Matarratas
Freak
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Mi única experiencia con una sudaca fue a mis tiernos 20. Me he intentado trajinar a alguna más, pero no ha sido posible.
Colombiana, medio negra de pelo y piel, y bastante más india de cara que blanca, 1.50 de tipa.
Limpia, olía bien, no espectacular en conversación, pero no era retrasada al menos.
Un poco zumbada con los ahora me voy, ahora vuelvo, ahora te dejo, ahora voy otra vez y te follo vivo, etc.etc. Yatusabe, el caribe mix por las dos caras.
La cosa es que como no me lo tomaba muy en serio, siempre era divertimento.
Y lo bueno: fuego en el cuerpo. Esa chavala estaba siempre caliente. Y por caliente me refiero a cabeza caliente, vale, pero a cuerpo caliente y, sobre todo, coño caliente. El más suave, más lubricado, más ardiente y más prieto coño en el que he tenido el placer de insertar mi minúsculo pene. Era un abrazo de amor el que me hacía la vagina de la chica, de amor puro y verdadero. No con gran práctica, pero era capaz de meterse mi nabo y pajearme sin moverse ella. Una curiosidad. Eso, y la peculiar costumbre de meterse mi polla en la boca de la que veíamos la tele. Quicir, la chavalita se ponía a ver lo que fuera conmigo mientras me la chupaba durante horas.
La dejé por una apañola blanca y de buena familia, y fue el mayor error sepsual de toda mi vida. Es más, si me la encontrase por la calle, no digo que no le entraría for the lulz y ¿por qué no? para comprobar si aquello era así, o era yo que era joven y bello y todo me sabía a paraíso y a miel.
Colombiana, medio negra de pelo y piel, y bastante más india de cara que blanca, 1.50 de tipa.
Limpia, olía bien, no espectacular en conversación, pero no era retrasada al menos.
Un poco zumbada con los ahora me voy, ahora vuelvo, ahora te dejo, ahora voy otra vez y te follo vivo, etc.etc. Yatusabe, el caribe mix por las dos caras.
La cosa es que como no me lo tomaba muy en serio, siempre era divertimento.
Y lo bueno: fuego en el cuerpo. Esa chavala estaba siempre caliente. Y por caliente me refiero a cabeza caliente, vale, pero a cuerpo caliente y, sobre todo, coño caliente. El más suave, más lubricado, más ardiente y más prieto coño en el que he tenido el placer de insertar mi minúsculo pene. Era un abrazo de amor el que me hacía la vagina de la chica, de amor puro y verdadero. No con gran práctica, pero era capaz de meterse mi nabo y pajearme sin moverse ella. Una curiosidad. Eso, y la peculiar costumbre de meterse mi polla en la boca de la que veíamos la tele. Quicir, la chavalita se ponía a ver lo que fuera conmigo mientras me la chupaba durante horas.
La dejé por una apañola blanca y de buena familia, y fue el mayor error sepsual de toda mi vida. Es más, si me la encontrase por la calle, no digo que no le entraría for the lulz y ¿por qué no? para comprobar si aquello era así, o era yo que era joven y bello y todo me sabía a paraíso y a miel.