. Yo, con mi fractura de peroné reciente, entablillada con un par de tablillas y un cordino enrollado hasta la parte superior de la bota, soportaba el peso de un llorica -antes era de los más chuletas, el grupete de los cool- que se lamentaba de su futuro incierto, el de todos nosotros.

Se detienen los camiones y paran los motores. Nos hacen bajar y, sin formar, nos conducen a patadas, gritos y empujones hacia el interior de algún sitio (la resonancia del sonido nos indicaba que era un lugar cerrado). No reconocemos las voces de quien nos tienen cautivos, no son las de nuestros mandos que conocemos perfectamente.

Nos hacen poner de cuclillas durante horas, se oyen gritos, llantos, hostias a mano abierta que caen sobre nosotros, patadas, de repente alguien me agarra del cuello y me conduce a empujones hacia otro sitio donde hay un bidón metálico con agua, me sumergen la cabeza y me hacen preguntas sobre quién es mi capitán, y otras por el estilo que no contesto. escucho como le hacen lo mismo a otros. Me vuelven a conducir a empujones a otra sala donde nos hacen poner de nuevo de rodillas, y con un sistema de megafonía nos ponen, altísima, una grabación en bucle que se repite durante horas, espantosa y estridente.

Al cabo de unas horas con aquello resonando en nuestras cabezas -tanto que aún recuerdo la locución- nos sacan de allí, nos cortan las ligaduras de las manos y nos quitan las cintas de la cabeza, devolviéndonos la vista y el riego sanguíneo.

Nos hacen formar en silencio. Es de noche cerrada y de un vistazo a las estrellas aprovecho instintivamente para localizar el Norte, pero, ¿dónde coño estamos?¿qué toca hacernos ahora? el capitán se encarga de decirnos lo que nos esperaba:

- "Tienen que ir, en patrullas de cuatro hombres, rumbo nordeste. Hay un camino principal que lleva esa dirección, pero estará continuamente patrullado por vehículos; si se es visto y capturado por uno de ellos, volverán a este punto de partida. Durante el trayecto es posible que se encuentren una prueba que deberán superar, y si no la superan, volverán los cuatro al punto de partida. ¿eztamo?"

Nos fueron dando salida escaladamente, por patrullas de a cuatro escogidos al azar. Y el azar hizo que por lo menos me tocara con gente competente. Tres y el cojo, que era yo. Salimos a la carrera por el camino y nos adentramos en la oscuridad del monte. Cuando escuchábamos un vehículo huíamos entre los pinos y nos ocultábamos entre la maleza; pasado el peligro continuábamos. Eran minutos que aprovechábamos para descansar.

Al cabo de una hora y media o dos horas, un soldado de la Plana que estaba agazapado tras una piedra en una curva del camino, nos indica que debemos acompañarle a un lugar apartado entre los árboles, donde estaba un sargento. Delante de él, una manta y sobre ella un montón de piezas todas mezcladas. Eran piezas de CETME, Zeta, pistola, una ensalada de muelles y bloques de acero. Nos hacen coger de entre ese montón de chatarra las piezas necesarias y montar cada uno un arma, a ciegas, y que funcione. Me toca la pistola. Hundo mis manos entre las piezas, comienzo a reconocer las diferentes partes, comienzo a montar el arma echando mano de mi temple al ver que a mi compañero le está costando Dios y ayuda montar un puto CETME, que se monta a oscuras en cuatro minutos. Al final armas montadas y funcionando, nos dejan seguir camino.

Al cabo de unas horas por el camino, la sed nos tiene en jaque en mayor medida que las patrullas de vehículos que nos andaban buscando. Entramos en una zona parcelada rural, salto una valla y un perro amigable nos recibe con todo el cariño que nuestros mandos no nos habían dado :lol: aprovecho para robarle el cubo del agua del que bebimos todos, ya que no encontramos ningún grifo por la parte exterior de la chabola aquella.

Huimos de allí en dirección nordeste, reconociendo a lo lejos montañas y líneas de alta tensión por las que habíamos andado haciendo topografia anteriormente. Los ánimos iban aumentando a la par que nuestra sed, que parecía no tener fin.

Con los primeros rayos del alba e inmersos en una neblina que se había levantado de repente, exhaustos, se dibujaban a lo lejos las figuras de los camiones en el campo de tiro. Temiendo que si éramos capturados nos hacían empezar de nuevo, avanzamos agazapados hasta estar lo suficientemente cerca como para escuchar las voces de los que había allí. Reconocimos a nuestros compañeros y mandos, y un cabo primero ordenaba a una patrulla que llegaba que se acercaran, que el ejercicio había terminado. Salimos de nuestro escondrijo y nos reunimos finalmente con nuestros compañeros.

Busqué mi mochila y me bebí todo el agua que llevaba en la cantimplora. La cantimplora, o se lleva llena del todo o se lleva vacía del todo. Eso era sagrado, al menos mientras fueran rígidas. Un guerrillero no puede ir por el monte como si fuera un hombre orquesta entre el ruido de una cantimplora medio llena, partes metálicas chinchineando, roces de las perneras del pantalón (de ahí las cintas aislantes de la foto), estornudos, toses, carraspeos... Antes de salir de marcha nocturna nos hacían saltar con todo el equipo y, al que le sonara algo más de lo normal, se llevaba un doble puñetazo en el pecho o directamente le calzaban una hostia a mano abierta en la cara, con lo que todos íbamos de lo más finos y silenciosos.

Al volver del campo de tiro al cuartel, sentados en los camiones, humor de perros general, los vehículos se detienen. El teniente del principio, que parecía no tener bastante, nos hace bajar diciendo que qué coño es ese escándalo que nos traíamos, que todos abajo. Nosotros no teníamos ningunas ganas de cachondeo, por todo lo pasado, pero nos hizo bajar e ir a paso ligero tras los camiones. Nosotros, más chulos que nadie y que él mismo, amenizamos el desfile con un tercien alto y unas canciones guerrilleras. Suficiente para llenarle de odgullo y satisfación y que nos hiciera subir de nuevo a los camiones. Llegamos al cuartel y se acabó la historia.

Fin.

Normal que os hicieran quitaros las cartucheras.

Llegais a llevar una bala encima, y segun montas el fusco, la cargas y le abres un respiradero al sargento y otro al soldado de la plana, por lo menos asi se hace en mi barrio, que la pistola se saca para disparar, el que la saca para enseñarla es un parguela.


De todas maneras, me parece un poco exagerado hacer esas cosas en la mili, por que vale, si te metes a pistolo voluntario, tienen que enseñarte que cuando llevas el mimetico puesto en una capea a tiros a las que mandan ahora a los chavales, cualquiera que no vaya vestido como tu, como poco va a intentar matarte, pero en la mili, que despues de eso te ibas a tirar de tornero fresador hasta que te peinases a cortinilla? Demasiado enfasis vamos.


Toda mi familia ha sido del ejercito, incluso mi madre, que lleva 30 y tantos años de enfermera en hospitales militares, y cuando los soldados le contaban las movidas que les hacian se le abrian las carnes.


Claro que luego, cuando lo de kosovo, te llevaban los yugoslavos, sin piernas, sin brazos, con quemaduras de tercer grado, y que hablando perfecto español, no se oia ni una queja, ni un lamento ni un sollozo.

Ahi te planteabas, que coño les harian a esa gente en la instruccion.

Recuerdo un tio, un dia que fui al hospital a revision del aparato de los dientes este de los braquets, que habia un tio, Semil se llamana, que le faltaba la pierna derecha a la altura de la cadera, al que en mi inocencia de crio de 11 años le pregunte si le habia dolido mucho cuando se la cortaron.

"Dolio orgullo, llevaba dinero en calcetin derecho cuando yo pise mina, se quemo todo, cerveza pagaron compañeros despues, mal dia"
 
Benito rebuznó:
incluso mi madre, que lleva 30 y tantos años de enfermera en hospitales militares, y cuando los soldados le contaban las movidas que les hacian se le abrian las carnes

Entiendo... vamos, que no se hacía mucho de rogar, no? :lol:
 
mundele rebuznó:
Entiendo... vamos, que no se hacía mucho de rogar, no? :lol:
Imaginese, acepto como padre valido al ser que me engendro a mi...
 
curro jimenez rebuznó:
No tengo ni puta idea de si gozan de algun privilegio, yo desde luego no he gozado de nada. Solo te digo que fui condecorado y mi medalla no tiene paga, si esa condecoracion hubiese sido puesta a un oficial le corresponderia una paga de 120 euros mensuales. Seguro que los oficiales si tienen alguna ventaja. Aun asi, repito, yo fui militar de remplazo, no profesional.

El tema de las instituciones y sus favores, eso es para la guardia civil, tienen el colegio de huerfanos, les guardan plazas, tienen residencias por toda españa en las que se pueden alojar ellos y sus familiares y no se cuantas historias mas. D eso no se queja los guardias civiles cuando salen llorando en la tele.

Si suele haber bastantes derechones en el ejercito, todos muy gallitos, pero cuando hay que jugarse el culo son los primeros que echan el culo fuera. En los oficiales tambien, pero son gente mas comedida y con ideas claras. Un golpe de estado ahora mismo con estos oficiales es impensable

Es que me deja alucinado lo malo que puede llegar a ser el personal. Puedo entender que en esas circunstancias puedas matar gente y tal, pero de ahi a hacerle eso a una niña de 8 años...
 
Black Adder rebuznó:
Pero no vengáis con el rollo de que es el mejor trabajo que existe, que es un chollo, que es un regalazo y que tiene infinidad de salidas inimaginables para un civil (:lol:), porque es mentira

En el ejército no te van a regalar tu futuro, pero sí puedes aprovechar los cursos que te ofrece en horario lectivo. Equiparándolo a cualquier otro trabajo normal, no hay color.

Este es el horario que yo he tenido durante 4 años:

08-09 - Gimnasia
09-10 - Ducha y Almuerzo
10-13 - Curro habitual (si estás apuntado en algún curso, curso)
13-14.30 - Comida y siesta
14.30-16 - Curro o curso y salida
Los viernes la salida es a las 14 y lo es para todos los días en algunos cuarteles.

Black Adder rebuznó:
El ejército es un chollo si eres un tipo de persona muy concreta: un inútil incapaz de generar nada, un tío que necesita que le digan dónde dormir, cuándo comer y cuándo cagar

Qué desencantao has salido, macho. Yo me lo pasaba de puta madre y me reía con mis compañeros de todo. Si entras es con las ideas claras y tomándotelo como un juego cuando sea necesario.

ES USTED UN TRISTE DE LA PRADERA
 
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